miércoles, 21 de septiembre de 2011

Fitness, Business, Eighties


Jane Fonda es una mujer de mil caras y cientos de advocaciones, cuya apasionante vida podría ser el resumen de la Historia reciente de su país.
El cambio de opinión, la mutación de aspecto, el conflicto de intereses.


1982 se hacía un año crucial para Jane.
Acudía a recoger el Oscar que había ganado su padre, y se lo llevaba rápidamente al lecho de sus últimos días.
Henry Fonda, el padre distante, el patriarca temible, así lo define Jane en sus memorias. En verano de 1982, murió y no hubo más conciliación que esperar.


Ese mismo año, Jane aparecía en la portada de "Playgirl", donde nos contaba cosas sobre las mujeres y los hombres.
La Fonda era un pozo de sabiduría en estos asuntos. Había sido una simple muñeca de placer para muchos, y terminó victimizada por ella misma y sus desórdenes alimenticios.
Tan supremamente bella y, a la vez, tan descontenta con su aspecto.


En 1980, una fractura la había apartado de la danza, una de sus pasiones privadas.
La necesidad de mover el esqueleto la llevó a las tablas de gimnasia de Leni Cazden.


Su tácita adicción al ejercicio tenía contundente fruto en ese decisivo 1982.
Salía a la venta "Workout With Jane Fonda", que se convertiría en el vídeo casero más vendido de la Historia.


17 millones de copias y el inicio de una saga gimnástica, acompañada de libros, discos y demás merchandising.


En realidad, fue el brío que necesitaba el VHS para relanzarse como aparato a tener en cuenta en todas las casas.
Con el fitness de Jane Fonda, empezó la gran época del vídeoreproductor y, de alguna manera, arrancaba también la década de los ochenta.


Hoy vemos los vídeos de aerobic de Jane Fonda con la sonrisa que suscitan los productos ochenteros.
Colores saturados, imagen granulada, cabellos cardados, música electrónica estilo primitivo, calentadores, mallas.
Estaban protagonizados por un grupo de señoras de distintas edades, que hacen ejercicio en un claustrofóbico gimnasio, lideradas por la mítica Barbarella.


Por entonces, que Jane Fonda se convirtiese en una gurú del fitness era sencillamente deprimente.


Desde levantar el puño en su detención policial hasta enseñar las ventajas de la vida sana apenas habían pasado diez años.
Del activismo político a la completísima tabla mañanera, de Hanoi Jane a Barbie Fonda; fue cuestión de un instante.


La gimnasia dirigida se consolidaba como una de las grandes operaciones comerciales de su tiempo.
Y Jane Fonda se hacía preclaro emblema del yuppismo; todos los que ayer habían sido hippies y hoy eran máquinas de hacer dinero.


En su autobiografía, Jane Fonda se justifica, aludiendo a su necesidad de efectivo para sufragar la campaña política de su marido por entonces, Tom Hayden.


Ambos se habían conocido en el fragor antinixoniano de los setenta.
Hayden era uno de los jóvenes líderes del Partido Demócrata, y Jane Fonda era esa actriz rebelde que se había fotografiado escandalosamente con el Vietcong.


Años después y de manera irónica, los beneficios del aerobic los convertían en santo y seña del neoliberalismo triunfante de los ochenta.


Aquel mundo de Reagan, la buena avaricia y la obsesión por la imagen.
El fitness janefondiano cazaba a las llamadas baby boomers, mujeres nacidas en los sesenta, que se acercaban a la mediana edad.


Como gesto bondadoso, Jane Fonda las disuadía de la cirugía estética, y recomendaba salud y movimiento como faros vitales en la lucha por el triunfo.
Sus propios vídeos se vestían de éxito para la fémina emprendedora.
Lo dudoso era que espoleaba precisamente la principal debilidad que azota a la mujer en sociedad: el volumen y la calidad de su figura.


Hasta mediados de los noventa, la imagen de Jane Fonda se transfirió de manera integral.
Su carrera artística había pasado al plano de lo anecdótico; era más probable encontrarla en la Teletienda que en una pantalla cinematográfica.
La producción de vídeos gimnásticos terminaba en 1995, pero nunca han dejado de venderse.


El regreso de la Fonda a la vida pública, tras divorciarse de Ted Turner, ha venido acompañado de un revival en toda regla.


El año pasado, protagonizaba dos nuevas tablas; esta vez, destinadas especialmente a la gente de avanzada edad.
Sucedía cuando Jane confesaba que había pasado por el cirujano plástico más de una vez, lo que ponía en tela de juicio aquella defensa de su gimnasia como panacea de belleza.


En cualquier caso, el fenómeno de los vídeos de Jane Fonda sólo nos otorga una verdad posmoderna.
Si das tu opinión, te llaman pesada. Si sabes mover el culo, arrasas.

2 comentarios:

Alejandro Lagarda dijo...

¡Genial!

Me encanta ver como de algo tan aparentemente simple desarrollas todo ese análisis sociológico.

Y tu sentencia final, perfecta

Josito Montez dijo...

Gracias. ;)