viernes, 8 de octubre de 2010

El Bosque


Es el lugar de la espesura, donde los árboles cierran el cielo y la Naturaleza prefiere callarse.
Es allí donde nadie quiso aventurarse. Quien fue valiente y se internó, entre sus ramas y sus mentiras, jamás volvió para contar lo que había encontrado.
Porque, en el bosque, reina lo complicado, lo secreto y lo ignoto.


El bosque nace en los cuentos de hadas y pervive en los relatos de terror.
Por él, caminan los incautos que quieren atajar caminos.
Ignoran que el bosque es un sitio de destierro, lleno de gente solitaria, que siempre busca un poco de calor.


Esa caperuza roja te sienta matadora. Deberías haberlo sabido: en las ardientes camas de los residentes del bosque todo está permitido.
Antes del anochecer, es probable que termines en una olla a presión, bien cebadito, mejor cocidito.
Los humos de tu torrefacción se escaparán por la chimenea, y sólo se encontrarán con el ulular del viento en las copas de los árboles y el inmisericorde cantar de los pájaros.


Los bosques tienen la respuesta, dicen.
Sobre todo, cuando asesinan a la más bella de la promoción, en los márgenes boscosos de pueblos norteños de frío, café y sueño.


La noche del bosque es aterradora, engañosa, llena de verdad y pesadilla.
Los niños quieren desafiarla y corren a su través, en busca de la aventura.
Descubren misterios, se pierden, se mueren de frío, caminan agotados y, mientras vuelven a casa, se hacen mayores.


Entre los árboles, corren las antorchas y huyen los monstruos.
Y, a través del cielo, vuelan los doce hermanos condenados, lamentando la ruina familiar en el inquietante eco de la foresta.


Las lagunas del bosque se hacen espejos, que devuelven imágenes de fatalidad y traen la solución a los desesperados.
Beber de su agua trae consecuencias; ignorarla es darle la espalda a la belleza.


Sobre las ramas, vigilan los malditos pájaros que se comieron las migas que indicaban el camino de vuelta.


Y, de repente, la lluvia y la tormenta. Las criaturas corren a refugiarse, mientras las gotas del cielo se resbalan por los troncos.
Símbolos de tristeza, metáforas de deseo.


Bajo el manto de vegetación, yacen las víctimas de algún asesino en serie, el mismo que encontró la definición de su intrincada mente en la espesura y la oscuridad.


Los animales toman la directa cuando la civilización hace acto de presencia.
El fuego, tan purificador como devastador, es el único elemento que puede acabar con el poder del bosque.


Y éste se toma la revancha desde sus cenizas. Sin el bosque, el mundo está muerto. Con hormigón, no se respira.


El bosque, malvado, ancestral, necesario, debería ser presencia imprescindible en cualquier buena historia, aunque sea de manera figurada.


Es ese lado del mundo que nunca pudo ser conocido; es ese estado del alma que lleva demasiado tiempo en silencio.

5 comentarios:

Atticus Grey dijo...

Me ha encantado esta entrada. Sigo insistiendo en que tienes un talento desbordante. Deberías escribir un libro y publicarlo (por si no lo has hecho), sería un best seller y tal vez te llamemos Josito Meyer. Saludos.

Ramón dijo...

Me ha encantado la ultima frase, Josito. Tienes una vena artistica muy curiosa.

"Con hormigon, no se respira" ¿Capaz?

Josito Montez dijo...

Muchas gracias a los dos. Seguiré ese caminito, sí.

Besos.

Elena dijo...

Me encanta tu blog

Josito Montez dijo...

Me alegro infinito, Elena.