sábado, 5 de junio de 2010

"Law & Order: Special Victims Unit"


El primer y más duradero spin off de "Ley y Orden" fue originalmente pensado como una serie independiente.
Dick Wolf había leído en el periódico la noticia de un estrangulamiento en Central Park; el asesino confesaba que todo había comenzado como un consensuado juego sexual con su pareja.
Wolf quedó impresionado con el suceso y escribió un proyecto bajo el título de "Sex Crimes".


En 1999, "Sex Crimes" mutaba en "Ley y Orden: Unidad de Víctimas Especiales" y empezaba su consolidada andadura, con el resultado de once temporadas hasta la fecha.
Los casos que investiga la brigada de élite son todos los delitos de índole sexual y, por extensión, cualquier suceso que afecte a mujeres y a niños.


Esa característica es la clave de la capacidad absorbente de este "Ley y Orden".
Bajo su coartada de riguroso y serio procedimental, se relatan unas historias familiares y románticas, que ofrecen la truculenta sensación de los melodramas más cargados.


Así mismo, "Ley y Orden: Unidad de Víctimas Especiales" ofrece una radiografía de la reprimida sexualidad norteamericana y su consecuente lista de perversiones, donde los violadores y los abusadores de menores pasan a formar parte de un abultadísimo registro público.


Cada episodio recoge el descubrimiento de un delito por la policía neoyorquina.
Los detectives se ponen en marcha e investigan el suceso, a través de interrogatorios, persecuciones y recogida de pistas, mientras van saliendo los resultados del laboratorio.


Cuando se desvela el culpable - o, en todo caso, el encausado -, entra en escena la ayudante del fiscal del distrito.


Es entonces cuando se forma el caso propiamente dicho.
Se vive el divorcio crónico entre ley y moral, y se asiste a los obstáculos derivados del sistema judicial, con la necesidad de convencer al jurado popular y la inclusión de subterfugios por los abogados defensores.


La debilidad resultante de los casos lleva a los detectives a seguir recopilando evidencias, mientras transcurre el proceso.


Feliz o triste, gótico o esperanzado, el desenlace resuelve por completo la trama, recomponiendo el puzzle argumental y emocional del episodio.


Gran parte del magnetismo de este "Ley y Orden" nace de la estupenda química de sus actores protagonistas, Christopher Meloni y Mariska Hargitay.


Él es Elliot Stabler, experimentado agente del Departamento, con problemas ocasionales para controlarse ante los criminales.
En cierto instante, llega a asegurar que fantasea con ejecutar a los abusadores de menores.


Ella es Olivia Benson, que llega como novata a la brigada e inicia una carrera que se parece demasiado a una expiación de culpas ajenas.


Olivia fue fruto de una violación, y su empatía con las investigaciones compromete a veces la valentía que la caracteriza.


La aclamada interpretación de Mariska, que le permitió ganar el Emmy y el Globo de Oro, no debe oscurecer a mi Christopher, una de esas presencias masculinas que sólo pueden etiquetarse como poderosas.


La característica autoconclusiva de cada capítulo hace posible el seguimiento de la serie en cualquier momento, sin necesidad de digerir su larga extensión de once temporadas.


Aún así, la alta capacidad adictiva de esta "Unidad de Víctimas Especiales" provocará ingestión compulsiva de sus capítulos por todos los que se llamen seriéfilos.


Con una nutrida nómina de guest stars, este producto televisivo tan genuino, buena mezcla de glamour catódico y realismo comprometido, ha sobrevivido a su serie madre y anuncia decimosegunda temporada.
Ahí es nada.

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