miércoles, 21 de diciembre de 2011

Polémica y Genitalia de "Calígula"


Se la coloca en los anales de la infamia cinematográfica, pese a que su impacto y capacidad de influencia hayan sido irrebatibles.
Hablar de "Calígula" es recordar una obra altamente controvertida, cuyo monumental derrumbe aún hace temblar a sus responsables.


En 1979, rodeada de expectación, vestida de carísima extravagancia, "Calígula" llegaba para romper tabúes fílmicos.
Se hacía posible que una película protagonizada por actores de renombre no dejara nada a la imaginación.
El resultado fue una superproducción pornográfica, donde la historia del emperador romano se contó con decadentismo e imágenes de sexo y violencia.


Detrás, se encontraba Bob Guccione, el fundador del emporio "Penthouse".


Guccione decidió comprar el guión de Gore Vidal, con la condición de que la biografía del emperador fuera lujosa, obscena y bien llena de tetas.
Tinto Brass fue su director elegido.


Los problemas comenzaron con la espantada de Vidal.
El guionista exigía judicialmente que se le desvinculara del proyecto, escaldado por el pésimo resultado de la adaptación de su novela "Myra Breckinridge".


Cebado de millones provenientes de la fortuna personal de Guccione, el larguísimo rodaje se vivió a puerta cerrada.
En el set, los conflictos entre el pornógrafo Guccione y el erotómano Brass resumieron la falta de rumbo desde el primer día.


El productor terminaría por robarle la película al director.
Guccione filmó unas escenas de sexo explícito ajenas al argumento y montó el resultado sin el consentimiento de Brass.
Éste se apresuraba a exigir que su nombre no apareciese en créditos.


El estreno, dos años después del fin del rodaje, despertó una curiosidad inmediata, pero no evitó que semejante coloso fuera un fracaso comercial.
La película independiente más cara realizada hasta entonces, "Calígula" no pudo amortizar su insensato presupuesto.
Aún así, batió récords de asistencia en las salas que se atrevieron a proyectarla.


Reeditada mil veces, censurada otras tantas, prohibida en algunos países, "Calígula" fue odiada y vilipendiada casi de manera únanime.
El público se debatía entre el desconcierto y el asco.
La más famosa reacción fue la del crítico Roger Ebert. Se marchó de la proyección antes del final, para luego escribir que aquello era "una basura vergonzosa y enferma".


"Calígula" cuenta los sanguinarios días del emperador Gayo César Germánico.
Se ilustra al emperador como un niñato incestuoso y sádico, que convierte la corte en su perverso patio de juegos.


Conseguir el poder acelerará su locura, nombrando cónsul a su amado caballo y dedicándose a ridiculizar, martirizar y ejecutar sin ton ni son, sin más rumbo que el placer.
El palacio devenido en burdel sería su lamentable legado, justo cuando se cocía una conjura que terminaría por ajusticiarlo.


Que Calígula fuera ese señor tan malvado es un asunto de franca discusión histórica. Las crónicas que recogen sus brutalidades pudieron ser mala prensa, ideada por sus adversarios.
Además, la visión de Roma como un putiferio sin reglas es equivocada, fruto de esa indocumentada visión de que el sentido del escándalo y las leyes de la moral fueron cosa del cristianismo.


En cualquier caso, el guión de Gore Vidal expresaba el devastador efecto de la divinización propia y asistida de un hombre.
Pero Guccione no lo entendió demasiado bien.
Como dijo Tinto Brass, "Guccione ha confundido la orgía del poder con el poder de la orgía".


A pesar de todo lo que hemos visto, "Calígula" sigue manteniendo su impacto a todos los niveles.
Es una película notoriamente errática, esporádicamente insoportable, absolutamente fascinante.
Un desastre con un toque de gloria, como si fuera el mismo Imperio que retrata.


La película llega a inmiscuirse en unas escenas de vileza que terminan por hacerla más deprimente que erótica.
Muy dura es la repetida humillación de Proculus, violado y martirizado por el emperador, simplemente por ser bueno y leal.


Trae la imagen de la indefensión frente un poder arbitrario, sanguinario e inapelable.
Esas secuencias resumen la naturaleza aberrante, casi vomitiva de "Calígula", y también su distinción.
Para bien o para mal, es una película inolvidable.


"Calígula" se mueve irregular y suele caer en el tedio.
Pero su última parte es maravillosa. Es donde se conjugan finalmente lo hortera y lo elegante, lo erótico y lo porno, lo histórico y lo mamotrético.
Sucede en las secuencias del barco-burdel y la matanza en las escaleras, contadas casi como un sueño, con la pulsión dramática que se echa en falta en otros momentos.


En cualquier caso, la clave de la expresividad está en el diseño de producción del gran Danilo Donati.
Como todo lo que decoró y vistió, sus locas ideas y sus complejísimos decorados supusieron un paso adelante en la dirección artística del cine europeo.
Muchas evocaciones posteriores de la Roma imperial se han dejado influir notablemente por su escenografía de "Calígula".


Los actores han mantenido una relación irregular con lo vivido y sufrido durante la película.
Los venerables John Gielgud y Peter O'Toole aseguraron que desconocían que se estaban rodando secuencias sexuales.


Malcolm McDowell también renegaría de "Calígula", alegando que se había sentido prácticamente violado.


Años más tarde, se decidía a colaborar en la edición definitiva en DVD, comentando que no se arrepiente de haber participado en ella.
Y no debería arrepentirse. Su interpretación, llena de energía e inquietud, fue otra prueba de su valentía como actor.


Helen Mirren ha sido la única intérprete del reparto que ha expresado benevolencia hacia "Calígula".
"Es una mezcla irresistible de arte y genitales", asegura, entre risas.


Vista en retrospectiva, "Calígula" lleva el sello de una década.
Los años setenta vivieron el florecimiento del cine erótico y pornográfico, punto y contrapunto de la liberación sexual.


En la era de "El Último Tango en París", "El Imperio de los Sentidos" y "The Devils", esta obra era el paso más allá.
El colosal y fracasado intento de hacer una superproducción taquillera, al estilo Hollywood pero con cojones europeos.


El problema residió en las decisiones de Guccione.
Que impusiera imágenes de felaciones y folleteos entre decapitaciones, violaciones y torturas es lo que hizo de "Calígula" una experiencia sadomasoquista.
El público no estaba preparado para ese martirio. Quizá todavía no lo esté.


"Calígula" puede verse como un experimento, un riesgo, un desafío contra la corrección política.
Es decir, todo eso que se echa de menos en el cine de hoy, tan atontado y repetitivo.


En los años de "Calígula", se comprometía al público, se le ponía contra las cuerdas, se le contaba algo que no sabía o no quería saber.
Y sucedía dentro de películas extraordinariamente populares, que robaron inocencias generacionales y marcaron época.


De todo ese batiburrillo de cine escandaloso, se extrajo tanto oro cinematográfico como mierda explotativa.
Y "Calígula" es precisamente una buena combinación de oro y mierda.

3 comentarios:

Ramón dijo...

Pocas películas hay que me dieran más asco que ésta, lo juro. Y no la recuerdo aburrida, o poco creible, o mala en general. Recuerdo que me dió asco. Demasiado... algo.

Anónimo dijo...

Lo has dicho bien. Y no me parece tan repulsiva como dicen.

Joaquinitopez dijo...

Personalmente me fascina. No he leído la obra de Vidal pero sí la de Suetonio y sus Doce Césares, y no hay nada en la pelicula que no esté en ella.
Siempre he pensado que Caligula fue una película que inició un camino en el cine que nadie ha tenido valor de continuar.
Un abrazo