miércoles, 9 de diciembre de 2009

1978


Jane Fonda y Jon Voight protagonizaban "El Regreso", drama sobre el desarraigo de los veteranos de Vietnam.
Hacía tres años que la contienda había terminado, pero Estados Unidos no se recuperaba de su primera gran derrota.


Todo era perturbado, desencantado y herido en 1978, y ahí salían títulos tan paranoicos como "El Expreso de Medianoche".


Sin embargo, la película que mejor expresaba la eterna pesadillla era "El Cazador", de Michael Cimino.
En una secuencia, tan inolvidable como pavorosa, Christopher Walken jugaba a la ruleta rusa, de la misma manera que la guerra jugó con toda su generación durante demasiado tiempo.


Hacía falta un Superman como Christopher Reeve. Porque, si caías al vacío, era bonito pensar que había alguien como él que podía sujetarte.


Jimmy Carter prometió que no se seguiría investigando la bomba de neutrógeno; aquella que mata a todo el mundo, pero tiene la cortesía de dejar el edificio intacto.
Las declaraciones de Carter eran todo un detalle en plena Guerra Fría.
El presidente norteamericano también mediaba en los acuerdos de Camp David.


Pero la violencia parecía inevitable, y más en un año repleto de tumbas y cadáveres.
Murieron muchos líderes y figuras políticas; entre ellos, Harvey Milk.
El líder de la comunidad gay de California cayó abatido por los disparos de una intolerante pistola, que se coló por la ventana de atrás.


El ferétro de Chaplin desapareció y murió el Papa. Su reemplazo, Juan Pablo I, sólo duró treinta y tres días.
Dormida estaba la necrópolis más fabulosa; despertada por las excavaciones del metro mexicano, apareció la pirámide de Tenochtitlán.


Cuentáme más, cuéntame más, ¿qué pasó con Sandy este verano?. "Grease" hablaba del inacabable furor por lo retro.
Su chico, John Travolta, también era protagonista de un éxito heredado del año anterior.


Porque la banda sonora de "Saturday Night Fever" no dejaba de oírse.
1978 fue el año de los Bee Gees, que preferían mantenerse vivos y preguntar sobre la profundidad de tu amor.


La discoteca necesitaba de sus voces en falsete y de sus doradas composiciones.
Era la gran época de las luces y sombras del Disco Inferno. Porque le freak c'est Chic, gracias a Dios que es viernes y el último baile, siempre con Donna Summer.


Esa loca fantástica llamada Kate Bush ponía de moda a Emily Brontë con sus "Wuthering Heights", y Bob Marley preguntaba "Is this love?".


Al ritmo de los Village People y "YMCA", bailaba la creciente comunidad gay, espoleada por el asesinato de Milk y celebrando los veinte años de Stonewall.
En España, también se celebraba la libertad; por fin, se firmaba la Constitución.


Terminaban oficialmente cuarenta años de escopetón y bigotito, mientras ardía el Pazo de Meirás, lugar de veraneo de la familia del occiso dictador.


La aduana del aeropuerto de Barajas pillaba a la hija de Franco, con joyas patrimoniales y billete hacia Suiza; la marquesita ladrona tuvo que declarar lo que no había declarado.
Otro que prefirió el avión fue Roman Polanski; bien podría decir que el año 1978 parece que fue ayer.


El perezoso y genial gato Garfield nacía en las más burbujeantes tiras de cómic, mientras Woody Allen se ponía más serio que nunca con sus bergmanianos "Interiores".


En televisión, Bobby se casaba con Pamela y así empezaba "Dallas", rústico muestrario de traiciones de familia y pasiones de oleoducto. Se abría así un inacabable pozo de petróleo televisivo.


Nació el primer bebé probeta y hasta las Islas Salomón eran libres.
Jill Clayburgh se quitaba el anillo, se decía descasada y comenzaba una nueva vida.


Porque 1978 era un gran año para empezar muchas cosas. Era la hora de agarrar el cuchillo, no tener miedo y salir adelante.

2 comentarios:

Josito Montez dijo...

Confiesa, tú eras el bebé probeta!!

Justo dijo...

Un año maravilloso.. qué voy a decir yo, que tenía 14 ó 15.