viernes, 3 de diciembre de 2010

Damas y Malditas


Tiene que ser buena y limpia. Debe callarse y moverse con prisa.
Sabe de modos y maneras, siente más que ningún otro ser sobre la Tierra, y la sociedad será quien le dé el papel que interpretará durante toda su vida: objeto de deseo, fregona y/o madre.
Si quiere una alternativa ante esa baraja sexista, que lo consiga ella sola.


Ser mujer nunca ha sido fácil, ni lo será.
A los hombres se les educa para tenerlo todo, para conquistar el mundo a base de pollazos y para perseguir lo mejor.
A las mujeres se las enseña en el sacrificio de la renuncia, en el dolor de su menstruación, en el trauma de su fragilidad y en las consecuencias de su hormonalidad.
Hasta muchas que se claman independientes viven arrastradas por la misma marea sociológica, bajo esa noción de que no son nadie sino referidas a un macho.


En muchas ocasiones, las mujeres son infinitamente más sofisticadas que los hombres que eligen.
Los nenes actúan como simplones, dicen que no entienden nada de sus novias, y éstas quedan etiquetadas como unas eternas insatisfechas.
¿Acaso es el mundo demasiado poco para los seres que acaban en "a"?


Desde tiempos inmemoriales, el papel primordial que se les asignó consistía en abrirse de piernas para recibir el mismo pene toda su vida y, a continuación, para soltar chiquillos cual fábrica.
Si la fémina quería medrar, que fuera diplomática; si quería ser poderosa, es usted una zorra.


Dicen que el amor se inventó para las hembras.
Especialmente, en su vertiente de sentimiento imposible, cuya dudosa viabilidad lo haría aún más ardiente.
Esto es una gran tontería; los hombres, los perros y hasta los periquitos también se enamoran de lo más difícil.
Pero ellas, a las que se veía tan bobas, lo podían expresar, con la mirada anhelante y la actitud orante.


Se dejaban los suspiros en decir el nombre de Edward Rochester o algún otro sombrío señor, mucho mayor que ellas, más viajado y follado, al que redimir sin prisas a la hora del té.
A la hora del té, también vivían las heroínas domésticas del estilo Jane Austen, esas que se pudrían vivas en represivos salones, esperando que el petimetre caballeresco de turno decidiese acercarse para unir patrimonios y asegurar supervivencias.


El papel de la hembra ha sido variable en términos legales, pero que pueda parir siempre ha sido motivo de su instrumentalización, tanto familiar como social, a lo largo de la Historia.


Desde el principio del tiempo, ha habido persecuciones, xenofobias, odios. Ninguno ha sido tan virulento, tan directo y tan enraizado en la psique social como el machismo.
Concebir a la mujer como una idiota, como una perra, como una castradora o como un receptáculo de semen que se muestra esquivo se conjuga con la mayor de las violencias sobre ella.
A ella no se la perdona ni se la entiende. A ella se la castiga.


Diría el necio que la mujer tendría la culpa de sus actos misóginos.
Señalaría a aquellas que le dicen que no, a las que lo contestan, a las que lo ponen en evidencia, a las que le rompieron el corazón, y sobre todo, a su madre, la insuperable gorgona.


Hay muchísimos hombres buenos con las mujeres, que las aprecian, que las cuidan, que les sujetan el bolso, que les agarran la mano cuando sufren y que las llorarán toda su vida.


Otros no las llamarán más allá de una noche de pasión, pero las respetarán, las desearán del modo más sincero y las besarán hasta provocar la felicidad momentánea del orgasmo.
Y hay unos cuantos que no saben nada de lo anterior y podrían colgar del gancho de esa porqueriza de la que nunca debieron salir.


En el modo extreme, reside el cabronazo de la mano ligera, que contesta con bofetones y amenazas, elevado como un ogro dominante sobre su atemorizada chiquilla.
Otros se muestran aún peor.
Son aquellos que se creen merecedores de la vagina, sea como sea, y piensan que sus objetos de odio/deseo deben entregársela. Se produce el momento de la violación, la atroz muestra de que ciertos seres pueden olvidarse por completo del significado de la piedad.


El hijoputa se excitará cual bestia ante la salvajada que está cometiendo.
La desafortunada acertará a gritar y a encomendarse a todos los santos, mientras yo suplicaré por siempre que encuentre la oportunidad de darle una patada en los huevos y quitárselo de encima.


Chicas, os recuerdo que no hay nada más efectivo. El dolor del golpeado testículo llega hasta la sien y deja paralizado.


A mí no me gustan sexualmente las mujeres, pero no hay nada que me emocione más que ellas.
Son tan bellas, aunque se digan feas. Cuando son grandes, y cuando se consideran pequeñas., Cuando se defienden y luchan, cuando lloran por sus hijos y cuando desafían al mundo.


Cuando son estrellas, se pasean con gracia y me miran desde la altura con chulería y complicidad. Cuando se colocan bien las tetas y se pintan los labios.
Cuando me dicen lo que sienten y late la vida más que nunca. Cuando son lo que desearon, y cuando se quedaron a medio camino.


Tan bonitas cuando se mueren, tan magníficas cuando viven.
Hasta cuando los injustos quieren quitarles todo lo que poseen y robarles la integridad de sus cuerpos, hasta en ese preciso momento oscuro, siempre se tienen a ellas mismas.


Yo no desearé sus coños, pero ¡las amo, coño!

10 comentarios:

Pati Difusa dijo...

No sé qué cuernos decir, Josito.

Tal vez solo

GRACIAS


:)

Rosana dijo...

Estoy con Regina LC.

Sin palabras :)

Ratatouille dijo...

Precioso, hermanito! Muakkkkkk!

Athena dijo...

Maravilloso texto, Josito. Muchísimas gracias por todo.

Besicos.

Josito Montez dijo...

Como dirían los toreros: ¡Va por ustedes!

mely dijo...

.... Me he quedado muda(Gran Post)

Eduardo Fuembuena dijo...

Leo por segunda vez este rosario de verdades como puños contadas con extraordinaria simplicidad. Muy bien Josito. L. A.

Laura dijo...

GRACIAS POR ESTE INCREÍBLE ARTÍCULO..
G R A C I A S

Josito Montez dijo...

Un placer, hermosuras.

Anónimo dijo...

precioso. ojalá todo el mundo tuviera tu sensibilidad y delicadeza; especialmente los hombres hetero y las mujeres lesbianas (por aquello del usufructo, básciamente).