sábado, 8 de mayo de 2010

"Dexter"


Es evidencia del fructífero camino que la televisión norteamericana ha recorrido en las últimas dos décadas.
"Dexter" no sólo se limita a contar una historia, sino que opta por un estilo y apuesta por una estética.


Y, desde el principio, busca provocar.
El punto de vista es la mirada de un asesino en serie, cuyas acciones son desconocidas por su entorno familiar y laboral.
Dexter Morgan hace al espectador el único conocedor de sus secretos y sus mentiras.


Un oscuro - o más bien, rojo - episodio de su infancia lo convirtió en potencial asesino.


Su padre adoptivo, consciente de que Dexter viviría dañado para siempre, reorientó dicho potencial.


Bajo un estricto código, Dexter mata a los otros asesinos, a los que se escapan de sus condenas y se salen con la suya, escurridos por los múltiples agujeros del sistema.
Actúa con frialdad y eficiencia, desplegando un auténtico ritual. Es, por tanto, un ejecutor.


"Dexter" ilustra la violencia de una manera estilizada y morbosa, mientras el retrato de su personaje es deliberadamente manipulador.
Pero no hablamos del maniqueísmo de "Harry, el Sucio".


La serie ni glorifica a Dexter ni lo juzga, sólo busca introducirse dentro de él y hacernos partícipes de esa comprometedora inmersión.


Dexter nos asegura que es un ser asentimental, incapaz de disfrutar con las emociones que mueven al prójimo, pero interesado en recrearlas para mantener las apariencias.


Para la Policía de Miami, es un pacífico ratón de laboratorio; para la atolondrada Debra, es un hermano comprensivo; para la frágil Rita, es el novio ideal.


La disociación que se refleja entre vida secreta y cara externa resulta universal.
Todos hemos actuado ante los demás y hemos fingido sentimientos.
Aunque no seamos asesinos con un código, hemos ocultado muchas de nuestras verdades interiores para poder desarrollarnos en sociedad.


Además, esa característica del personaje lleva a la serie a indagar en el significado verdadero de conceptos como la conciencia, la culpa, el amor o la empatía.


La serie adora el contraste. Así, la gelidez de Dexter se contrapone al tórrido paisaje del Miami en el que vive.


La inteligencia del personaje se opone a la mediocridad de los agentes de policía que trabajan con él; su falta de ambición profesional, al oportunismo de todos ellos.


Basada en la saga literaria de Jeff Lindsay, las tramas y el tono de "Dexter" se mueven entre el humor negro, el placer de medianoche y el thriller criminal.


Entre sus evidentes inspiraciones, se cuentan Patricia Highsmith, Bret Easton Ellis, Dario Argento y Quentin Tarantino.


Un personaje como Dexter Morgan sólo podía ser interpretado por Michael C. Hall, ese actor que pasa de atractivo a turbio en un instante.
El diseño de producción es impresionante, desde la fotografía hasta la música, pasando por esos magistrales títulos de crédito, que cuentan perfectamente el personaje en menos de dos minutos.


Las dos primeras temporadas de la serie están llenas de grandes momentos, pero resultan un tanto irregulares.


La utilización continua de la voz en off y el flashback ralentiza la narración, haciéndola premiosa, mientras se detiene en tramas no demasiado estimulantes o bastante obvias.
Es el caso de la aparición de Lila, versión oscura de Rita y posible "novia del monstruo", que no aporta gran cosa ni resulta muy afinada.


La tercera temporada apuesta por un grado de delirio mayor, pero el resultado parece más centrado.
Además, ya no queda tan clara la roboticidad de Dexter, ni se muestra tan infalible como en otros tiempos; por tanto, resulta más accesible y menos grave.


El protagonista acaba resultando una curiosa variante del súperheroe de cómic. Es el "súperantihéroe", con sus poderes, sus defectos y sus sucesivos antagonistas.


El gran momento de "Dexter" ha sido su cuarto año, que concluía el pasado mes de diciembre.
Es cuando la serie consigue plenamente lo que había estado buscando: ser una sinfonía del horror.


En toda esa cuarta temporada, no hay un solo paso en falso y la tensión dramática lograda se puede cortar con tijeras.
Se establece una correspondencia perfecta entre el nuevo papel de Dexter como padre de familia y el villano al que está persiguiendo, "el asesino Trinidad" (un maravilloso John Lithgow).


La paternidad y la familia, como subtextos de la historia, acaban expresados de una manera tan coherente como astuta.


El final - sorprendente, atroz, valiente - no sólo ha dejado alelada a toda la audiencia, sino que es ejemplo de las posibilidades de una serie tan arriesgada.
Si sigue por ese bendito camino, no faltarán nuestras reverencias.

1 comentario:

Ramón dijo...

Es el Kira de la realidad. Y, como su antecesor, se deja adorar. Porque es mas facil adorar a un asesino de lo que creiamos.

''Just as planned''.