Hay un momento en "A Single Man" donde el protagonista apunta con su dedo, cual pistola fingida, al panorama residencial que deja atrás.
Conduce su coche en dirección a la rutina. Su cuerpo se maneja por inercia, y la desesperación no logra sofocar el luto.
Este hombre soltero ignora que le aguarda una sorpresa: va a permitir perdonarse a sí mismo.
La novela "A Single Man", de Christopher Isherwood, ha sido ampliamente reconocida como uno de los mitos fundacionales del movimiento gay.
Su naturalidad a la hora de introducir a su muy homosexual héroe llamó la atención en el momento de su publicación.
Pero la novela de Isherwood hoy sirve, ante todo, como un retrato de la época en que se gestó.
Se lee cual metáfora de aquellos años sesenta norteamericanos: un profesor cincuentón, originario del Viejo Mundo, asume su extinción, mientras observa el triunfo de la era del bienestar, presentista, libre de guerra, loca por consumir.
En su adaptación cinematográfica, Tom Ford ha utilizado el carácter coyuntural de la novela como ambientación y contrapunto.
Para ello, ha contado con el infalible equipo de la serie "Mad Men", que han propuesto un diseño de producción a la altura de las circunstancias.
Pero las verdaderas intenciones de Tom Ford han estado centradas en potenciar la capacidad dramática de la obra original e intensificarla para el cine.
Desde el principio, con ese reencuentro fantasmagórico de la pareja protagonista, se evidencia la dirección que se ha tomado.
Desde el principio, con ese reencuentro fantasmagórico de la pareja protagonista, se evidencia la dirección que se ha tomado.
La atención está, por tanto, en relatar la historia de amor interrumpida e ilustrar la angustia existencial de George Falconer.
Y "A Single Man" nos acaba contando el pathos homosexual, desplegado en las quimeras que han sobrevolado - y sobrevuelan - por la psique gay.
La soledad crónica, el miedo, la relación con las mujeres, la preocupación por la imagen - la que vemos de nosotros mismos y la que damos a los demás -, y la costumbre de callar el deseo son los materiales con los que se ha construido ese universal personaje de George.
Dicha temática se introduce de manera sutil, bellamente insinuada, pero sin vacilación ni meandros.
La resonancia trágica de la historia queda finalmente matizada por el irónico vitalismo por el que apuesta Falconer en el último instante, decidido a que la muerte siga siendo cosa de Dios.
Tom Ford ha permanecido fiel a su universo de lujo high fashion, pero ha querido rellenarlo por primera vez.
"La moda no me permitía expresar más", ha dicho Ford para explicarse.
"La moda no me permitía expresar más", ha dicho Ford para explicarse.
La relación entre forma y contenido que persigue Ford queda plasmada en la película; de hecho, ha sido el aspecto de "A Single Man" que más ha motivado aplausos entre la crítica.
Al respecto, tomemos como ejemplo la secuencia en que George espía a sus vecinos, la familia Sturk, desde la ventana del baño.
La curiosidad, quizá la envidia, que despierta ese estilo de vida en George se filma con una calidad de imagen que sugiere la misma textura de un sueño.
¿Es lo que ve George un recuerdo de su infancia o está sucediendo en realidad?
¿Es lo que ve George un recuerdo de su infancia o está sucediendo en realidad?
Su ojo, su mirada, es la intermediaria en esa disyuntiva entre imaginación y verdad.
Ese ojo escrudiña con fruición el sudor de los tenistas, la pintura facial de las mujeres, los dedos del chapero cuando acepta su cigarrillo, el cuerpo de Kenny en su dormitorio.
La entidad sensorial del relato - "El despertar se inicia al decir soy y ahora" - se desliza poco a poco hacia la sensualidad sin tapujos, hacia el glamour erótico, sin perder un ápice de profundidad.
La espalda pecosa de Julianne Moore, los brillantes ojos de Matthew Goode, los labios de Jon Kortajarena; "A Single Man" nos pone.
Tom Ford se ha colocado en la línea de los lacónicos elegantes, en la piel de los personajes que callan en escenarios opulentos y en la vena de los cineastas que nos cuentan hermosura y destrucción a un tiempo.
Es ese largo camino de maestría que va desde los seres de Antonioni hasta las sienes de Jon Hamm en "Mad Men".
Para los que esperen una película de narrativa convencional, "A Single Man" no es lo que buscan. En realidad, es un título más deudor del gran cine europeo que de los productos de Hollywood.
Sin embargo, parece improbable que el estallido de colores, la apabullante banda sonora, y la hipnotizante e hipnotizada presencia de Colin Firth - en el papel de su vida, sin duda- puedan dejar indiferente a todo aquel que se considere cinéfilo.
Sólo le pondría una pega: después de ver "A Single Man", la realidad parece tan jodidamente fea...
1 comentario:
¡Maldición! Me has dejado con ganas de verla, y las malditas distribuidoras no parecen tener ganas de traerla a Perú. :( No puedo esperar. Dije que esperaría seis meses, pero no puedo :'(
Publicar un comentario