viernes, 28 de octubre de 2011

El Soldado y La Muerte


En un viejo cuento ruso, un soldado atrapaba a la Muerte.
La vio a la cabecera de su cama y la introdujo en su saco mágico, aquel que había ganado en el camino de la miseria a la prosperidad.
Con la Muerte dentro, el soldado llevó el saco al bosque y lo colgó de un árbol.


Sin la Muerte, el mundo se hizo viejo, y los decrépitos vagaban en círculos por las plazas, mientras miraban suplicantes al soldado.
Éste comprendió lo que había hecho, y corrió al bosque. Descolgó el saco y preguntó:
- Muerte, ¿estás viva?


Sin duda, la Muerte es el peor tema de conversación.
Nadie quiere hablar de ella, ni quiere saber mucho sobre sus detalles y, desde luego, no desea recibir su visita.


Pero ya lo decía el cuento ruso. Hay que morirse.


Así se escriben los cuentos, así nos lo contaron.
La Muerte es la cara opuesta de la Vida, no pueden existir una sin la otra. Que la espichemos mañana da sentido a que respiremos hoy.


Los vampiros, los cylons, todos los inmortales la codician.
Cuando miran a los mortales, extrañan el carácter pasajero de la existencia. Esa brevedad que la hace más poderosa que sí misma.


Son cuentos. Nosotros lo daríamos todo por ser inmortales, por tener más tiempo, por elegir la manera de morir.
O por asegurarnos una vida a la altura de tan irrebatible final.


Pacientes o dolientes, alegres o tristes, la Parca aparecerá al cabecero de la cama y no habrá soldado que la secuestre.


El mundo se autogestiona con la Muerte. Si se detuviesen los fallecimientos, habría tal colapso, que la actual crisis sería un chiste en comparación.
Como todos los seres vivos, que unos perezcan significa que puedan desarrollarse otros.
Como los únicos del Universo, clamamos por una trascendencia frente al orden natural de las cosas.


¿Habrá luz u oscuridad? Hasta los que creen ciegamente en la Gloria, lloran, se visten de negro y prefieren morirse más bien poco.
Sólo los locos y los que sienten un sufrimiento inasumible contemplan la idea de tirarse al vacío y aplacar la Vida con la Muerte.


La Muerte se folla a la Vida, decía una memorable escena de "Six Feet Under".
Esa serie es uno de los pocos retratos de ficción contemporánea que han dicho cosas inteligentes sobre nuestra difícil relación con el mundo tumba.


En la mayoría de las películas y series, los muertos caen como piezas del daño colateral y las demandas del guión. Quizá, frivolizarla es una manera de no pensar en su terror.
Mi abuela se asustaba cuando veía morir a tanto extra en la televisión. ¡Cómo estará la familia!, se preguntaba en voz alta.


La Muerte da rabia. ¡Mira que morirse!, decía cierta vieja en todos los velatorios, como si el muerto lo hubiese hecho adrede.
Otros prefieren pensar que la gente nunca se va. Sus almas y sus presencias nos rodean, especialmente si hay cuentas pendientes de por medio.
Yo no creo en esas cosas, pero amo las buenas historias con espectro.


Lloro con el momento final de cada episodio de "Cold Case", cuando el fantasma del asesinado hace acto de aparición. Irrumpe feliz, hermoso, en paz, contento de que se haya hecho justicia con lo que le ocurrió.
¿Es la ficción la que mejor alivia el luto propio y ajeno?


La religión calma la angustia ante su llegada. La ciencia la retrasa, la envía de vacaciones.
Pero jugar a Dios tiene sus víctimas, bien lo sabía el soldado. Muchos viejos andan dementes, sin memoria, como si ya no estuvieran aquí.
Pidiéndole al soldado que desate a la Muerte de su encierro.


El Universo no es cruel, dicen los expertos, sólo indiferente. Su enormidad escapa a cualquier razonamiento humano, pero aún así, nos creemos más que hormigas.


Construimos edificios que desafían la imaginación, viajamos a la Luna, la besamos y volvimos a casa.
Creamos cosas hermosas, amamos a nuestros padres, a nuestros hijos y a las personas equivocadas.
Fuimos a la guerra, lloramos, gritamos, clamamos justicia, sufrimos y seguimos viviendo.
¿Toda esa belleza se termina con un fundido a negro, previo putrefacción?


Cenizas a las cenizas, polvo al polvo.


El soldado del cuento la atrapó, quizá porque la había visto antes. En los campos de batalla, en las tumbas de sus compañeros, en las páginas de la epidemia y en los versos de la injusticia.


Sin guerra, no hay paz, dicen los cuentos. Y sin muerte, no hay vida.
Mejor vivimos. Nos emborrachamos, nos disfrazamos en Halloween, hacemos el amor y cambiamos de tema.

5 comentarios:

Athena dijo...

Me he gustado mucho la entrada.

¿Has leído "Las intermitencias de la muerte"? Me he acordado de esta novela cuando dices lo que pasaría si nadie muriera.

Anónimo dijo...

Cuando se encuentra uno con alguien que sabe unir así las palabras,tocar todas las cuerdas y hacerlo de la manera apropiada,se vive un poco más,no se si un poco más de tiempo o con un poco más de intensidad.En todo caso,gracias por las sonrisas y las lágrimas que me sacan de mi anodina existencia.

Aseret dijo...

Quisiera poder dejar un comentario a la altura de tu escrito, mejor hago mutis y te agradezco por poder leerte.

Alejandro Lagarda dijo...

Qué gustazo (y qué emocion) es poder leerte :)

Josito Montez dijo...

Y yo agradezco poder escribirlo y que vosotros lo leáis.

Athena, no la he leído, pero suele ser una trama bastante recurrente en la ciencia-ficción. Ocurría en la última temporada de "Torchwood", sin ir más lejos.

Besos para todos.