miércoles, 23 de diciembre de 2009

1950


1950 era negro y rojo, rojo, rojo.
Rojo era el planeta que evocaba Ray Bradbury en sus "Crónicas Marcianas". Nos contaba que el Marte bermellón sería el destino de la humanidad tras el desastre atómico.


En la Tierra, explotaban dos volcanes: el Manua Loa y el Etna. Ardía el año.


Tras la batalla de Inchon, el general McArthur se puso de los nervios y amenazó con la bomba. Einstein, también de los nervios, informó que una contienda nuclear sólo llevaría a la destrucción total.


Porque no hay nada como recordar la lógica en un mundo tan absurdo.
Absurdo se puso Ionesco y, así empezaron las representaciones de la legendaria comedia teatral "La Cantante Calva".


Afuera, París era existencialista de noche y comunista a la media tarde. Y siempre adicta al beso, cómo no.


En cambio, en Estados Unidos, cualquier territorio era impío para el color carmín.
El senador McCarthy seguía implacable, con una paranoia digna de la Gloria Grahame de "En Un Lugar Solitario".


McCarthy veía espías comunistas en las películas de Hollywood, en los despachos, en las escuelas, en los gobiernos.
La persecución se hizo catártica cuando la Unión Soviética aseguró tan tranquila que sí, que tenía armas nucleares.


Lo más ingenuo y terrible era pretender encontrar la verdad a través de confesiones atemorizadas.
Al otro lado del Pacífico, Kurosawa lo decía en su "Rashomon". No existe la verdad y cualquier juicio es humano.


Estados Unidos buscó aliados, hasta en recientes enemigos íntimos.
Retiró el aislamiento diplomático a la España de Franco. La misma España que, entre sus hechos de 1950, se cuentan el fusilamiento de un anarquista de veinticuatro años y la aprobación del Opus Dei.


Nat King Cole cantaba "Mona Lisa", el mayor éxito musical del año; los otros afroamericanos sólo podían aspirar a limpiarte las botas y darte los buenos días en el ascensor.
En Sudáfrica, se inauguraba el apartheid.


¿Época conflictiva, querido paciente? Le recomiendo un buen antihéroe. Marlon Brando debutaba en "The Men".
Por su parte, la Metro se hartaba y despedía a Judy Garland, cumpliendo su amenaza.


Judy tuvo tiempo de ofrecerle su clásico "Get Happy".


De Cenicientas y vanidades, hablaba "All About Eve", inmortal retrato del oportunismo, del teatro y de las mujeres.


En ella, intervenía brevemente la estrella que iba a brillar en la nueva década.
La Monroe también se dejaba ver en "La Jungla de Asfalto"; rubia, pechugona y mortalmente cautivadora desde el principio.


George Sanders le indicaba a Marilyn en "All About Eve" que el futuro estaba en la televisión.
Los intelectuales criticaban la nueva caja de las maravillas, pero ya se había conseguido que un millón de norteamericanos comprasen el invento.
En 1950, se aprobó la licencia para las primeras emisiones en color.


C. S. Lewis intentaba distraer a los niños a la antigua usanza. Hay un mundo detrás del armario, decía, donde vive un león parlachín y una bruja con planes.


Una bruja con planes. Oh, Norma Desmond, tus días habían oficialmente acabado.


La Gloria Swanson de "Sunset Blvd." hacía todo lo posible por volver a la pantalla.
Por su parte, Dix Handley, el Sterling Hayden de "La Jungla de Asfalto", quería reencontrarse con su caballo y, de paso, con su infancia.


Norma y Dix, dos personajes que deseaban con desesperación volver al pasado. Pero el tiempo es inexorable, como debía saber la "Cenicienta".


Corre, niña, que son las doce. Vuelve a casa y no salgas más. Lo apropiado es que enciendas la televisión y te olvides del sexo.
Porque, querida mía, ha empezado la década de los cincuenta.

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