lunes, 1 de noviembre de 2010

Todo Coppola


Es el más ambicioso cineasta de su generación, el autor de un par de obras maestras incontestables y la pesadilla de cualquier productor.
Francis Ford Coppola, como genuino hombre de cine, lo ha vivido todo.


Ha recibido los más altos honores de la industria, ha presenciado la consagración de sus películas como clásicos y ha disfrutado del favor del público.


Y también ha asistido a la ruina comercial, a la desesperación ante las equivocaciones, al varapalo crítico y a la última indiferencia.
En cualquier caso, que Coppola se vuelva a sentar en la silla del director y diga "¡Acción!" debe ser deseo de todo aquel que se llame amante del cine.


Bajo la tutela de Roger Corman, Coppola se asentó en Hollywood a mediados de los sesenta.
Su primera película enteramente personal se llamó "The Rain People".
Esta existencialista road-movie lo puso en la nómina de directores a tener en cuenta, mientras inauguraba uno de sus temas clave: la dificultad de la comunicación humana.


Escribir el guión de la oscarizada "Patton" fue el primer aldabonazo serio contra la industria.
Al año siguiente, era elegido finalmente para adaptar esa intrigante novela de Mario Puzo de la que todos hablaban.
Llegó "El Padrino" y nada volvió a ser lo de antes.


Evidente hito en la Historia del Cine, impresionante fresco sobre el gangsterismo y análisis certero sobre el auténtico significado de la familia; "El Padrino" llevó a Coppola más lejos de lo que nunca había imaginado.
Tal vez, sea la película más importante de su época. Sin duda, es uno de los ejemplos de cómo se puede hacer una obra de arte tan rotunda y tan popular, al mismo tiempo.


En medio de sus dos primeros "Padrinos", Coppola se marcó otro tanto crítico, gracias a "La Conversación", alabada por muchos como la respuesta fílmica al escándalo Watergate.


Volvía con la gran secuela, esa que desmiente aquello de que las segundas partes nunca fueron buenas.


Aún más barroca que su antecesora, "El Padrino II" ilustraba la consolidación de Michael Corleone como Don de la Mafia.
En flashbacks paralelos, se narraba la significativa juventud de su padre.


Ese juego de espejos fue primera demostración de que Coppola no se limitaba a contar historias; las manipulaba a su antojo, las hacía ópera.
Y extraía puro cine de aquellos lugares estéticos y dramáticos donde nadie había osado aventurarse.


Pero la magnificencia tiene un precio, ya lo sabía Orson Welles.
Y cuando alguien perpetra una epopeya sobre Vietnam, con el aliento de una odisea homérica, está claro que no sale vivo.


El larguísimo e infernal rodaje de "Apocalypse Now" volvió locos a todos los que estuvieron involucrados.


El fruto definitivo, tras años de espera, fue otra obra maestra.
Una película que empiece con la jungla vietnamita arrasada por el napalm, mientras suena el "The End", de The Doors, tiene que ser buena a la fuerza.


Los años ochenta no fueron la mejor época para Coppola.
En retrospectiva, es donde residen sus películas más arriesgadas y alocadas, todas dignas de revisión y culto.


Por entonces, se acumulaban la ruina de su productora, el inicio de una relación irregular con la apreciación crítica y los gustos del público, y la muerte de su hijo Gian-Carlo en un accidente marítimo.


"Corazonada", alucinada mezcla de musical y drama existencial, utilizó técnicas visuales experimentales, que desorbitaron el presupuesto de la película.


Fue un desastre comercial de tal calibre, que puso a Zoetrope en subasta pública y etiquetó a Coppola como megalómano imprudente para siempre.
El fracaso espació proyectos y dosificó anhelos.


Aún así, nunca dejó de ser un estilista nato; sus adaptaciones de las novelas juveniles de Susan Hinton lo prueban.
Sólo a Coppola se le ocurriría contar "Rebeldes" como "Lo Que el Viento se Llevó", y mistificar "La Ley de la Calle" hasta la pura confusión.


En medio de su época más infamous, sobresale "The Cotton Club", su joya incomprendida.


Fue ésta una película que se vio sacrificada a las publicitadas noticias de las peleas de Coppola con Robert Evans, el productor.


Se corría la voz: Coppola costaba caro, tardaba mucho y, para colmo, no siempre era rentable.


Sus temas claves nunca dejaron de estar presentes.


Los hombres hechos a sí mismos, en "Tucker", o la melancolía ante el paso del tiempo, en "Peggy Sue Se Casó", fueron dos buenos ejemplos de la pervivencia coppoliana.


Sus incursiones en el cine se hacían cada vez más esporádicas y puntuales.
Y su profesión alternativa, como vinatero californiano, se acababa convirtiendo en su auténtico patrimonio.


En los noventa, todavía hubo tiempo para arremeter con "El Padrino III" y "Drácula de Bram Stoker".
Ambas suscitaron controversia, pero devolvieron unos resultados de taquilla que Francis había olvidado.
En su romántico "Drácula", estuvo especialmente fino. Una historia contada mil veces parecía decididamente nueva.


A partir de ahí, no ha quedado mucho del gran Coppola. Cuando reaparece, sorprende, aunque no siempre para bien.
Desde hace dos décadas, viene diciendo que su proyecto decisivo se llamará "Megalopolis", pero sólo el título ya producirá una sensación de pavor en cualquier ejecutivo de Hollywood.


Como director absorbido e insolente, Coppola siempre ha querido detentar el control de sus películas, desde la preproducción hasta la distribución.
Esto le ha otorgado libertad creativa, pero Hollywood le ha dado la espalda como respuesta. Y, por ello, sus últimos títulos han pasado desapercibidos.


Si Coppola hizo una gran película sobre la familia, la suya no ha sido menos.
De hecho, su carrera podría ser el triunfo de la perserverancia italoamericana; allá donde va uno, van todos.


Sus bebés salían en "El Padrino". Y también su hermana, Talia Shire. Y su padre, Carmine, compuso parte de la inolvidable música.
Sus sobrinos se llaman Jason Schwartzman y Nicolas Cage.


A su nena, Sofia, la eligió como Mary Corleone para "El Padrino III".
Fue lo más criticado de la película y mereció un Razzie, ante lo que cierto crítico llamó "un error casi fatal de casting".


Como directora, Sofia Coppola ha sido otro cantar.
"Las Vírgenes Suicidas", "Lost in Translation" y "María Antonieta" hablan de temática y ambición heredadas de papá Francis, aunque con un estilo más intimista y una hondura más discreta.
En todo caso, auspiciar y cuidar a su Sofia como directora ha sido la mayor obsesión de Coppola en los últimos tiempos.


Ahora anuncia que vuelve, en ese eterno retorno que siempre debe exigirse a los grandes.
Coppola contará con otro rebelde llamado Val Kilmer en un thriller que se llamará "Twix Now And Sunrise".
Como siempre, la máxima expectación.

1 comentario:

Luis Cifer dijo...

sinceramente, Copppola ha sido uno de los más grnades, pero esperar algo de él a estas alturas puede ser un error. Perdió el interés por el cine hace años, una pena.