viernes, 1 de abril de 2011

Ciegos de Pasión


Las vidas importantes se cuentan según pasiones.
La admiración multiplicada, la entrega definitiva, la necesidad última; la pasión es la supervaloración de los gustos y el sentimiento que mejor sabe del exceso.


Pasiones hay tantas como existen cosas en las que aventurarse.
Pueden despertarse en la ciencia, donde los febriles no dormirán hasta descubrir quién somos.


Las hay en el arte, donde los obsesionados venderán la paz sólo para terminar su obra maestra.
Y no hay pasión más famosa ni deseada que la sexual.


Freud decía que es la única; las demás, son sublimaciones intelectuales, mascaradas de la mayor urgencia humana.


Esa que consiste en envolverse en el cuerpo y la mente del otro hasta perder la propia identidad, ahora referida exclusivamente a la cama de ardores y dentelladas.


Los latino-mediterráneos han asumido la pasión como propia, y la expresan a través de romances violentos, gritos de dolor, muestras de coraje y crímenes de sangre.


En otras latitudes y culturas, la pasión es callada, elegante, a veces irrealizable.
Civilización y pasión nunca se han conjugado bien. Someterse a los instintos se concibe animal; domeñarlos significa entender las normas sociales.


Pero, ¿quién quiere seguir existiendo sin la pasión?, claman los obsesivos, esos que lo vendemos todo por sentir la vibración de los corazones, el impulso de los genitales, el cosquilleo de los perineos.


La pasión se vive con fiebre y su color favorito es el rojo.
En la religión, es calvario, hemorragia y muerte. La pasión del mártir lo acerca a Dios, entre la injusticia y el latigazo.


La pasión vende y no pasa de moda.
Se usa como reclamo en telenovelas o thrillers caldeados, porque, popularmente, se entiende como la mezcla exacta entre romantiqueo y folleteo.


Muchos se llenan la boca con la palabra para explicar sus acciones y legitimar sus creaciones.
Una pasión garantiza entusiasmo propio, pero no siempre buenos frutos para los demás.


Las pasiones cansan, fagocitan y, en la mayoría de las ocasiones, son terriblemente frustrantes.
El apasionado se tropieza con el final del romance, con el desencanto de la realidad, con el límite del saber, con la imposibilidad de expresar su universo en versos o lienzos.


Después de la pasión, debe llegar la calma.
Y quizá más tarde, aparezca otra pasión, más valiosa, más benévola, más tranquila, ¿mejor?

1 comentario:

Joaquinitopez dijo...

La pasión es llama sin combustible. Nada y aun eso muy breve.
Un abrazo