viernes, 15 de octubre de 2010

Los Mártires Suicidas


Sucedió el último septiembre. Seis adolescentes norteamericanos se suicidaron.
Todos eran muy jóvenes, todos sufrían acoso y persecución por su homosexualidad, todos se hicieron mártires suicidas.


No se conocían entre ellos, ni lo planearon en conjunto.
Cada uno en su ciudad respectiva, en su habitación silenciosa, en su psique desesperada, respiró el virus de la muerte y enfermó rápidamente hasta que quedó seco de apetito.
Y, así, se colgaron y se tiraron desde lo alto, desafiando instintos animales y planes divinos.


Como las mejores epidemias psicosociales, no se sabe su origen ni se puede explicar su difusión.
Ofreció sus brotes, regados a lo largo del país, con la tumba como preciso síntoma y último efecto.
Tyler, Billy, Seth, Asher, Justin, Raymond.


El caso más pavoroso lo protagoniza Tyler. Unos compañeros lo grabaron, follando en su habitación con otro chico.
Los muy canallas difundieron las imágenes por el centro escolar y colgaron el vídeo en Facebook, para echarse unas risas.
A los pocos días, Tyler, infectado del virus del suicidio, escribía en esa misma red social: "Voy a saltar desde el puente George Washington. Lo siento".


En Estados Unidos, el suicidio adolescente, de manera tan masiva e inconexa, no es un fenómeno nuevo.
Ocurre en oleadas periódicas. A veces, es noticia; otras, es sólo un ignorado dato a pie de página, que acumular a lamentables cifras anuales de muertes autoinfligidas.
Ahí está esa magnífica novela llamada "Las Vírgenes Suicidas", que parodió y mitificó la desesperación teen en el universo del barrio residencial, el high school y las bragas bien puestas.


Se dice que uno de cada tres adolescentes que toman la vía rápida son homosexuales.
Sin embargo, ese dato es una estadística errónea, que parte de las conclusiones del viejo informe Kensey.
Además, el forense puede ratificar que el nene está muerto; que haya sido gay, no.


Los siete mártires suicidas de septiembre ponen en tela de juicio los notorios y rápidos avances sociales en la cuestión homosexual.
En todo caso, lo que queda claro es que, en Estados Unidos, el asunto sigue siendo un drama de mucho cuidado.
Según algunos observadores, los gay teens han acabado siendo las paradójicas víctimas del intenso debate entre las fuerzas conservadoras y los intereses liberadores, en temas como el matrimonio o la visibilidad en el ejército.


Porque la controversia no sólo reaviva las furias homófobas, sino también viene a expresar que ser gay en este mundo no es fácil.
Incluso cuando dicha polémica suponga un paso adelante en reconocimiento de derechos, muchos seguirán prefiriendo ser Finn antes que Kurt.


Además, en esas edades, los recursos personales para defenderse son escasos.
El ambiente inmediato se concibe como el mundo entero, y un insulto es lo más parecido a un disparo en el corazón.


De repente, llega el virus.
Y mis tristes mártires suicidas sólo ven sus zapatos colgando en el vacío.


Podrían tocar el violín, ver pasar los coches, mirar el cielo, cortarse las uñas, bostezar, suspirar, pensar, recoger la ropa seca, telefonear, apoyar la mejilla en la mano, decidir lo que comer hoy, esperar el autobús, cagarse en las cosas básicas, cambiar de opinión, leer noticias interesantes, frustrarse, aburrirse, rascarse la nariz, hacerse mayores y follar hasta reventar con quien les dé la gana.
Mis pobres mártires suicidas. Siempre los quise libres de decepciones, de cámaras, de insultos, de risas burlonas, de abusones, de machistas y de hijos de puta.


Ya lo dicen otros y tienen razón. No importa, se supera, te hace más fuerte, la vida es dura para todos y la muerte sí que es irreversible.
Además, al fin y al cabo, lo verdaderamente honroso siempre ha sido la supervivencia.


A seguir respirando, mis muchachos.

3 comentarios:

Eduardo Fuembuena dijo...

Querido Montez,

Comparto el mismo sentimiento que Lo. Entradas como ésta hacen tú blog algo extraordinario. Muchas gracias.

L.A.

Josito Montez dijo...

Me emociona que os emocione. Muchos besos, mis queridos veteranos.

Pati Difusa dijo...

Se me encoge el corazón, pero estoy segura de que viendo a Kurt, se podrán salvar muchas vidas.