viernes, 13 de mayo de 2011

No Es Mundo Para Viejos


En 2012, se acaba el mundo, reza la profecía.
Poco probable. El planeta nació para durar, y nosotros también. Tendremos que seguir creciendo hasta envejecer; deberemos vivir hasta morir.
El Apocalipsis es un lujo que no nos podemos permitir.


Mire por donde se mire, hacerse viejo es una mierda. Eso lo saben hasta los propios ancianos.
En la sociedad pre-industrial, el abuelo tenía su validez. Era ese monumento del tiempo, donde todos se miraban con preocupación y manifiesto complejo.


Ser viejo no representaba mayor problema que ser un bebé. Al fin y al cabo, ambos podían caer fritos con un simple golpe de viento.


Vivir lo más posible es sentimiento reconocible del ser humano, y también la raíz de su vanidad.
Tan importante se considera, que cree necesaria su presencia en la Tierra.


Aunque no crea en Dios, siente que hasta lo más insignificante tiene trascendencia, responde a un orden y obedece a una dignidad.
Por eso, el ser humano pervive y conserva. Por eso, quiere durar para siempre.


La ciencia nació de esa presunción. Para que el planeta fuera menos hostil y hubiese más mañanas en el horizonte que muertes en la cuna.
La esperanza de vida se alargó. La Parca, secuestrada, dejó de preocupar a la gente.


De conocerla de primera mano, se empezó a temer su leyenda e ignorar su verdad.
Nadie quiso pensar en la Muerte. En realidad, no hacía falta.


En el gran Occidente, los viejos eran viejos más tarde, y se podía vivir cien años.
Pero extender la existencia no significó evitar la chochez.


Fue la contrapartida de Frankenstein: insufló vida, pero creó un monstruo.
Esa cultura que defendía la belleza y la utilidad contemplaba con pavor a sus mayores.
Vivían cien años, sí, pero los últimos veinticinco suponían un largo y doloroso errar hacia el cementerio de marfil.


Los nuevos viejos miraban dementes, se rascaban los pañales y suspiraban por ayeres mejores.
Recordaban su juventud, pero olvidaban lo acontecido hacía cinco minutos.


Se convertían en un problema. No se sabía tratarlos, ni se quería intentarlo.
El mundo no sólo le daba espalda a sus ancianos, sino a la propia realidad de la vida: nadie se hace más joven y ya te vale cotizar.


Cuando tú y yo seamos viejos, la cirugía plástica y la regeneración celular se habrán sofisticado de tal manera, que podremos aspirar a conservar nuestro aspecto actual, con la cara bien firme y los genitales a todo motor.


Los ancianos no seremos vistos. En todo caso, seremos descubiertos.
Para evitar esa revelación, nos reprimiremos los suspiros, evitaremos hablar del pasado y jamás criticaremos cómo han cambiado las cosas.


No seremos viejos. Sólo gente de edad inapreciable, perdida entre décadas, amiga de regeneraciones vitales, adicta a elixires médicos.
De repente, moriremos. "Falleció de viejo", dirá el forense, "pero con el culo más suave que el bebé que nunca tuvo".


No es mundo para viejos, ni lo será.
Nuestra adolescencia se ha proclamado eterna, en ese camino que fue del bienestar a la crisis.
El bienestar nos lo prometió todo y nos echamos a dormir. La crisis nos lo ha arrebatado, y más sueño nos ha entrado.
Como la Bella Durmiente, roncaremos cien años y nos despertaremos cual rosa fresca.


En el futuro, no tendremos batallitas morales que relatar a las generaciones, ni poseeremos el ceremonial suficiente para apoyarnos en bastones y escudriñar verdades ancestrales.


No tendremos hijos, ni herencias, ni guerras cruentas que contar.
Sólo risas y sexo. Y recuerdos vanos sobre el día en que Blogger se quedó colgado, o la tarde que decidí no contestarte al teléfono nunca más.


No hay de qué preocuparse. Bótox y vino hacen el camino.

3 comentarios:

El Malvado Ming dijo...

Me encanta, como siempre. (Pero esa imagen de Marilyn me acompañará hasta el fin de mis días).

Anónimo dijo...

Muy bueno. A veces ya me siento vieja, otras no. La preocupación por el mañana y el aspecto que tendremos tal vez sean una absoluta pérdida de tiempo, pero está claro que nos lo cuestionamos a menudo. Sólo me queda decir una cosa: ¡CARPE DIEM!

TeReSa dijo...

Un suspiro eterno, así quisiera que fueran los días.