miércoles, 29 de diciembre de 2010

Bailar y Respirar con Gene Kelly


Fue la personificación del optimismo durante más de dos décadas.
Así, tanto la figura como el legado de Gene Kelly se suelen asociar exclusivamente con la alegría infecciosa del musical hollywoodiense.
Pero, en retrospectiva, la voluntad innovadora y el virtuosismo escénico de este genio danzarín trascienden las fronteras de cualquier género.


Pese a que fuera criatura del cine clásico, Gene lo liberó de muchas de sus ataduras y permitió que nuevos aires ventilaran lo más apolillado del sistema de estudios.


Desde muy joven, Gene sufrió la sublime necesidad de bailar hasta reventar.
De entre las bambalinas de Broadway, sería cazado por la Metro Goldwyn-Mayer, que lo colocó en su primera película: "For Me And My Gal".
Inseguro al lado de Judy Garland, Gene Kelly estaba convencido de que su debut cinematográfico sería un desastre.
Afortunadamente para todos, fue un presentimiento equivocado.


La Metro desperdició a Gene Kelly durante mucho tiempo, embarcándolo en películas indignas de su estatura.
"Cover Girl", y, sobre todo, "Levando Anclas" serían los primeros títulos que lo asentaban definitivamente como Apolo del musical.


En "Levando Anclas", cantaba junto a Frank Sinatra, bailaba al lado del ratón Jerry y, contagiada del entusiasmo, hasta la Academia lo nominaba al Oscar.


Tras dos años cumpliendo deberes militares en la Segunda Guerra Mundial, Kelly volvía a Hollywood, decidido a invitarlo a la danza, de una vez por todas.
Gene introdujo un estilo más terrenal y desenfadado que aquel alto copete de Fred Astaire, con quien se vería las caras en "Ziegfeld Follies".


El gran momento de Gene sucedía cuando volvía a vestirse de marinerito, y se encontraba con su alma gemela, el director Stanley Donen.
Fue quien mejor entendió a Gene Kelly, y le dio carta blanca para ocuparse por entero de la coreografía y la plástica de los momentos musicales.
Así, Kelly aparecía acreditado como co-director de "On The Town".


Por primera vez, el musical abría ventanas, derribaba puertas y salía a la calle.
Del asfixiante decorado hacia las posibilidades de la localización natural, "On The Town" vivía libre en las avenidas de Nueva York.
Sin casi pretenderlo, una película tan tontorrona se hacía hito del cine.


Otro cómplice de Gene Kelly en la Metro se llamaba Vincente Minnelli.
Tras coincidir en la incomprendida "El Pirata", volvían por sus fueros, y producían la colosal y un tanto pretenciosa "Un Americano en París".


Gene diseñó la opulenta danza final de quince minutos; resultó tan impresionante en su época, que hizo que "Un Americano en París" ganara un inmediato Oscar a la mejor película.


Dentro de ese irrefrenable buen pulso, un nuevo proyecto con Stanley Donen producía la obra capital del género.
En "Cantando Bajo La Lluvia", Gene Kelly repetía en la dirección, protagonizaba con su habitual encanto y orquestaba unos números inmortales.


En el baile definitivo, se topaba por primera vez con las piernas de la que sería su mejor pareja: la maravillosa Cyd Charisse.


Gene Kelly fue estrella por muchas razones. Entre otras, porque era un caballero terriblemente simpático. Y, además, estaba buenísimo.


Su genuina sonrisa todavía calienta el corazón y alienta el suspiro.
Y su exquisito culo ha despertado más admiradores que los ojos de Bette Davis.


Ante todo, Gene dejaba bien claro que el baile también es cosa de varones.


"Les Girls" fue su última película para la Metro, a finales de los cincuenta.
Libre del férreo contrato con el estudio, al que había dado inauditos picos de gloria, Gene se tropezaba con el cambio repentino de las modas y los amores del público.


El escapismo y las sonrisas no estaban en boga, y Kelly navegó desorientado.
Sus intervenciones como actor se espaciaban, mientras sus intentos de relanzamiento del musical en calidad de director y productor no terminaban de cuajar.


El toque final fue el fracaso de "Hello, Dolly!", opereta protagonizada por Barbra Streisand.
Se trataba de un carísimo mamotreto, que sufría de aquello que siempre temió Kelly: la pura polilla.


Sus últimos años en la profesión se centraron en los especiales televisivos y en la recopilación del legado Metro para las nuevas generaciones.
A la luz de las reposiciones, la importancia de Gene Kelly se hacía más evidente que nunca.


Siempre ofreció elegancia sin cursilería y diversión con honestidad.
El resto de los mortales decidimos soñar con prendernos de su mano y dejarnos llevar hasta esa felicidad que él juraba conocer.

3 comentarios:

Athena dijo...

En mi casa éramos muy de Gene Kelly y menos de Fred Astaire, por no decir nada. Ahora ya los veo como algo distinto, pero sigo siendo fiel a Gene. Este post es un gran homenaje, gracias. Por cierto, a mí me gusta mucho una película de él que se puede decir que es un musical pero no lo es, pero tiene grandes coreografías: "Los tres mosqueteros".

Ah, y mi padre, de joven, tenía su sonrisa y hasta me atrevería a decir que su culo.

Josito Montez dijo...

Me alegro infinito de que os haya gustado el homenaje.
Y mientras me ensueño con el padre de Athena, sólo corregir minímamente a mi querida Lo.
Gracias a Dios, Gene Kelly no dirigió "Xanadú", sólo intervino como actor y coreógrafo de algunos números.
El director fue un tal Robert Greenwald, que recibió un Razzie, de hecho.

Besos a las dos.

Atticus Grey dijo...

El más simpático de los actores, Gene Kelly siempre me pone de buenas con cada una de sus películas. Como bien dijiste, esas partes de su cuerpo son espectaculares, y es que Gene era musculoso mientras Astaire era flacucho. "Heredarás el viento" es una pelí donde no canta y maneja un cinismo irresistible. Ah, y faltó mencionar su paso por Europa vistiendo pantalones blancos y camisa rosa en pelnos años 60's. ¡Vaya, un encanto que no resulta afeminado! Mi imagen es la suya.