viernes, 13 de diciembre de 2019

La Radio Inmortal


Mis publicaciones continúan en La Radio Inmortal. Te espero allí.

lunes, 9 de abril de 2012

9 de Abril (The Finale)


La casa está vacía. Acaban de llevarse el último mueble y sólo quedo yo. Tengo una botella de champán y dos copas.
Espero por ti, en el final definitivo del blog de "Josito Montez".


Durante cinco años, esta ha sido mi casa. Tú, en algún punto de ese tiempo, caíste aquí, por casualidad o porque alguien te indicó el camino.
Llegaste, te hice sitio y quisiste quedarte.


El 9 de Abril de 2007 publiqué el primer post de este blog. Se titulaba "Nueva vida, nuevo blog". Por entonces, tenía una idea de lo que sería esa nueva vida y ese nuevo blog. Me equivocaba por completo.
Nada de lo que ha pasado durante estos cinco años pude predecirlo aquel 9 de Abril.


No sabía que estos cinco años iban a ser tan maravillosos, tan locos, tan sufridos, tan llenos de experiencias y de alguna que otra desazón.
Cinco años de todo ese aprendizaje que recibimos los niños cuando nos convertimos en hombres.


En aquel 9 de Abril, no me hubiese creído esta vida, no me hubiese creído este blog. Ahora, no cambiaría ni una sola coma de todo lo que ha sucedido y de todo lo que he escrito.


Desde que anuncié hace dos meses que el blog terminaba, muchos han preguntando las causas del cierre.
Podría dar varias explicaciones y la palabra "agotamiento" podría estar en casi todas.
Otros habéis intuido el porqué. Espero que todos lleguéis a comprenderlo.


El final de las cosas no se decide. Simplemente, llega. Aparece cuando algo te impide seguir adelante y debe ocurrir antes de que sea verdaderamente insufrible.
Estoy satisfecho de haber llegado hasta aquí, de haberle puesto fin cuando y como yo deseaba, pudiendo pasear por sus mejores rincones por última vez.


Estoy feliz de las 1309 entradas, de los 1800 visitantes al día y, sobre todo, de los muchos amigos que he encontrado gracias a este blog.


Todo escritor sueña con un público tan generoso y fiel; toda persona desea el cariño y la admiración que se me ha demostrado repetidamente.


Ahora me dirijo hacia el futuro, con la necesidad de cumplir con proyectos, historias y cosas con olor a nuevo.
No tengo planeado abrir ningún blog, pero quién sabe.
El bloggerismo ha sido una adicción. Y, como todas las adicciones, siempre es buen momento para volver a caer de lleno en ellas. Only time will tell.


En cualquier caso, el asunto Montez continúa en mi perfil personal de Facebook (Jos Montez), donde hablamos de muchas cositas y nos reímos un montón. Todo el que se porte bien está más que invitado.


Ha llegado la hora. Nos encaminamos a la puerta de esta casa.
Dejo las ventanas abiertas, sí. Para que estos cinco años de blog permanezcan eternamente besados por la luz.


Acierto a decirte:
- No llores porque termina. Sonríe porque sucedió.
Y, entonces, me acuerdo del champán.


Pop! Con cuidado para que no se derrame, sirvo dos copas.
¿Por qué brindamos? ¿Por el amor? ¿Por el cine? ¿Por la HBO? ¿Por el Día del Maromo? ¿Por el futuro? ¿Por nuestra amistad?
Mejor no digamos nada. Sabemos bien lo que hay entre nosotros. Basta mirarnos con una sonrisa entre lágrimas, mientras alzamos nuestras copas.


Deseando que este instante dure para siempre. Juntos, tú y yo, hasta la última palabra.

viernes, 6 de abril de 2012

Códigos y Argumentos


Códigos para entender el mundo, argumentos para contar la vida.
Son las palabras y los valores que usamos para comunicarnos, buscando su vibración, rastreando la potencia dramática de los significados.


Como seres en busca de trascendencia, conceptualizamos la existencia.
Definimos el alma, la melancolía, la muerte, la enfermedad, las ganas de volver a verte, el amor, la esperanza.
Y también las cosas aparentemente insignificantes, desde el paradero exacto de mis llaves hasta la necesidad del Omeprazol.


Son los objetos y los sentimientos que giran a nuestro alrededor, esquivos o duraderos, eternos o efímeros.
Atesorarlos es olisquear el sentido de la vida.


Por fe o por egoísmo, necesitamos esos códigos para entender el mundo y esos argumentos para contar la vida.
El poder de las historias y la impronta de las imágenes son las mejores herramientas que poseemos para comunicar estas y otras sensaciones.


El escritor busca contar su mundo al mundo y sus lectores aspiran a encontrarlo, en una comunión privada, donde no hay mayor regla que la intimidad.


A través de la literatura, nos encontramos en plena cueva, sitiados por la oscuridad, y salimos de ella, distintos, nuevos.
Con un poco de suerte, hasta mejores.


Para encontrarte, abrí este blog hace cinco años.
Por el goce de contarlo todo; porqué los hombres no deben depilarse el pecho, porqué las mujeres son tan maravillosas o porqué cuando todo se pierde, no hay nada perdido.
Siempre queda ese poso de dignidad por el que levantarse mañana.


Oh, mis "Codes & Topics", la única sección que llega hasta el último día con su nombre intacto, donde he escrito las líneas de las que me siento más orgulloso.
Fue donde, de verdad, pude tocarte.


Escribir todos esos códigos y argumentos ha sido genuina tortura y seguro placer. Y, gracias a ellos, he descubierto lo más importante: tengo que vivir primero.


