viernes, 19 de noviembre de 2010

Hipocondrias y Paranoias de la Ficción


Si le duele la cabeza y pasa usted el tiempo suficiente creyendo que tiene un tumor cerebral, ha caído en la principal trampa de la ficción: Creérsela.
Ya dijimos en cierta ocasión que el público sigue siendo sugestionable y que, a pesar de haber alcanzado la mayoría de edad, todavía puede sentirse desafiado por películas y series violentas, con alto voltaje emocional o gráfico.


Su condición de imitación exagerada de la realidad y su necesidad de convencer al espectador también ha llevado al desarrollo, a veces muy sutil e inconsciente, de paranoias sociales e hipocondrias particulares.
El poder de convicción de los medios de comunicación está fuera de toda duda, y es un factor de la Historia, que se ejemplifica desde la victoria nazi hasta la retransmisión radiofónica de "La Guerra de los Mundos".


La ficción debe saber cuáles son los miedos más profundos de la sociedad y explotarlos.
El resultado ha sido que los ha difundido más que nunca, con sus enfermedades de nombres impronunciables, sus pavorosos asesinos en serie y su visión del mundo como un lugar peligroso y accidentado.
Cualquier narrador sabe que un análisis de sangre de la ficción siempre debe traer malas noticias.


Un clásico, "Rosemary's Baby", juega con los miedos básicos que es capaz de desarrollar una mujer embarazada.
En su paranoia prenatal, puede imaginarse que su marido se ha convertido en su enemigo, que hay quien desea quitarle su bebé o que algo extraño sucede en la placenta.


Por ello, "Rosemary's Baby" da especial miedo a las mujeres jóvenes.


Las series médicas son las responsables de una hipocondria general.
Hasta para los más valientes y racionales, cualquiera puede sentir que ir al hospital equivale a tener una enfermedad de complejísima resolución.


En la vida real, hay una enorme proporción de pacientes que acuden al hospital y no tienen nada. "No es una úlcera, ni hernia de hiato, ni cáncer de páncreas, señor mío. Es sólo resaca", podrían decir muchos doctores.
Pero la sugestión de la ficción compete lo somático. Se cuenta que muchos acuden al médico, asegurando que tienen síntomas parecidos a los que han visto en un episodio de "House".


En una serie tan exquisitamente descontrolada como "Nip/Tuck" se potenciaban dos miedos básicos: la hipocondria hospitalaria y la leyenda urbana.


Muchas de sus tramas partían de historias tan difundidas, como "la sonrisa del payaso", o que dormir con un desconocido pueda conducir a un amanecer con una cicatriz en el costado y un riñón menos.


Un episodio especialmente duro presentaba la paranoia de Christian, cuando Gina le informa que es seropositiva; él debe hacerse las pruebas del VIH cuanto antes.
Personalmente, cuando vi ese capítulo, mi paranoia fue igual a la de Christian.


Desde los que piensan que las cosas que ocurren en "Fringe" tienen algo de verdad hasta los que creemos ciegamente que vivir en Estados Unidos equivale a que te maten de la manera más creativa, ¿será el momento de que apaguemos la tele y salgamos sin miedo a la calle?


Cultivemos menos inseguridad y proveamos más vivencia. Al fin y al cabo, el optimismo también lo aprendimos en la tele.

2 comentarios:

Ernesto dijo...

Genial entrada como siempre Josito. No sabes el coraje que me da que haya tantos chorriblogs por ahí y tengan tanta fama y en el tuyo comente tan poca gente. Un abrazo.

Pd. Sin duda me quedo con Nip/Tuck.

Josito Montez dijo...

No se me preocupe, mi querido Arguifonte. Aunque haya pocos comentarios, este blog tiene unas visitas diarias infartantes.
Y, sobre todo, un gran número de incondicionales como tú, que llevan mucho tiempo leyéndome y siempre encuentran buenas palabras que dedicarme.

Gracias siempre.
Saludos.