lunes, 11 de abril de 2011

Sustancias Controladas


Durante mucho tiempo, las drogas fueron magno tabú del cine de Hollywood.
La adicción a las sustancias ilegales parecía una historia demasiado fea, y los censores actuaban raudos cuando algún personaje consumía lo indebido.


Vivir de espaldas a la realidad no significa resolverla. Y que el cine ignorase uno de los grandes pecados de la sociedad supuso un flaco favor al entendimiento del problema.
La droga vivía oculta en las calles y apartada de las imágenes del drama; desconocerla sólo le concedió romanticismo y seducción.


"Reefer Madness" es uno de los pocos títulos del Hollywood clásico sobre la drogadicción. Es una película barata, moralista e ignorante.
Su teoría de que el porro puede conducir al crimen terminaría por darle encanto camp.
Porque, paradójicamente, la mejor manera de disfrutar "Reefer Madness" es estar completamente fumado.


El alcoholismo tuvo excelentes retratos de ficción en los años cuarenta y quedaba expresado como el hidratador de la resaca de posguerra, la misma que obligaba a rellenar los shots para calmar las culpas.


Pero drogas tan extendidas como la morfina o el opio jamás tuvieron una película decisiva que ilustrase su pavoroso arraigo en la sociedad de principios de siglo.
La adicción a los más poderosos sedantes era un mal de escalofrío que marcó a generaciones y familias.
Se prefirió guardarlo como un deshonroso secreto antes que denunciarlo públicamente.


La adicción a los anestésicos ha expresado una gran verdad: la droga no es sólo una cuestión de lumpen, trangresión o entretenimiento.
También puede ser la degeneración de la automedicación y la única cura posible contra las depresiones.


La irrupción del "gran tema" en los años cincuenta trajo los primeros melodramas sobre la drogadicción.
Frank Sinatra era heroinómano en "El Hombre del Brazo de Oro", acercamiento respetable a una situación jamás vista con anterioridad en una pantalla de lujo.


Jacqueline Susann nos contaba que las ricas y famosas también se ponen finas con píldoras de colores, ingeridas a base de tragos largos de scotch.
"El Valle de las Muñecas" hablaba de ese pozo de miseria y excitación plástica que representa Hollywood.


Si la droga no solía vestirse de cine, sus seres reales han protagonizado las más terribles historias de adicción que jamás hemos escuchado.
Tener que darlo todo, sonreír siempre, intentar ser feliz, asumir la decepción; actores y actrices se encontraban en un lugar donde las drogas formaban parte de un siniestro buffet.


Se les recomendaban píldoras para madrugar y otras para poder conciliar el sueño. Y la noche festiva estaba llena de polvos mágicos, esos que hacen sentir especial.
Desde la experimentación hasta la muerte, muchas personalidades han vivido un calvario con su afición por todo tipo de sustancias.


La parada y fonda de las celebrities intoxicadas se llama Betty Ford Center, sanatorio de descanso, saludado como infalible desde su fundación en 1982.


Fue creado por la Primera Dama Betty Ford, que confesaba por entonces, de manera muy valiente, su propia lucha contra el alcoholismo y la adicción a los calmantes.


Entre el libro de ingresos, se cuenta medio estrellato hollywoodiense, que ha acudido a sanearse a este centro durante sus momentos de mayor oscuridad.
La Betty Ford Center ha terminado por convertirse en cliché y chiste privado para todos los que nos sentimos atraídos por las luces y sombras del valle de las muñecas.


El caso de Lindsay Lohan o las muertes de Heath Ledger, Michael Jackson, Anna Nicole Smith o Brittany Murphy ponen en solfa que las drogas no pasan de moda.
En Occidente, las depresiones se resuelven con pastillas. Y muchos siguen siendo insospechados cobayas de píldoras adelgazantes, antidepresivos e hipnóticos.
Como cualquier estimulación artificial del cerebro, los resultados neuronales son devastadores.


En ciertos círculos, las drogas energéticas mueven más que el sexo o el éxito económico.


Se saben sus riesgos, se conocen sus consecuencias, pero todavía siguen siendo utilizadas como si fuesen la panacea contemporánea.
Gran presunción, que sólo lleva a mañanas de resaca, despilfarros y accidentes.


La droga ya no es un tabú cinematográfico, y en algunas series televisivas, se acierta de lleno en la ilustración de sus insondables causas, del tácito nihilismo de los adictos y de las diversas consecuencias del consumo.


Pero, a veces, reaparece la moralina y regresa el retrato disuasorio, como si contar sus males con efectismo evite las caídas.
Pura hipocresía de la sociedad de la farmacia.

2 comentarios:

TeReSa dijo...

Ese nihilismo en la pantalla grande y chica, una imagen del glamour de estar intoxicado y reír, amar con exceso.

Y vaya, aquí en México pagamos caro el hecho de que los chicos sólo quieran divertise.

Saluudos y gran entrada -como siempre.

Josito Montez dijo...

Gracias ;)