(El lunes, tenemos una cita con el final).

jueves, 5 de abril de 2012

Mr. Jackman


Hoy, tendidos en la cama, borrachos de esperanza, podríamos acertar a preguntarnos: ¿Cómo sería nuestro hombre ideal?
El Mr. Man de todos los Mr. Men, el mejor de los mejores.


Deseamos y soñamos que sea un maromo, por supuesto, como los que he traído y mostrado cada jueves.


Exigimos que se bañe todos los días. Fantaseamos con que sea fuerte y guapo.


Queremos que nuestro chico se lo pase tan bien en la playa como en los Oscars.


Que vestido de smoking resulte tan sexy como descamisado. Que esté desnudo, que siempre esté desnudo.


Que se vea tan favorecido con barba como lindo sin ella.


Que sea encantador, educado y amable. Que sea buena persona. Que sea íntegro y no se venda.


En definitiva, que aspire a recorrer por siempre el camino hacia la nobleza.


Que sea la mezcla perfecta entre un oso, un león y un lobo.


Que proteja lo que quiera. Que defienda lo justo. Que sea una estrella, desde que llegue hasta que se vaya.


Que tenga mucho que contar. Que sea maduro y viajado, quizá originario de algún país lejano. Que quiera conquistar el mundo.
Que, haga lo que haga, merezca la pena sólo por él.


Que haga reír a los demás y que sonría con frecuencia, como si le gustase vivir, como si no tuviese miedo de morir.


Que saque las garras y se atuse el pelo con la misma gracia.
Que sea más grande que la vida, que su cuerpo no conozca la metrosexualidad y que sepa la diferencia entre macho y machista.


Que no tenga complejos en cantar, bailar y enamorarse.


En la vida real, probablemente consigamos uno que sólo cumpla con la condición de bañarse todos los días.
Pero, en "Josito Montez", los jueves siempre han sido cosa de soñar.


Y hoy soñaremos con un hombre que sea como Hugh Jackman.


Hasta el fin del mundo con él.

miércoles, 4 de abril de 2012

La Máquina del Tiempo


He subido mil veces a la máquina del tiempo.
Con la emoción que brindan los mejores juguetes, he pulsado las cifras que componen los años del siglo XX y he visto el pasado.
El nuestro, el de nuestros padres, el de nuestros abuelos.


Al final, he terminado por desarrollar una enfermedad nueva y altamente contagiosa: la nostalgia de los tiempos nunca vividos.


Sí, he visto el pasado y es hermoso, triste, lleno de guerras, amores imposibles y canciones que crepitan en gramófonos.
Está trufado de heroísmos, saltos de fe, familias asediadas y asesinos que escapan por la puerta de atrás.


La Historia y el mito; es lo que se vive en la máquina del tiempo.
De tanto marcar cifras, ya no sé cómo regresar.


En una de mis paradas, vi a Judge Reinhold masturbándose ante la formidable visión de Phoebe Cates saliendo de la piscina.
El marcador debía tener el día ochentero.


Después, la máquina del tiempo me llevó diez años adelante y pude contemplar mis propias pajas a la salud de los calzoncillos de Marky Mark.


Porque he visto tantas masturbaciones como batallas, tanto deseos como inquinas, gracias a mi querida máquina del tiempo.
Sé bien que la Historia es sangre y semen, guerra y amor, muerte y sexo. Así nos contamos, así nos contarán.


Dicen que las sociedades que no tienen memoria histórica están condenadas a repetir todos y cada uno de sus errores.
Deberían añadir que, sin memoria, uno se muere, desaparece. No es nada.


Concebimos nuestras existencias como una colección de fotografías, un batiburrillo de escenas, una Biblia incompleta, llena de pasajes y versículos, donde se acumulan personajes y genealogías.


Preferimos relatarnos de muchas maneras, pero sublimar lo sucedido, subrayarlo y ponerlo en mayúsculas es inevitable.
Es nuestra necesidad de trascendencia, de justificarnos, de explicar porqué somos así, porqué cambiamos, porqué dejamos de amar o porqué desistimos de odiar.
Queremos que nuestra historia sea también Historia.


Durante las últimas décadas, la tecnología nos ha permitido recuperar con mayor facilidad las imágenes del ayer, valorar sus progresos, añorar sus heroicas ingenuidades.
Desde nuestro privado pretérito hasta los inicios de nuestra civilización; a un solo clic, encontramos fotografías del mundo tal y como era.
En blanco y negro, flemático, con mujeres de sombrilla y hombres de mostacho.


Viajamos a las décadas del siglo XX y conocemos sus estéticas, sus dramas, sus momentos cumbre, sus presagios de perdición.


Hoy subirse a la máquina del tiempo se hace imprescindible.
Se sueña con épocas de prosperidad, pero, sobre todo, se suspira por días donde los valores y los límites del buen gusto estaban bien claros.
Es una manera de autogestionarse espiritualmente, cuando las cuentas económicas y morales no cuadran.


Desembarcamos en el pasado con avidez recolectora. Atracamos los armarios, los sonidos, los celuloides, los daguerrotipos.


Nos inmiscuimos en los procesos históricos, exigimos nuevas adaptaciones de las grandes obras de la literatura y revisitamos hasta lo peor de lo peor, conscientes de que la mayor vulgaridad puede tener un valor irónico en el que abrigarse.


Atrapados en la máquina del tiempo, le damos tanto al contador, divinizamos tanto la efeméride, que nos quedamos secos de personalidad.
Vivimos en una época recapitulativa, acomplejada de sí misma, donde la cosa vintage se dosifica como el definitivo narcótico.


Hemos olvidado que nuestro mayor deber cultural es pasar a la Historia como han hecho otros: locos por el futuro.


Es la hora de regresar.
Sin memoria, no somos nada. Sin esperanza, somos una mierda.