viernes, 9 de abril de 2010

Enamorados del Amor


"¿Por qué de repente aparecen pájaros cada vez que estás aquí?. Como yo, ellos quieren estar cerca de ti".
Si muchos aseguran que la Navidad es invento de los grandes almacenes, ¿podría decirse que el amor es producto de Hollywood y de las canciones pop?


Se cuenta que la humanidad dejó de creer en Dios, para empezar a creer en todo.
Entre esas creencias sustitutivas, las ideas románticas componen un capítulo primordial.


El amor se ha hecho una obligación vital, hasta para los que ni siquiera lo necesitan.
Si usted quiere tener una vida de verdad, haga el favor de buscarse una historia veleidosa con otra persona y ponga a latir a ese corazoncito.


Lo peor es que el cine, las series y las baladas de Burt Bacharach han puesto el listón demasiado alto.
Tal vez, la relación amorosa real no sea garantía de redención, ni de eternidad y ni siquiera de felicidad.


Pero da igual. Estamos enamorados de ese producto llamado amor. Y eso no lo cura nadie.
Si hay que morirse, mejor hacer como Richard Burton, que debió musitar en sus últimos momentos: "Todavía no la he olvidado".


Resulta curioso que las grandes historias de amor de la literatura no sean precisamente quienes hayan hablado de los efectos benignos de las relaciones.


En estos novelones, el amor queda reflejado como una situación violenta, de dependencia extrema, donde dos personajes se necesitan, tanto física como psicológicamente, y comprometen sus situaciones familiares, económicas y sociales.


El alto voltaje de las relaciones imposibles, condenadas, ha sido reflejado en dos películas ejemplares: "Dos en la Carretera", de Stanley Donen, y "Escenas de un Matrimonio", de Ingmar Bergman.


El amor queda reflejado como un auténtico horror, donde un par de miserables se vuelven más miserables, a medida que pasa el tiempo y se dan cuenta de que ni pueden entenderse ni son capaces de vivir sin el otro.


El amor no correspondido es el gran enamoramiento del amor.
Es el amor entendido como una idea, como la sombra de la cueva platónica, como la promesa de una existencia trascendente.


Las canciones de Judy Garland podrían servir como la definición de esta clase de anhelo, adolescente, privado, ingenuo, inventado, quizás químicamente puro por su condición de imposibilidad.


En uno de sus temas, "Dear Mr. Gable (You made me love you)", Judy abría un episodio clave dentro del amor no correspondido: la mitomanía y el fanatismo.
Es decir, asignar los deseos particulares a un ser que nunca sabrá de nuestra existencia.


Pero, según dicen los entendidos, la realidad es otra, distinta, más dura y comprometida, menos ideal y oportuna, que esas mitomanías, tan lindas como endebles.


Qué placer para el masoquismo que caracteriza el corazón humano.
Un personaje muy histérico del camp classic "Inside Daisy Clover", lo resumía: "No me duele la cabeza, ¡¡me duele el corazón!!".
Por su parte, Josito Montez no sabe lo que es el amor, pero no teme seguir buscándolo. Quizá te lo cuente algún día.

1 comentario:

CaféOlé dijo...

El amor de película es una pamplina! Quien busque algo así, ya se puede ir preparando para sufrir porque es imposible que una relación esté a la altura...
Lo que sí que es verdad es que tod@s podemos enamorarnos. Yo sí que me he enamorado pero de una manera muchísimo más práctica y cerebral: estoy con otra persona porque quiero y soy feliz.
Eso sí, cuando nos besamos no suena música de orquesta...
Besitos.