miércoles, 2 de junio de 2010

2001


Fue un año extraño.
Nicole Kidman decía que había abortado un bebé de Tom Cruise. Qué raro sonaba aquello; nunca tuvieron ningún hijo biológico ni ninguna intención de producirlo.
Pero ella afirmaba que su corazón estaba roto.


En 2001, se divorciaba y triunfaba con "Moulin Rouge!", que evidenciaba una valía que había permanecido escondida durante los años noventa.
Era hora de cobrarse deudas. Con Nicole, se subía el telón del siglo.


Nicole y Tom nunca superaron el rodaje de la última película de Stanley Kubrick, director homenajeado durante el año.
El día 1 de enero, su monolito inquietante de "2001, Una Odisea del Espacio" encontró una réplica adecuadamente friki, gracias a un artista de Seattle.


Por su parte, Steven Spielberg heredaba un proyecto del señor Kubrick.
En su versión sentimental e incomprendida de "Inteligencia Artificial", Steven nos recordaba una gran verdad: por mucho futuro y mucho robot, todos seguiremos buscando a mamá.


Pero nadie sabía qué hacer ni qué buscar en 2001. Cantaba U2 que estábamos stuck in a moment del que no podíamos salir.


¿Cuál era ese momento? ¿Qué era lo que impedía seguir adelante?


Nate Fisher decidía volver a Los Ángeles y recuperar a su familia. Qué terror. Todo empezaba en casa, de la misma manera que todo llegaba a su fin.
En la habitación de arriba, bullía una escéptica demasiado prematura con el nombre de Claire.


Donnie Darko también vivía en otra habitación de arriba, encendida hasta altas horas.
Se cocía en la esquizofrenia, y tenía la seguridad de que el mundo se iba a acabar en cuestión de minutos.
Qué razón tienen los locos siempre. Pero nunca se les da línea directa con los dueños del mundo.


El resultado electoral era más turbio que la mente de Donnie, pero George W. Bush era ya el nuevo Presidente de los Estados Unidos.
Una de sus primeras medidas fue restringir la investigación de las células madre.


Quizá lo que debió investigar fue la empresa Enron, que había sido alabada como la compañía energética más vanguardista de los tiempos.


A finales del año, se destapaba el mayor escándalo empresarial de la Historia reciente.
Los gráficos de Enron no sólo mostraban una corrupción contable descomunal, sino que se trataba de un fraude creativamente diseñado, sistemático y aceptado de manera tácita por toda la jerarquía.


El escándalo de Enron sucedía al tiempo que ciertos poderosos norteamericanos aseguraban recibir cartas que contenían ántrax.
Como la Torre de Babel, nadie entendía nada. Como la Torre de Pisa, quien se subía a lo más alto, era posible que se cayera al suelo.


Y así vio Osama Bin Laden el destino que la Historia le tenía reservado: dos torres para destruir.
Tras años de entrenamiento, tras prácticas de tiro, tras oraciones del rencor, lanzó el ataque terrorista con el que empezó el Tercer Milenio.


El mundo reaccionó con estupor ante la retransmisión en directo del derrumbe de las Torres Gemelas.
Era la mejor película de catástrofes que los americanos habían servido jamás; real, poderosa, poética, con un final tan inevitable como atroz.


Los pañuelos blancos de los oficinistas pedían ayuda desde las ventanas, pero muchos supieron, con escalofriante resignación, que debían tirarse al vacío.
Los suicidas del World Trade Center fueron los primeros en darse cuenta. Si habían atacado Manhattan de esa manera, nadie podía estar seguro nunca jamás.


Occidente había intentado barrer la basura de las masacres y de las guerras hacia el patio del Tercer Mundo.
Había pretendido desterrar los fragores bélicos de sus centros del bienestar, de sus países de televisión, Capuccino y Wikipedia.
Se creían overprotected, como diría Britney Spears.


El 11 de Septiembre, la mierda apareció en la puerta, sin avisar, y explotó en las narices.


2001 fue un año extraño. Y sólo Chihiro supo cómo escapar de él.

1 comentario:

Ramón dijo...

Joder, que peliculon El viaje de Chihiro. Que mundos, que vistas, que magico...

Que grande Ghibli. Y que grande Satine, porque no...