viernes, 5 de noviembre de 2010

El Terrorismo y el Escorpión


La más encendida respuesta a la opresión, el terrorismo parte de ideas románticas para darse de bruces con la realidad de lo criminal.
Hoy es la auténtica contradicción del sistema globalizado.
La unión del mundo se encuentra con la protesta violenta, que desata los terrores en los grandes centros urbanos y pone en jaque a gobiernos y sociedades.


Los medios de comunicación y los seres bienpensantes pregonan que el terrorismo es una lacra de la humanidad, pero nunca dicen que es una consecuencia inevitable del mundo actual.


Mientras, en la psique de los terroristas, sus acciones se entienden como una reacción.
Ante Estados que se observan como herméticas maquinarias, ante democracias que se consideran fraudes, y ante imperios trasnacionales que aplastan con sus marcas y sus monopolios.


Normalmente, es una respuesta local, conformada por las clases más desprotegidas de una comunidad y capitaneada por líderes políticos y religiosos.


La Resistencia a los nazis fue, en su día, una forma de terrorismo.
Hoy es considerada una prueba de heroísmo, como cualquier cosa que suene a rebeldía, guerrilla y anti imperialismo.


Ahí está la trágica Elphaba de "Wicked", donde se nos contaba que la Bruja había sido francotiradora en la Ciudad Esmeralda.
Incluso el terrorismo ha sido visto como la última muestra de nihilismo, como esos burgueses que retrata Fassbinder en "La Tercera Generación", que se hacen terroristas por aburrimiento.


Y no hay mejor ejemplo que la mítica Patty Hearst, niñata rica secuestrada por una guerrilla urbana y escandalosamente convertida para la causa.


Como toda ideología, la realidad es el precio.
Las bandas se criminalizan en todos los sentidos, y sus mandatarios se consagran como gángsters, que usan la coerción cuando apuntan a sus objetivos o cuando discuten con sus propios subordinados.
Hay bandas terroristas que se han olvidado de sus intereses iniciales; sólo continúan su pique personal con las autoridades en general, y con la policía en particular.


Por su parte, los ejecutores son educados en la violencia, esos escorpiones que nos contaba "Juego de Lágrimas".


El valor de la vida humana se anula en ese aprendizaje.
En el caso del terrorismo islámico, hasta se pierde la noción de persona y se sacraliza la autoinmolación.


En realidad, el terrorismo en la actualidad no busca la justicia ni recuperar la dignidad de los pueblos. Sólo persigue arrebatar poder al poder, y ejercerlo de manera intimidatoria sobre las localidades que dice liberar.
Al final del día, Bush seguirá durmiendo en su rancho de Texas.
Y la vida de aquel que paseaba tranquilamente por la calle lucirá más importante que cualquier idea, por legítima que fuese.

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