viernes, 8 de abril de 2011

El Ojo de la Cerradura


Una puerta cerrada la representa. El ojo de la cerradura es su gran contradicción.
La vida privada no existe sin la posibilidad de ser descubierta ni la capacidad de ser destapada.
Por esfera íntima, se entiende familia, hogar o cualquier escenario donde el individuo pregone su autoridad y defienda su discreción.


La privacidad es la esencia de la educación social.
Hay cosas que es mejor no publicar. Deben vivirse, asistirse y solucionarse en ámbitos cerrados, fuera de la opinión de los ajenos y lejos de los escenarios compartidos.


Los secretos tapan pecados, y los ventanales impiden los aires de fuera.
El mundo privado es un universo en sí mismo. Cada hogar, tiene su libro de estilo, sus maneras de limpieza y su concepción del bien y del mal.


Este hogar es el primer paso del ser humano y determinará su movimiento en la sociedad.
Si se le enseña a ser tímido y reservado, su necesidad de intimidad será más grande.
Si lo suyo es la aventura y la desvergüenza, no podrá callarse y preferirá narrar sus pecados para deleite y escándalo de otros.


Bajo la concepción de privacidad, se ha protegido a muchos, pero también se han ocultado tantos crímenes, por sentido de la vergüenza, coacción familiar o necesidad de reputación.
Y también supone una gran coartada para los bienpensantes. Prefieren desconocer para protegerse a sí mismos y ocultar sus intolerancias.


Es el caso de la cuestión homosexual, despachada por muchos con ese "no me importa, si lo viven a puerta cerrada".
Concepción de privacidad y represión a toda máquina quedan automáticamente relacionadas.


Insinuar sobre los secretos de otros da entrada al cotilleo, el entretenimiento favorito de los que carecen de veleidosa vida propia.
El chisme es una pistola que atraviesa el ojo de la cerradura y dispara a todos los que se encuentran dentro.


Éstos lo afirman, lo niegan o se callan.
En cualquier caso, motivar cotilleo significa granjearse importancia. Y, en nuestro tiempo, más que nunca.


Las celebridades lo saben y desarrollan una compleja relación con los medios de comunicación. Quieren lucirse y promocionarse, en una muestra eterna de exhibicionismo.
Pero se alarman; han vendido la sala de estar y ahora todos quieren cagarse en su cuarto de baño.


Los reality shows y las redes sociales han puesto en tela de juicio la verdadera importancia de la privacidad para las mayorías.
Se levantan los telones y se acaban los misterios. En la sala de estar, ya no gobierna Bernarda Alba.


Ahora la casa es una procesión popular, donde suenan las trompetas y prorrumpen los aplausos cada vez que alguien hace un comentario.


¿En realidad queremos que nadie nos conozca? ¿O estamos ansiosos de que lo sepan todo sobre nosotros?
Muchos prefieren contar lo mejor de sí mismos en sus estados del Facebook y otras publicaciones periódicas.
Otros postean sus miserias, cual pagano muro de las lamentaciones. Y muchos no se atreven a decir nada, pero secretamente lo desean.


Destrozar la frontera de las dos esferas puede relacionarse con la necesidad de expiar públicamente las cuitas personales.
O, simplemente, provocar cotilleo ajeno comentando el propio.


Antes se caminaba con la rebeca bien reprimida por la plaza. Ahora tu desnudo de webcam puede ser internacional.
Ábrete de cerraduras.

1 comentario:

TeReSa dijo...

La privacidad es un mito desde nacemos y desde que nacemos hasta que morimos, siempre habrá extraños que nos verán desnudos ;)

Recordé este texto:

De la piel para dentro empieza mi exclusiva jurisdicción. Elijo yo aquello que puede o no cruzar esa frontera. Soy un estado soberano, y las lindes de mi piel me resultan mucho más sagradas que los confines políticos de cualquier país.

Saludoos!