miércoles, 5 de mayo de 2010

1930


¿Era dorado el año 30?
Al respecto, Dashiel Hammett nos contaba algunas verdades en "El Halcón Maltés".
¿Has hallado el tesoro? Ráscalo bien, para que veas que es una falsificación.


¿Has conocido a la mujer que buscabas? Ponla a prueba, para que veas la mentecata que tienes de invitada en casa.
¿Acaso has encontrado la paz que te prometieron?


El siempre visionario Evelyn Waugh predecía la decadencia social y veía clara la repetición de la guerra.
En su novela "Cuerpos Viles", genial comedia, amarga sátira, Adam Fenwick-Symes perdía el borrador de su novela en una inmisericorde aduana.
No conseguía a su sweetheart y todo iba camino de ese Apocalipsis que sólo podían brindar los mejores campos de batalla.


La Primera Guerra Mundial se olvidaba en las conversaciones de la hora del té, pero no salía de las preocupaciones, de las almas, de las historias, desvelos intensificados tras el crack económico.
La guerra del 14 ya tenía melodramón bélico a la altura en terrenos cinematográficos.
"Sin Novedad en el Frente", con el bello Lew Ayres, se encontraba entre lo más exitoso del año.


Los villanos eran los alemanes, así que, en el país humillado, "Sin Novedad en el Frente" fue cordialmente prohibida.
El público bienpensado y casto de aquellos tiempos tenía otro motivo más de preocupación. Así, la audiencia se confesaba asqueada con una película llamada "La Edad de Oro".


Una mujer chupaba los dedos del pie de una estatua, mientras esperaba a su amante. Y, al final, para coronar el espanto, aparecía un Jesucristo borracho.
Dios te salve, Buñuel.


Aquella provocación era un atentado de celuloide.
Se llamaba Surrealismo, lo inconexo vestido de irreverente, y con la intención de contar conscientes y subconscientes.


La "Sangre de un Poeta", de Cocteau, era otra muestra, más estilosa y franchute -y, por tanto, más light - de las posibilidades artísticas del cinematógrafo.


Ain't misbehavin'!
Eran tiempos de redistribución de tierras ante sequías, crisis e ideales demasiado exacerbados.


Stalin era el rey en esos temas, planificando y colectivizando el campo ruso, haciendo gris lo que ya era gris.
La mayoría se resignó y se puso manos a la obra.
Otros rusos volaron hasta Polonia, alérgicos a los planes stalinianos; algunos, fueron purgados y olvidados en fríos registros.


Gandhi iniciaba su marcha pacífica en la India.
Lo arrestaban, en silencio, en dignidad, con la admiración del mundo, de la ética y de la Historia.
No hubo otro como él.


La España de 1930 no quería apellidarse Primo de Rivera y empezaba la revolución. Se reunían las primeras fuerzas republicanas en Jaca.
Porque, pa' atrás, ¡ni pa' coger impulso!


Más allá del océano, la canción más oída del año parecía una amarga ironía, o quizá, una invitación a la esperanza: "Happy Days Are Here Again".


Babe Ruth, el astro del béisbol, era el único americano feliz. Cobraba más que el presidente Hoover y entretenía al resto del país con sus bates y sus milagrosas carreras.


La Depresión llegaba para quedarse.
La sequía no acompañaba el destino de Arkansas, se fumaban más cigarrillos que nunca y se comercializaba por primera vez la comida congelada.
El declive era imparable, pero agónico, demasiado lento, sin la perspectiva que dio la ruina postrera.


A finales de año, Hoover pedía dinero y medidas en el Congreso. Roosevelt ganaba en Nueva York y anunciaba su candidatura presidencial.
Se pintaba el "American Gothic", con ese tridente simbólico.


Aun muertos de hambre, los americanos eran mesméricos por su simpleza, con su Mickey Mouse, su Betty Boop y su maldito cine.


Incluso desde su fracaso financiero, siguieron conquistando el mundo.
Y así, Marlene Dietrich se descalzaba y seguía a Gary Cooper por el desierto de "Marruecos".
Era la imagen: Europa detrás de América, a pesar de lo impío.

No hay comentarios: