domingo, 31 de enero de 2010

Sophia


La cara amable y libidinosa del neorrealismo italiano, la Loren transitó de ser figurante en Cinecittá a convertirse en a true movie star; tal y como la definieron en los últimos Globos de Oro.


Su llegada a lo más alto estuvo motivada y promocionada por su oportuno matrimonio con Carlo Ponti, magnate del cine italiano de posguerra.


Ponti fue mentor y marido durante más de cincuenta años. Sophia se encargó del resto.


La noticia corría de calle en calle: Sophia Loren estaba más rica que la pasta.
Ella misma aseguró que su secreto de belleza era el spaghetti.


Y así, caminaba insolente y conquistaba indolente, cimbreando las caderas, enfocando el culo, apuntando las tetas. Derritiendo al mundo.


Una de las mujeres más hermosas del planeta, Sophia no tenía ni el talento trágico de Anna Magnani ni la distinción de Silvana Mangano.


Pero superó a cualquier otra actriz de su país, en fama y en resonancia internacional.
Fue la mayor de las maggioratas, y Hollywood le echó el lazo desde muy pronto.


En la Meca del Cine, la intentaron sofisticar. Craso error, porque ese plato llamado Sophia Loren se prefería bien sazonado.


Aún así, estuvo bella y adecuadamente histórica en "El Cid" y en "La Caída del Imperio Romano", y era un sueño vestida de Christian Dior en "Arabesco".


Pero la Loren era fabulosa cuando volvía a Italia, especialmente al lado de Marcello Mastroianni, su amuleto.


Uno de sus directores predilectos le dio la gran oportunidad de su vida.
Así, Vittorio de Sica la demandó intensa y afeada para "La Ciociara" (Dos Mujeres).
El resultado fue el Oscar; Sophia fue la primera actriz extranjera en conseguirlo.


Entre su imagen de bomba sexual y sus ambiciones artísticas, se construyó el mito, que se ha prestado imperecedero.


Así, la Sophia mayor ha sido tan excitante como la joven.
Luciendo peluca, gafas y cutis inmortal, la Loren no ha querido irse nunca.


Entre otras cosas, porque no la hemos dejado.


Ahora, viuda de Ponti, aparece de lujo en "Nine".
Y, si me tienen que dar un Oscar, que ella sea quien lea el sobre.


Ti voglio, bellissima!

miércoles, 27 de enero de 2010

1964


Las calles estaban abiertas. El camino parecía despejado.
Los greñudos nenes corrían decididos hacia el triunfo inmediato, filmados por Richard Lester, mimados por George Martin.


Como carta de presentación, poseían un arsenal de temas que disparar hacia las listas musicales.
Meet the Beatles!
, era la contraseña.
Apenas se oía lo que tocaban cuando aparecieron en el show de Ed Sullivan.


El griterío histérico del público era ensorcededor, pero Estados Unidos ya había elegido a sus nuevos ídolos... aunque fueran británicos.
El resto del mundo los acompañaba en el sentimiento, y Bob Dylan les dio a probar su primer porro.


Todos corrían en 1964.


Los chicos de la Banda Aparte de Godard hacían de las suyas en las imágenes modernas y libres del nuevo cine francés.


La única que escapaba en dirección contraria era Aurora Bautista, "La Tía Tula", atrevida hostia contra la represión femenina de la España de entonces.


Al otro lado, Martha & The Vandellas marcaban el ritmo con "Dancing in the Street".
Batalla campal y manguerazos en las calles del barrio negro de Nueva York; el verano convirtió a Harlem en un hervidero que duró seis días.


Se abolía oficialmente la segregación racial en los Estados Unidos, pero los conflictos entre negros y blancos eran plato de todas las mesas.


El provocador Malcolm X aparecía en televisión con sus opiniones demoledoras.
En 1964, abandonaba la Nación del Islam y anunciaba la creación de un partido nacionalista negro.


En el Capitolio, se encontraba, por primera y única vez, con Luther King.


Éste, más corazón y esperanza, ganaba el Nobel de la Paz.


Entre trompetas lejanas y pianos cautivadores, la elegante Dionne Warwick cantaba "Walk On By", donde aseguraba que le dejaste muchas lágrimas y mucha tristeza cuando le dijiste adiós.


La desolación por la pérdida de Kennedy, acontecida el año anterior, no sabía dónde sofocarse.


A su sucesor, Lyndon Johnson, se le ocurría luchar contra la pobreza y apoyar las buenas intenciones políticas.
Junto a los de la Unión Soviética, hacía aquello tan propio de la Guerra Fría: intentar resolver el problema y terminar por enredarlo más.


Stanley Kubrick ofrecía la parodia definitiva en "Dr. Strangelove, o Cómo Dejé de Preocuparme y Amé la Bomba", título glorioso donde los haya.


¿Alguien ha llamado a esta mujer?


Julie Andrews se vengaba de Jack Warner, el mismo que no le había permitido ser "My Fair Lady" para el cine.
Mary Poppins duraba lo que cambiaba el viento, pero, Dios, una tarde con ella valía más que una vida con cualquier otra.


Los Beatles y la Andrews no eran los únicos británicos del año.


Los Rolling Stones, Dusty Springfield y los Kinks irrumpían con fuerza.


Elizabeth Montgomery empezaba a mover la nariz para "Embrujada" en televisión, y Roald Dahl publicaba "Charlie y la Fábrica de Chocolate", otro de sus geniales ejercicios de sadismo.



La chica Bond se llamaba Pussy Galore (Chochito a Gogó) en las maravillosas y muy pulp aventuras del agente 007.


En esta ocasión, contra Goldfinger, que dejaba a sus víctimas bien petrificadas.
Pero, estéticamente, el malvado Goldfinger les otorgaba nada menos que la inmortalidad del pop.


Ahí es nada, muchachas.
Las imágenes se contaminaban de colores saturados y burbujitas, imaginería heredada de la publicidad e importada con la voluntad del sex-appeal.


Warhol repetía a Marilyn hasta la saciedad.
Mientras, el telón se levantaba en Broadway y se estrenaba "Después de la Caída", de Arthur Miller, testimonio de su borrascoso matrimonio con Marilyn, declaración de amor y odio a la rubia añorada.


Sí, se añoraba a Marilyn, a JFK y a cierto sentido de la inocencia. Pero el pasado siempre es el lugar más sobrevalorado.
Porque llegaba la noche de un duro día, y había cuatro de Liverpool que querían tender la mano a toda una generación.


El resto se vivió, por supuesto, en las calles.

lunes, 25 de enero de 2010

La Sociedad es...


- Conjunto de individuos que comparten una cultura.
- El grupo distinguible.


- Acuerdo invisible de normas y conductas.
- La inevitable relación con los semejantes, los similares y los diferentes.
- La búsqueda de la identidad.


- El puesto en el escalafón.
- Unión de negocios e intereses.


- Apretón de manos y otros saludos de reconocimiento.
- Niveles de jerarquía, calibradores de clase.
- La idea de familia transferida.


- La manera de encontrar la amistad y el amor.
- Alivio de soledades.
- La necesidad de la importancia.


- Supremacía de las apariencias.
- Decidida a aplastar las rarezas.
- Creadora tanto de borregos como de parias.


- Contradicciones.
- Internet la recrea, con mensajería instantánea y redes de amistad.


- Bah, que empiece "Lost" ya.