miércoles, 22 de febrero de 2012

A Solas con Ryan O'Neal


Niño bien de Hollywood, rubio corazonable de los años setenta, protagonista de un puñado de clásicos, aburrido señor de su mansión de Malibú, padre terrible.
Excelsos atributos de ese disputado emperador llamado Ryan O'Neal.


Su llamada a la gloria fue romántica y televisiva.


Se llamaba Rodney Harrington y vivía en "Peyton Place", el legendario primer culebrón de lujo, donde también nacería Mia Farrow.


Su imagen de heartthrob de las audiencias encontraría su ideal refrendo cinematográfico.


Sucedía con aquel doliente Oliver de "Love Story", que abrazaba y amaba a Ali McGraw hasta el último momento, delante de un público infartado de lacrimal.


La película, uno de los taquillazos más rotundos e inesperados de su tiempo, convirtió a Ryan en un actor inmensamente popular, que pronto pasaría a ser deseado por muchos directores.


Su estimulante físico, entre rústico y aniñado, lo hizo digno de todo furor.
A mi entender, Ryan O'Neal fue el tío más sexy de los años setenta.


Con Peter Bogdanovich, Ryan encontraría sus horas más felices.


Por un lado, una dinamita cómica llamada "What's Up, Doc?", donde se homenajeaba a la screwball comedy.
Ryan coincidía con el terremoto Barbra Streisand, y el divertimento resultante prosperó en las taquillas.


Más ambiciosa fue "Luna de Papel", tierna mirada a la Depresión, donde O'Neal era un mentecato vendedor de Biblias.
Supone, sin duda, su mejor interpretación.


Pero los laureles fueron para su hija, la espabilada Tatum O'Neal, que recibiría el Oscar a la mejor actriz de reparto.


Otra gran aventura de Ryan O'Neal de aquellos tiempos se llamó, por supuesto, "Barry Lyndon".
Se cuenta que su presencia en la obra de Stanley Kubrick fue imposición directa de la Warner Bros.


En cualquier caso, la apabullante hermosura de "Barry Lyndon" quedó por encima de la interpretación de Ryan.


Estos buenos momentos setenteros de Ryan O'Neal no terminarían sin una relación amorosa digna de todo flash.


Farrah Fawcett era la afortunada y, ante la suspicacia ajena, ellos contestaron con vigencia.
El tiempo fue such a bitch para los dos. En el caso de Ryan, de una manera desoladora.


Escaldado de sus dos matrimonios anteriores, Ryan nunca quiso casarse con Farrah, pese a llamarla repetidamente la mujer de su vida.
Vivieron veinte años de turbulencias y reconciliaciones.


Mientras él vencía a la leucemia en una ocasión, ella no tuvo tanta suerte.
Ryan le sujetaría la mano a su pobre Farrah en el lecho de cáncer y despedida.
Dijo entonces a la prensa que le pediría en matrimonio. Pero Farrah moriría antes de oír la propuesta.


Para Ryan O'Neal, ha sido imposible emular los logros de sus grandes años. La emoción por él se disipó en poco tiempo, mientras la crítica nunca ha sido benevolente.
Guapo a morir en un tiempo, tendencia a la inexpresividad siempre.


Cuando su físico empezó a marchitarse, quedó poco que hacer.
Quizá asumida la caída libre, Ryan O'Neal subsiste y no permite que lo olviden. Lo más reciente es su papel en la serie "Bones".


Pero lo O'Neal ha sido, sobre todo, condimento de escándalos y follones mediatizables.
Su mal carácter y sus brutales adicciones lo definen, y allá estuvieron sus hijos para aumentar el drama, puros espejos de los defectos de papá Ryan.


Sus hijos mayores han vivido peleados con él durante décadas.
Mientras, Redmond, único retoño con la Fawcett, arrastra una devastadora adicción a las drogas, que lo ha condenado a centros de internamiento y promesas de rehabilitación.


El asunto Redmond motivó la gran bronca de Ryan O'Neal con uno de sus hijos mayores, Griffin.
Éste, para impedir que su hermano saliese a por más drogas, lo ató a la escalera.
Cuando Ryan entró en la casa y vio a Redmond atado, fue a por su pistola e inició una violenta discusión con Griffin, que terminó en arribada policial y denuncia finalmente retirada.


En el funeral de Farrah, Ryan O'Neal divisó una bella rubia que se dirigía hacia él. Le pareció muy guapa y quiso mostrarse simpático con ella.
La bella rubia lo abrazó y le dijo:
- ¡Papá, soy yo!


Tras veinticinco años separados, Ryan y Tatum se reencontraban.
Ella confirmaba reconciliación con su padre, a golpe de entrevista y autobiografía.


Quizá supieron que, cuando todo acaba y embarga la tristeza, es necesario darse una segunda oportunidad.


Y, cuando terminan las historias de amor y odio - esas que tan bien conoce Ryan -, lo apropiado es volver a casa.

3 comentarios:

Athena dijo...

Me ha encantado la entrada ;) Le tomo cierta foto para mis parecidos razonables...

Tarquin Winot dijo...

No te creas tu que me gustaba este hombre, pero hay que reconocer que guapo era a rabiar..... y, de cuando en cuando, caso de "¿Qué me pasa doctor?" el tipo no lo hacía mal.

Athena dijo...

En esa película es que nadie lo hace mal. Me encanta toda ella. Y Barbra está estupenda y monísima.