domingo, 19 de febrero de 2012

El Síndrome Genovese


En 1964, Kitty Genovese fue asaltada en plena calle y apuñalada hasta morir.
La joven se dirigía a su apartamento en el neoyorquino barrio de Queens, cuando se convertía en víctima de un asesino en serie.
En pleno ataque, el asesino se escabulló, ante el paso de un transeúnte, pero volvió inmediatamente para rematar a Kitty.



Al día siguiente del suceso, la prensa contó que el asalto a Kitty Genovese había durado más de 30 minutos.
Al menos, 38 personas presenciaron el ataque. Nadie llamó a la policía. Nadie intervino ni hizo nada por ayudarla.


La literatura sobre el caso Genovese lo convertiría en un clásico de la psicología social.
¿Cómo se explica el comportamiento de esos testigos? ¿La sociedad norteamericana había alcanzado tal nivel de frialdad?


Experimentos sociológicos han terminado por definir el "síndrome Genovese" o "efecto del transeúnte testigo".
La inacción es compartida y contagiosa en una situación de emergencia.
La responsabilidad de la intervención inmediata se traspasa, se delega. Si nadie está haciendo nada, es porque ya se ha hecho, porque no se puede hacer nada, porque yo no puedo hacer nada.


Cuantos más testigos, menos probabilidades hay de que alguien tome la decisión de intervenir.
El síndrome Genovese aparece en situaciones de peligro, fortuitas, especialmente radicadas en zonas urbanas, donde el individuo no puede descifrar correctamente lo que está ocurriendo.
El ser urbano se programa a sí mismo para aislarse del cotidiano bombardeo de información que recibe.


Ignorar un grito de ayuda, ¿más síntoma de alienación que prueba de su vileza?
Así lo cuentan los psicólogos sociales.
Revisando el caso Genovese, se ha escrito, no obstante, que fue enormemente exagerado por los medios.
Durante el ataque a Kitty Genovese, la mayoría de los testigos no veían lo que estaba ocurriendo y sí se produjo al menos una llamada a la policía.


Pero su dramatismo - el hecho de que suceda en plena calle ante ventanas mudas - ha definido y explicado a la perfección un síndrome que se ha diagnosticado en varias ocasiones.
Fue el caso de la panda de tipos borrachos que irrumpieron en un desfile callejero por Central Park en el año 2000.
Los caballeretes comenzaron a meter mano y desnudar a más de 60 mujeres.


Dos de ellas gritaron a agentes de policía, que ni se movieron de sus puestos, mientras nadie de los demás presentes intervino o hizo nada por ayudarlas.
En la ciudad china de Foshan, la niña de 2 años Wang Yue, fue atropellada fatalmente en dos ocasiones, siendo ignorada por un total de 18 personas.
Sucedía el pasado mes de octubre.


La situación de peligro disuade aún más de la intervención, diagnóstico evidente de esas responsabilidades transferidas por el inconsciente.
Pero es muy elocuente que este síndrome irrumpa, sobre todo, en sociedades eminentemente cobardes, obsesionadas con la seguridad personal.
Allá donde el heroísmo - ideal antídoto contra el síndrome Genovese - prefiere aplazarse para mañana.


El efecto del testigo transeúnte consiste en presenciar la fechoría, oler el Mal y no ser capaz de entenderlo.
Es la desconfianza ante los extraños y lo extraño, elevada a la enésima potencia, concluyendo que resolver una situación de emergencia es problema de otros.
O quizá, hasta encanto de Youtube.


¿Has sentido últimamente el síndrome Genovese? En realidad, no tiene que ver necesariamente con que maten a nadie en la calle.
Podría consistir en leer las noticias, contemplar la injusticia política, económica, judicial, sistémica, a ración diaria, de manera clara y palpable, a la altura de nuestras exquisitas narices, cerca de nuestras puertas.


Y no movernos de la silla.
Pasábamos por allí, que los demás hagan algo para aliviar el caos y solucionar este desastre. Responsabilidad delegada, efecto testigo transeúnte.
Hoy, otros son Kitty Genovese. Deseo de todo corazón que mañana no nos toque a nosotros.

2 comentarios:

Simplemente Yo dijo...

muy muy buen post,mis felicitaciones

Anónimo dijo...

Nos estamos acostumbrando a no hacer nada. A todos nos ha pasado que al ver a personas golpeandose en la calle pasamos de largo o nos quedamos a mirar.