domingo, 11 de julio de 2010

Maria


Fue la reina del Technicolor, la suma sacerdotisa del exotismo de estudio, la Sherezade del Desierto de Arizona.
Se llamaba María África Gracia Vidal, pero el mundo la conoció con el nombre de Maria Montez.


Maria nació en la localidad dominicana de Barahona, era hija de un cónsul español y fue educada en Canarias.
Se hizo mayor y regresó a su país de origen. Allí se casaba con un banquero norteamericano y miraba al futuro con ambición.


En 1939, Maria estaba divorciada y trabajaba como modelo en Nueva York.
Contrató a un agente, se cambió el nombre y se quitó edad. Al poco tiempo, la Universal le ofrecía su primera película.


Pronto, la eligieron como la ideal protagonista de una sucesión de aventuras ambientadas en mundos imaginarios y lejanos.
Sus películas transportaban al público a otra realidad, escapando así de las crisis y las guerras.


En decorados de cartón piedra, ataviada con bisutería de plástico y con la cara poseída de Max Factor, irrumpía la Montez, interpretando a las heroínas de las Mil y Una Noches, de la Orientalia y de los Mares del Sur.
En esta época gloriosa, Maria se hizo una de las estrellas más queridas por el público.


Su galán favorito en estos empeños se llamaba Jon Hall, mientras el toque foráneo se potenciaba con las recurrentes apariciones de Sabu y Turhan Bey.


Lo irónico del mito es que Maria Montez era una actriz malísima e inexpresiva, con un acento horroroso.


En su novela, "Myron", el escritor Gore Vidal parodiaba el asunto; la simpar Myra Breckinridge viajaba en el tiempo y cambiaba el curso de la Historia de manera tan determinante que Maria Montez podía ganar el Oscar.


Las poses de la Montez acabaron por consagrarla como inevitable mito camp con el paso del tiempo.
Los delirantes bailes rituales en los que prorrumpía en sus películas todavía provocan el más alto grado de estupefacción en todo cinéfago que se precie.


Para entenderlo, sólo hay que ver una película como "Cobra Woman", donde Maria interpretaba a dos gemelas rivales, la pérfida Nadja y la bondadosa Tollea.
La locura de colorines parece toda una antesala del Pop Art. Hail, Cobra!


En Hollywood, Maria conoció al actor francés Jean-Pierre Aumont, segundo marido y padre de su hija, Tina.


Maria y Jean-Pierre protagonizaron una película deliciosamente maldita llamada "La Atlántida", donde ella estuvo más seductora que nunca.


El estatus de Maria Montez no sobrevivió a la década de los cuarenta y, tras asumirlo, se asentó en París con Jean-Pierre y su hija.


Con sólo 39 años, Maria apareció ahogada en la bañera.
Se reveló que había sufrido un infarto; la leyenda cuenta que el agua estaba tan caliente que se convirtió en un caldo letal para la Montez.
Murió de la misma manera en la que había vivido, rodeada de misterio, sorpresa y pura fascinación.


En su Barahona natal, no sólo la honraron con una calle, sino que inauguraron un aeropuerto con su nombre.
La lápida parisina de Maria recoge su falso año de nacimiento, el mismo que inventó en Nueva York para ser artista.


El mito vive. Porque, evidentemente, Josito no sería Montez sin Maria.


Una diva integral, su frase más famosa la resume: "Cuando me observo en la pantalla, me veo tan guapa que tengo ganas de gritar".

1 comentario:

Athena dijo...

Justo homenaje. No sabía que Maria aún no había hecho su aparición por aquí.