sábado, 1 de mayo de 2010

"The Wire"


Disfrazada de serie policial, "The Wire" ni siquiera debería titularse así.
Bien podría llamarse "West Baltimore", del modo en que retrata ese lugar en todas sus vertientes.


Un lugar con mayoría de población negra, donde la delincuencia conforma un cáncer que ha llegado hasta el extremo de la metástasis.


Pero las larvas de esa manzana podrida también se retuercen en todos los estamentos de la ciudad, desde el sistema educativo hasta las altas políticas.


El oportunismo se impone al talento, la improvisación a la eficencia, y la estadística manipulada al entendimiento real de los problemas sociales, económicos y criminales.
Tener buenas intenciones no es suficiente y, a veces, ejercer el sentido de la ética conlleva perder el puesto de trabajo.


En medio, se ilustra la clase policial como el paradigma de la apatía reinante en ese Baltimore.


Los más aguerridos detectives, interesados en atrapar a los violentos narcotraficantes de la zona, pelean contra una burocracia abotargante, que retrasa soluciones y dilata efectividades.


"The Wire" es una mirada al mal funcionamiento. A todos los niveles, en todas las aristas del sistema y expresado metafóricamente en el irreparable interior de su protagonista.


Éste, el detective Jimmy McNulty, afronta con desesperación el triste discurrir de las cosas.
Bebe como un cosaco, duerme con todas y falta el respeto a la autoridad.


En realidad, es un personaje muy norteamericano, porque es incapaz de asumir que no es un héroe y que va a perder siempre.
Alrededor de McNulty, se compone un enorme puzzle de personajes, todos caracterizados con gran riqueza y detalle.


La intención realista de "The Wire" se expresa con contundencia, tanto en formas como contenidos.
Elige escenarios reales y apuesta por la sensación de mediocridad ambiental y de lugar desfasado. Su casting es asombroso, con una perfecta asociación entre tipos y físicos.


Cada temporada apuesta por uno o varios focos de interés, mientras se desarrollan sus nada ortodoxas intrigas.
Ser imprevisible, antiglamouroso y contrario al impacto evidente es el faro estilístico por el que se guía "The Wire".


Valga el ejemplo su cuarto año, donde McNulty desaparece prácticamente y un personaje terciario, Pryzblewski, policía convertido en profesor de Primaria, ocupa todo el interés.


Porque no hay deudas sentimentales ni con personajes ni con tramas. Todo se compone en función del foco de atención específico de la temporada.


Aún así, "The Wire" no renuncia a lo épico.
Su descripción de la delincuencia, con su lenguaje propio, sus cadenas de mando y sus códigos de honor, se ha convertido en tal mito, que hasta los aludidos de la vida real se han apresurado a imitarlo.


La pelea a dentelladas entre los Barksdale y Stringer Bell acaba revestida de un delicioso toque shakespeariano.


Mientras, el patriarca sindical del puerto, Frank Sobotka - interpretado por un luminoso Chris Bauer - se consagra como la quintaesencia del personaje trágicamente atrapado.


La sed de poder se ilustra como nunca en el rostro de esfinge gélida de Marlo Stanfield.


Y, en el horizonte, aparece Omar Little, pistolero homosexual y temido por todos; un magnético forajido que acaba por convertirse en el personaje estrella de "The Wire".


La serie nunca tuvo especial seguimiento por parte del público y fue ignorada prácticamente hasta su última temporada.


Fue entonces cuando se descubrió su condición de fenómeno secreto y muchos críticos la aclamaron como la mejor serie de televisión jamás realizada.


Personalmente, "The Wire" siempre me ha parecido más admirable que apasionante.
Ese metraje opresivo, esas tramas deliberadamente confusas y ese distanciamiento machote, que aparta al espectador de cualquier sensación de comodidad, no suelen ser los ingredientes de mis platos televisivos favoritos.


Si la serie ha seducido por su discurso honesto y su lenguaje desnudo, quizá pueda dejar algo indiferente a muchos.


Es una Biblia del pesimismo y un retrato de fealdades morales y sistémicas; como tal, muchos adorarán encomendarse a ella.
Otros, en cambio, la encontrarán un tanto aburrida.

4 comentarios:

Groupiedej dijo...

A mi si que me apasiona, ya lo sabes, quizá porque nunca me apasionaron las caras amables y esta no lo es ni siquiera en las celebraciones.
¿Qué más puedo decir?
Ah, bueno, sí. Que nunca antes se vio tanto tío bueno en una serie... hasta la llegada de True Blood, claro...

Anónimo dijo...

Mi serie favorita, no sé si de todos los tiempos, pero casi. La cuarta temporada, con los niños, de una tristeza insuperable. Y, te lo aseguro, Baltimore es así. Bueno, con toques de John Waters. Eso sí, no se ven hombres tan guapos como Stringer Bell.

María Florencia dijo...

Me gusta mucho cómo escribes las entradas, con muy buenas frases y excelentes imágenes que describen lo fundamental de lo que dices.
The Wire es una gran obra. La cuarta temporada me está costando un poco por lo que has comentado, pero sin lugar a dudas, ese aire de realismo y de pesimismos es lo que la hace más diferente del resto de series. The Wire es única.

"no hay deudas sentimentales ni con personajes ni con tramas"

Y que lo digas...

Stringer Bell, Barksdale y Omar Little son de lo mejor que he visto en TV.

Saludos!

Josito Montez dijo...

Espero que aunque no sea tan fan de la serie como vosotros, os haya gustado el artículo.
Y sí, el reparto masculino es todo un tema: Dominic West, Idris Elba, Seth Gilliam, Corey Parker Robinson, Rick Otto, Aidan Gillen, todos guapísimos.

Muchas gracias, MFAL.