viernes, 18 de noviembre de 2011

El Poder de La Ficción


El ser humano se cuenta a sí mismo bajo diversas luces, pero la mentira es su favorita.
Prefiere las películas a los documentales. Es más afecto a los cuentos de hadas que a la Historia. Y, cuando termina su mayor tragedia, pedirá mil veces la gran epopeya antes que la triste verdad de lo acontecido en la guerra.


La ficción se construye y se necesita desde los primeros tiempos.
Los contadores de historias saben bien que deben aderezar sus relatos con la pimienta de lo inventado para mantener los oídos bien atentos y mejor calentitos.


En lo imaginario, se encuentra la versión soñada de lo que ocurrió.
Con un final, con una trascendencia, con un sentido. Todo lo que no asegura la existencia, lo otorga la ficción en sus líneas y voces.


Scheherezade se salvaba de la muerte cada noche, y así mil y una, con cuentos dentro de cuentos, dedicados a su violento marido, su potencial ejecutor.
Para hacerlo dormir y calmar la bestia, a base de narraciones de lo descabellado.


Es genuina elección del ser humano.
Que le cuenten la verdad bajo licencias, que le narren su vida en la piel de seres mejores, que los cuentos terminen esta noche para que el mundo siga su rumbo mañana.


Ficción es fingir. La simulación, el teatro de máscaras, donde unos interpretan un papel y otros ni siquiera saben que están actuando.


Hay quien dice que la realidad supera a la ficción. En realidad, se confunden, están íntimamente relacionadas, suelen acostarse juntas.


La caída por las escaleras es la comedia del mediodía. El asesinato pasional es el melodrama de las diez. La indecible masacre es el cuento de terror para la medianoche. El novio insuperable se convierte en la historia definitiva.


La ficción es literatura, pero también es cine, cómic y vídeojuegos. Es todo lo que se imbrica en una historia realista, simbólica o metafórica.
Aparecen los personajes. Héroes o monstruos; a veces, ambas cosas. Sufren, corren, se enamoran, vuelven a sufrir, hacen todo lo posible por sí mismos. Exhaustos, y aún con tanta fuerza.


Se mueven en los escenarios ficticios, desde vulgares patios de barrio a grandiosas naves espaciales, surcando calles, océanos o centurias, rozando el Cielo, bordeando el Infierno.


Como todo debe acabar, sea la vida con la muerte o el amor con la soledad, las historias se cuentan contrarreloj, en un tiempo concreto.
Nací entonces, transcurrieron cien años, llegaron las lluvias, volvimos a casa, acabó todo.


El buen escritor debe saber lo que está contando. Quizá, hasta haya tenido el gusto de haberlo experimentado anteriormente.
En general, le basta con ser un buen mentiroso.
Fabular es inventar; hacer creer lo inaudito, emocionar con lo falso, memorabilizar lo que sólo partió de una idea tonta.


Una ficción notoriamente orquestada corre más que cualquier sinceridad documentada. Y hay quien llega a creérsela, tal es su capacidad de convicción.
Porque nunca se trató del contenido, sino de la forma, del ruido, del espectáculo.


La ficción se beneficia de la mirada, la voz, la sensualidad. Las palabras deben besarse en un escrito, las imágenes tienen que moverse con elegancia.


Porque la ficción es ese arrullo de mejores sueños. Mentiras lindas para nuestras vigilias, perfectos relatos para estos mortales de necesidad.

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