lunes, 30 de mayo de 2011

Cuerpos


El sexo ha sido el gran tema de la Historia del Arte. Y también, el mayor motivo de censura.
La incomodidad por fornicios escenificados y cuerpos desnudos no nació ayer ni morirá mañana.
Y el cine ha sido la prueba definitiva de esa mezcla de espanto y atracción, que sacude mentes y vende entradas.


Cuando el asunto se pone carnal en la pantalla, los padres se preocupan, los adolescentes se ríen nerviosos y los niños pierden la inocencia.
Al menos, de manera tradicional.


La inocencia ya no sirve para gran cosa, y el público no se asusta como antes.
Pero aún así, el sexo en el cine sigue suscitando más persecución censora que la violencia o cualquier transgresión.


En otros tiempos, nadie se desnudaba ni follaba en las películas.
Ese es el mayor problema del cine clásico, visto en retrospectiva. Es tan pudoroso que ni se entiende.


Una simple espalda, media pierna o un guante deslizante suponían un gran escándalo.
La moralina convertía películas sexualizadas en su caballo de batalla favorito. Pero la aureola de prohibidas no hizo sino crecer el interés por ellas.


La intimidad sexual quedó reservada a films que la explotaban con intenciones libidinosas.
La sexploitation norteamericana y el destape español sofocaban la necesidad de un cine más o menos oculto, destinado al espectador masturbador.


Aparte de esa vertiente erótico-festiva, comenzaba a irrumpir ese cine erótico de alto voltaje, que narraba el lado culposo y humillante de las relaciones más destructivas.
Como resultado, o el sexo era demasiado fantasioso o provocaba un absoluto estupor.


El desnudo en el arte siempre fue un fenómeno femenino. En las pantallas, también.
No es ningún secreto que el cine ha estado diseñado para el espectador masculino heterosexual. Cuando una película se ponía caliente y valiente, la despelotada era ella.


Las actrices han tenido una relación complicada con semejantes exigencias del guión.
Sandra Bullock confesó que se puso cinta adhesiva en los pezones en cierta escena de cama.
En cambio, una señorita del calibre de Kate Winslet se ha despelotado en la práctica totalidad de su filmografía, sin ningún tipo de complejo.


Que ellos se desnuden es relativamente nuevo.
En los noventa, los actores se hicieron muy adictos a enseñar el culo, bien recogido y mejor depilado.


Otros, como Ewan McGregor o Jude Law, iban más allá y nos mostraban pene.
Ahora el desnudo masculino se potencia más que nunca, asociado con un público que crece y demanda.


Sortear el sexo con insinuaciones, puertas cerradas o relojes de cuco quedó caducado desde mediados de los setenta.
El cine más vanguardista ha apretado las tornas e incluso ha colocado a sus actores en escenas de sexo real.


"Los Idiotas", "9 Songs", "Shortbus" o "Romance" son algunas de las más conocidas películas que ilustran situaciones no simuladas.


El sambenito que todavía pesa sobre Chloë Sevigny al respecto de la felatriz secuencia de "The Brown Bunny" expresa restos de la visión psicosocial del fornicio dentro y fuera de los escenarios.


Al final, el cine ha terminado por ser el mejor laboratorio del sexo.
Del mismo modo que le aplicaba corrector negro allá donde aparecía, lo popularizó enormemente.


En la pantalla, se gestó el morbo y se contó el placer. Enseñó el modo de hacer un strip-tease, mostró la imagen del fetichismo y dialogó la apropiada obscenidad.
No es ningún secreto: hoy todos follan como en las películas.

3 comentarios:

Camilo dijo...

Mucho me temo que para ilustrar esta entrada -y evitar escándalos con blogger- has estado más atento a lo que no enseñan que a lo que sí. Maldita censura que nos hurta la erección.

Anónimo dijo...

Chlo-ë Chlo-ë!!

sergio dijo...

en cualquier enunciado en el que se hable de cuerpos en el cine isabel sarli debe tener su parte (el busto) Lo dejo como inquietud.