miércoles, 25 de mayo de 2011

Sátira y Futuro en "Network"


I'm mad as hell, and I'm not going to take this anymore!, exclama un enfadado señor ante las cámaras, encaramado sobre el más infalible de los púlpitos.


En 1976, se estrenó "Network", la visionaria sátira de la televisión, dirigida por el recientemente fallecido Sidney Lumet.
Lumet prestó su energía al inquieto proyecto, y propició memorables interpretaciones de todo su reparto, que sería ampliamente oscarizado.


Pero la estrella de "Network" siempre fue su listísimo creador y guionista, Paddy Chayefsky, que escribió uno de los libretos más enjundiosos jamás filmados.



La especulación de Chayefsky sobre sociedad, mass-media y globalización resultó tan jugosa como provocadora en su día.


Por un lado, la película lleva el signo de la era de Patty Hearst, la subida del petróleo y los atentados del Presidente Ford.
Pero, a la vez, "Network" se adelantaba a su tiempo, al predecir la sociedad que viviría y pensaría según los dictados de las pantallas del poder.
Lo que fue bufonada futurista, hoy es lo más parecido a la realidad, de una manera casi escalofriante.


"Network" arranca con la crisis personal de Howard Beale, un veterano presentador de informativos.
La cadena UBS decide despedirlo.


Pero los arrebatos televisados de Beale empiezan a devolver unos milagrosos datos de audiencia.
Absorbida por corporaciones y frías mentes, la cadena impone que el telediario deba trocarse en espectáculo.


En su momento de mayor histerismo, Howard Beale aparece, delante de unos inquietantes relojes, y grita: I'm mad as hell, and I can't take this anymore!
Mesiánico, Beale la emprende con la recesión económica, la alienación de los individuos y las mentiras de los medios.


La furia de Beale resulta tan sensacional y liberadora, que toda la audiencia sale al balcón y repite sus palabras.
La protesta vende, seduce y sólo existe si hay una cámara contándola.
Beale es un producto más del establishment, desde el mismo momento en que lo transgrede.


Finalmente, el profeta es convocado ante un mandamás de altos vuelos.
Es el mismo que le indica que su perorata sobre democracia, naciones y pueblos está desfasada.


El sistema de sistemas, señor Beale. Los países ya no son una realidad; lo son las empresas multinacionales y los flujos de capital.
El individuo ha desaparecido desde el momento en que se ha satisfecho su aburrimiento.


Howard Beale cuenta esa verdad, pero al público no le interesa. Era más divertido lo anterior.
Porque el espectador ya entiende el mundo bajo momentos climáticos y esquemas de previsión.


La verdad es triste, decepcionante y tan tediosa.
En realidad, no importaba el mensaje de Beale; sólo lo alto que lo pronunciaba.


La vampirización de las pantallas es un hecho, nos cuenta "Network". Y hay seres humanos que son la televisión.


Diana Christensen es el mejor ejemplo.
Es la programadora agresiva y depredadora, que otorga shows de éxito a la cadena, demostrando un gran conocimiento de lo que revuelve al público.


Su espectáculo más ambicioso se llama "La Hora de Mao Tse-Tung", que se inicia con grabaciones auténticas sobre las actividades criminales de una guerrilla de izquierda radical.


"Network" también predijo la telerrealidad, esa que pretende registrar hechos auténticos y se revela como la definitiva forma de circo.


La pareja que forman Max Schumacher y Diana Christensen funciona como metáfora de la relación entre lo viejo y lo nuevo.


Max representa el espectador conservador, que se siente irremisiblemente seducido por esa pequeña pantalla joven y contestona, simbolizada por Diana.
El sentimental vestigio del ayer frente al todo vale del presente, ¿acaso es posible entenderse?


Poco probable. Diana no siente mayor cosa que la que le ha enseñado la televisión.
Es la banalidad y la locura, y simplemente termina con la soledad propia ante la pantalla.


Mientras, las ideologías se vacían de contenido, lo aberrante tiene un módico precio y, quien no registre buenos ratings, debe morir.
Si es posible, en directo. You're in television, idiot!

1 comentario:

ñer dijo...

La relación entre Diana y el personaje de Holden no hay ni por donde cogerla. No es creíble, ni siquiera funciona sexualmente. La tía es odiosa, asquerosa, traidora, histérica y folla mal. Qué les une?