lunes, 22 de noviembre de 2010

No Disparen al Novelón


Podría decirse que, en líneas generales, Hollywood siempre ha tenido poca vergüenza.
A lo largo de los años, ha encontrado tiempo para adaptar las más varopintas historias, los éxitos literarios más avasallantes e, incluso, las obras más intocables de la literatura.
Esto último lo ha hecho hasta en tiempos de censura y candor, cuando no tenía porqué hacerlo o cuándo no debía.
Si había que convertir las narraciones biblícas en una fiesta de disfraces, ahí vamos todos.


Si había que rebajarle el tono a Tennessee Williams, que no quede ni una castración ni una homosexualidad en ese guión.


Porque estamos hablando de Hollywood, my dear, el país de los sueños plásticos. Sintetiza y aligera.


La adaptación es un proceso muy complicado; especialmente, encuentra la dificultad de importar el lenguaje personal del escritor y, a la vez, guardarle fidelidad al argumento.


Ha habido muchas películas que han sabido hacerlo e incluso han potenciado las posibilidades de su fuente original; un fructífero camino que va desde "Lo Que el Viento se Llevó" a "El Sur", pasando por ese imbatible Harry Potter.


En el terreno de lo inadaptable, siempre se ha asistido a un desafío de calibre, y muchos se han sentido motivados por semejante hazaña.
Se tardó en adaptar "El Señor de los Anillos" y "Watchmen", pero se hizo, a todo lujo y promocionando su fidelidad al original. Fue caro y discutido, pero se consiguió.


Lo inadaptable podría responder a varios problemas.
Primero, que el libro sea tan jodidamente bueno e importante que sólo nombrarlo induzca a reverencia.


En segundo lugar, el lenguaje del inadaptable puede ser especialmente díficil de trasladar a las imágenes, y quizá pierda todo su dramatismo en esa transferencia.
Y un último aspecto a tener en cuenta es que la adaptación de un coloso requiere dinero a espuertas.


Hollywood puede poner de su bolsillo y resolver el último problema. Todo lo demás no puede evitarlo con seguridad.
Por ello, tiene dos miedos de toda la vida. Las dos grandes novelas norteamericanas que jamás ha conseguido adaptar: "El Gran Gatsby" y "El Guardián entre el Centeno".
La primera, siempre le ha salido mal y le ha costado cara. La segunda, ni Salinger ni sus herederos han querido darle siquiera la oportunidad.


A Salinger no le gustó nada lo que vio cuando se adaptó uno de sus relatos en 1949.
El resultado del reciclaje fue "My Foolish Heart", melodrama a mayor gloria de Susan Hayward.


Desde entonces, "El Guardián entre el Centeno" ha quedado herméticamente cerrada para cualquier adaptación cinematográfica.
Y sería difícil en todo caso. Porque la absorbente historia de Holden Caulfield, el angry teenager que no quiere volver a casa, sería impensable sin la continua voz de su protagonista.


La manera de odiar el mundo y ser exuberantemente melancólico a la vez es un reto que no podría contarse en una película convencional de Hollywood.
Probablemente, se escogería a un Holden más de lo guapo de lo debido, mientras el jugo de la adaptación se hipotecaría al lado sórdido de la historia, adornado lo suficiente para que el morbo venda entradas.
El alma de "El Guardián entre el Centeno" quedaría bien enterrada tras la operación.


Con Jay Gatsby, el cine norteamericano se ha atrevido tres veces.
La primera, una versión muda y perdida. La segunda, en 1949, una aventura muy modesta, protagonizada por Alan Ladd.
Y finalmente, la ambiciosa versión de 1974.


El guión corría a cargo de Coppola y la dirección quedó en manos del elegante Jack Clayton.
Sería el diseño de producción quien propiciara una de las películas más apabullantemente hermosas de la década de los setenta.
No hay una sola cosa fea en ese "Gran Gatsby".


Sin embargo, la película está completamente vacía. No sólo no capturó la vibración de la novela de Scott Fitzgerald; ni siquiera pudo alcanzar una entidad dramática propia.
"El Gran Gatsby" del 74 es un sólo bonito museo de lo retro.


Adaptar "El Gran Gatsby" es uno de esos sueños que han tenido muchos directores de cine, y todos han preferido que se quedase en linda ensoñación antes que en ruinosa pesadilla de la realidad.
Por eso, tuve que sentarme con cierta fatiga, cuando leí que la próxima película de Baz Luhrmann será una adaptación de "El Gran Gatsby", con Leonardo DiCaprio como protagonista.


Conociendo al director de "Romeo + Juliet" y "Moulin Rouge", el resultado va a ser más "Gatsby!" que otra cosa.
La semana pasada, se anunciaba que Daisy Buchanan será interpretada por Carey Mulligan.


La niña de "An Education" era la mejor opción entre una temible lista de candidatas, donde estaba incluida la mismísima Blake Lively.


Sospecho que este "Great Gatsby" luhrmanniano puede significar dos cosas: si sale bien, una blasfemia maravillosa; si sale mal, tendremos que pronunciar la hora de la muerte del director tras el descalabro de "Australia".


Mientras esperamos este nuevo Gatsby con toda la curiosidad del mundo, recomiendo receta infalible para sanear el alma y cultivar la mente: un libro por cada diez películas.

No hay comentarios: