viernes, 6 de mayo de 2011

Doña Bella


Vive en los sueños y se cuece en las envidias.
Se la reconoce como la niña bonita, la guapa indisputable, que nació con el don de la forma regular y la proporción exacta.
La bella se diría venida de un planeta rojo, donde fue modelada por algún dios calenturiento.


Todas las mujeres son guapas, dice el mundo. Todas merecen ser objeto de amor y cualquiera puede ser víctima de una violación.
Pero, entre ellas, despuntan las súper bellas; esas destinadas a altas pasarelas, grandes marquesinas, exclusivos burdeles o adineradas películas.


¿Qué significa ser tan guapa?
Así se lo preguntaba Barbra Streisand a Lauren Bacall: ¿Qué sientes cuando te ves en el espejo?


La guapa conseguirá el trabajo.
Reirá y muchos tendrán erecciones. Llorará y le harán caso.
Y, si se encuentra en apuros, ahí llegarán todos los machos del pueblo para cambiarle la rueda del coche.


Nadie se fía de la bella, y el estereotipo la llamará vil, tonta, malvada, fría.
Algunas desearán ser iguales, y se refugiarán en la cirugía y la cosmética como boletos de la lotería de la vanidad.


Otros se morirán por tocar a la doña bella, sentirla y, al final, eyacular sobre su idílico rostro.
Como si lo soez y lo bonito debieran encontrarse para que el mundo siga girando.


La guapa ha propiciado guerras, caídas en desgracia y delitos de pasión. Por ella, se ha vivido y se ha matado.
Desde que el tiempo empezó, se ha suspirado en la guapa, con rabia y frustración.
Y siempre se ha pensado que vale la pena cruzar el mundo sólo por aspirar a una mirada suya.


La bella ha sido esclava sexual, según la sensación machista de que hasta el tipo más inútil merece una mujer así en su cama.
Se la ha perseguido por bruja, y muchos se han reído cuando ha llegado la desoladora vejez, que arrugaba las exquisitas facciones y hacía colgar los firmes cuerpos.


La bella, al final, fue el diagnóstico.
De la búsqueda del oro, de la preferencia por la fachada, del revestirse antes que sentirse.
La bella luce una misteriosa piel de encanto, que abre puertas, cierra ventanas y no cuenta la perfección.


En realidad, expresa todo lo contrario: la vida es irregular, aleatoria e inexplicable, donde Dios reparte cartas de virtud dentro de un juego de reglas ignotas.


¿Qué siente cuando se ve en el espejo? Tal vez, ese cristal es su fiel amigo, su implacable verdugo o ambas cosas.
O, quizá, la bella se ve en el espejo como hacemos todos. Sin verdadera mirada.

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