miércoles, 9 de junio de 2010

1980


Era tiempo de desenmascarar a Mamá.
La adorable Mary Tyler Moore cambiaba súbitamente de registro para "Gente Corriente", donde nos enseñó que hay señoras que no sirven para el oficio de la maternidad.


Y también era tiempo de conocer a Papá.
Cuando creías haber conquistado el mundo, el villano te cortaba la mano y, a punto de caer al vacío, te daba una noticia de lo más curiosa.


"El Imperio Contraataca", la película más vista de 1980, terminaba en poderoso cliffhanger, coronado por aquella escalofriante mueca de Han Solo, paralizado en carbonita.


Pero el cliffhanger del año fue televisivo, y concernía también a un patriarca todopoderoso y bastante hijoputa.
El verano no paraba de preguntárselo. ¿Quién disparó a J.R.?


Ya no importaban los Juegos Olimpícos de Moscú ni el embargo del grano. ¿Quién diantres había disparado a J.R.?


En 1980, se estrenó el Pac-Man, que se convertiría en el vídeojuego más vendido de la Historia.
El protagonista era amarillo y comía cocos, mientras huía de unos fantasmas decididos a acabar con su festín.


Para Jimmy Carter, los soviéticos se mantenían como sus particulares fantasmas. Y también los iraníes.
La crisis de los rehenes de Irán marcó el último año de Carter, mientras desataba una furia desproporcionada contra la URSS.


1980 fue uno de los años clave de la Guerra Fría, ante la inminente celebración de las Olimpiadas en Moscú.
Como siempre, la contradicción reinaba sobre el misterioso y hermético gigante rojo.
Ese año, permitía la celebración de su primer festival rock, pero arrestaba sin complejos al activista Andrei Sakharov.


Carter los embargó, luchó con uñas y dientes, pero, al terminar el año, el actor Ronald Reagan lo derrotaba en las elecciones.


Another one bites the dust.


El entierro del presidente Tito en Yugoslavia desbordaba las previsiones y batía récords de asistencia.


Pero la pregunta seguía siendo la misma, porque hay misterios que sí pueden revelarse a sí mismos.
Pudo haber sido cualquiera de los personajes de "Dallas", porque el malvado Ewing se lo había buscado.


La respuesta fue la siguiente: Sue Ellen, borracha, pero conservando una envidiable puntería, le descerrajó un par de tiros a su marido.
Él salió vivo; a ella, se la perdonó con el tiempo.


En la vida real, los tiros eran mortales.
La orgía de disparos de la muerte y funeral del arzobispo Óscar Romero dio puntada con hilo en los anales de la violencia mundial.


Y en la escalera de los Apartamentos Dakota, otros disparos abatían al genio. La muerte de John Lennon era el final después del fin.
Los tiempos eran otros.


Bien lo sabía Richard Gere, el "American Gigolo", juguete de las damas, bronceado, adicto al fitness y vestido de Armani.
Call me, le cantaba Blondie.


Había llegado la hora de venderse, de disfrutar el lujo y de abrazar el reaganismo.
Y el amor, ¿dónde quedaba? Eso debía ser un invento de los Air Supply.


El adiós de Lennon culminó un año fatal para la música. Bon Scott, de AC/DC, y Jon Bonham, de Led Zeppelin, fallecieron intoxicados de alcohol.
Ian Curtis, el vocalista de Joy Division, prefería la vía rápida.


John Kennedy Toole se había suicidado años atrás. Jamás había vendido un libro.
Su madre encontró en un cajón la gran novela que Kennedy Toole había dejado.


En 1980, se publicaba "La Conjura de los Necios".
El mundo conocía a Ignatius Reilly, el primer friki seboso de la ficción, obsesionado con las salchichas, decidido a reinstaurar la monarquía de raigambre medieval y atrapado en las garras de su madre pasiva-agresiva.


Pasiva-agresiva era la cabellera de Olivia Newton-John, que volaba sobre patines para el desastre de "Xanadú".
Era entrañable ejemplo de un Hollywood sin ideas, que confundía juventud con pertinaz gilipollez.


No obstante, la genial música de John Farrar y la ELO triunfó all over the world, qué menos.
Otro trashy classic se mostraba atrevido y picante, al ritmo de unos tiempos en oportuna descongelación sexual.


Christopher Atkins y Brooke Shields eran los Adán y Eva del flu, dos hermanos con derecho a roce y todos unos pre-losties en "El Lago Azul".


Los puños de Scorsese pegaban fuerte en "Toro Salvaje", mientras Jack Nicholson se volvía más loco todavía, con Redrum, niño extraño y aislamiento en "El Resplandor".


En 1980, importaba más "Dallas" que Moscú. Se iban los setenta, empezaron los ochenta.
Y ya estaba preparado el vestido ideal para matar.

1 comentario:

Pati Difusa dijo...

Me pone más triste la muerte de Curtis que la de Lennon.

Y en otra de esas casualidades que parecen catódicas, acabo de comprarme, hace unos días, La conjura de los necios. :)