viernes, 24 de diciembre de 2010

So Horny


¿Está usted nervioso y se siente incómodo? ¿Tiene ganas de abrir la ventana y tomar aire?
El sudor es la pista, pero la clave reside en ese halo de desesperación incierta.
Es una especie de frenetismo que se disimula a duras penas; parece tan imperceptible, pero usted bien sabe que se cuece a fuego vivo por debajo.
Sí, quizá precisamente ahí debajo. No le dé más vueltas. Usted está caliente.


La excitación sexual y la necesidad de satisfacerla son ambos síntomas de buena salud.
Pero un éxito discotequero de finales de los noventa dejaba claro el drama que supone estar cachondo: Oh, my God, I'm horny, oh, my God.


Porque su materialización no es tan fácil como otras cosas básicas de la vida. Si se quiere hacer pis, se mea. Si se tiene sed, se bebe. Si se sufre, al pastillazo.
Pero si se desea follar, el asunto es más complicado. Hasta con una pareja al lado, ésta puede no compartir el estado calenturiento y aplazarlo para mejores momentos.
Es decir, ande yo caliente, ríase la gente.


Los apetitos sexuales ocasionales dependen según caracteres, historiales y personalidades. Se dice que, cuanto más se practica el sexo, más ganas frecuentes se tienen.
Muchas reconciliaciones sentimentales están motivadas, sin ninguna duda, por la necesidad de recuperar un ritmo sexual que se concibe como imposible de interrumpir.


Para los que no tienen pareja, hay varias opciones.
El clásico de la ducha fría, heredado de las técnicas represoras del fanatismo religioso, pretende arrancar las ganas de jarana a base de terapia de choque.


Pero la negación de la calentura por rectificación de sí misma es contraproducente.
Porque estar caliente no sólo es un disparadero hormonal ni se fundamenta únicamente en la urgencia del orgasmo.
Es también una respuesta psicológica y la última necesidad humana: el reciclaje esporádico de la autoestima y la simple ansia de sentir, abrazar y respirar otro cuerpo.


Más socorridas y efectivas son las operaciones de la autosatisfacción. La masturbación es la panacea, el mejor invento de la humanidad.
Si se sabe hacer bien, las ganas de sexo pueden quedar más que calmadas.
Evidentemente, pajearse es como comer una hamburguesa cuando se desea un festín de solomillo.
Pero no hay duda de que resuelve, tranquiliza e impulsa creatividades.


Las curvas, las corvas, los aspectos resaltantes de la anatomía, el maromo de los jueves, la chica de al lado, el porno, el pelo en el pecho, las sonrisas, las insinuaciones, los dobles entendidos, son sólo la primera instancia de la calentura.


Para los adolescentes, todo es causa de ardor y picor. Para los aburridos, la cosa debe retorcerse, a veces dramáticamente.


Reivindiquemos hoy la calentura nunca satisfecha, esa que debe asumirse como parte de la existencia y vivirse con dignidad.
Porque, en esta vida, como faro y receta, hay que ser valiente y estar caliente.


Esta noche, pensemos el uno en el otro, mientras cenamos en la noche piadosa.
No hará falta afrodisiaco, ni siquiera estar juntos.
Imaginaremos el momento en que nos encontraremos y haremos toda clase de guarradas, como animalitos de Dios que somos.
Entonces, nos miraremos mientras lo hacemos, y nos excitaremos más aún. Porque este calor no conoce de inviernos ni de decadencias.


El calor que sentimos es más viejo que nosotros mismos. Nunca termina. Y juntos sólo aspiraremos a aplacarlo.
Oh, my God, I'm horny.

Josito Montez te desea una Feliz y muy caliente Navidad.

1 comentario:

Athena dijo...

Chapeau... esta calentura la sufrí en mis carnes mientras mi media naranja estaba en las Américas. Veía atractivo y comestible a todo Dios, uf...