miércoles, 4 de mayo de 2011

Amor y Pop en Los Setenta


Vivía en vinilos y cantaba al amor en cuestión de tres minutos.
El pop de los setenta fue síntoma de un tiempo revuelto, y también su mejor calmante.
Eran aquellas melodías agradables, mullidas como un colchón de plumas, dispuestas para acomodar a toda una generación confundida.


Por primera vez, los astros del pop aparecían en color gracias a la televisión, y esa difusión terminaría por definir el futuro de los sonidos comerciales.


¿Quién temía a esas canciones? Estaban diseñadas para bailar lento y soñar con pasados mejores que nunca existieron.
Carole King, los Carpenters, Elton John, Linda Ronstadt, Barbra Streisand.
Fueron sólo algunos de los múltiples trovadores de la era, distintos entre sí, pero unidos por su música atacada del corazón y sus voces melodiosas.


El pop de los setenta sonaba cuando se acababa el disco y donde no se podía oír punk.
Se cocía en los amores platónicos y en la visión popular del romanticismo. Porque el love ya vendía.


"Love Story", una película simple, retrófila y llorona, tenía la culpa.
Aparecía en 1970, con su apología del amor contado con azúcar y supurado con lágrimas.
La banda sonora era ideal para toda caja de música, y el inesperado éxito de la película expresó que no había nada como ver el sufrimiento de dos tórtolos.


Oída en retrospectiva, la música pop de los setenta bebe casi íntegramente de The Beatles, Henry Mancini y Burt Bacharach, al combinar sencillas estrofas con acompañamientos orquestales y sonidos evocadores.


Esas trompetas en la lejanía, esos pianos quedos, esos uuuuuh de fondo tan disneyanos; la música sonaba ecléctica, suave y con pretensiones de elegancia. Terriblemente confortable.


Gran parte de las melodías románticas de los setenta podrían ser consideradas clásicos, y su encanto está fuera de toda discusión.
Pero, por entonces, los expertos etiquetaban toda música pop como inofensivo kitsch de las radios.
Y, además, se vivía cierta tensión ideológica.


Hoy, los Carpenters lucen irresistibles por inefables.
En su momento, quizá no nos hubiesen gustado tanto. Eran la imagen de la juventud nixoniana, bien educada, atendedora de costumbres y promotora de castos romances.


En cualquier caso, siempre hubo grados de apreciación, en función del olor que desprendiera el tema romántico en cuestión.


En el lado extreme, estaba el asunto de Donny Osmond, el Justin Bieber de la era.
Donny entonaba "Puppy Love", atronadora cursilería, cuyo estribillo reza: "Y lo llamaron amor cachorrito, sólo porque somos adolescentes".


Mientras, la crítica se mostraba más benévola con Carole King, señorita talentosa y compositora de pro.
El álbum más vendido de los setenta fue su debut como cantante. Se llamó "Tapestry".


Suponía una alternativa fina, sin duda.
Pero la música de Carole King también vivía imbuida en la memoria de un pasado perdido, en los affairs imposibles y en todo lo que me late el corazón cuando te veo.


Si el amor era el gran tema del pop, también aparecía su contrapartida.
El fin del romance era tema y tristeza de la emocionante "If You Could Read My Mind", cantada y escrita por Gordon Lightfoot.


Carly Simon recordaba a cierto conquistador en "You're So Vain", mientras Linda Ronstadt lloraba por no ser correspondida durante "Long, Long Time".
En el crepúsculo de la década, Anne Murray decía, sin más preámbulos, que caminaba "Broken Hearted Me".


¿Dónde terminó la canción y empezó el amor de verdad? Desde entonces, ya no quedó claro.
Como toda composición escrupulosa, como la mejor obra de ficción, el pop setentero tenía el poder de la convicción y la necesidad de la influencia.


El amor se pregonó como la escapatoria a realidades decepcionantes y rebeliones fracasadas.
Así se suspiraba, así se vendía: si quieres soñar, no sueñes con cambiar el mundo, tortolito al otro lado de las ondas.
Sólo duerme al arrullo del pop y desea el love, sweet love, atrapado en estribillos seductores.
Para siempre, secuestrado por mentiras bonitas.

2 comentarios:

Rafa dijo...

Los Carpenters, q grandes, la voz de Karen, nunca mas replicada y la tontorrona se nos va por una estupidez. Es verdad, eso si, q seguramente no los hubiera tomado tan en serio en su epoca. Genial articulo. Slds desde Chile. Rafa

Josito Montez dijo...

Muchas gracias, Rafa!