miércoles, 10 de marzo de 2010

1993


Oh, lo ha conseguido.
Laura Dern y Sam Elliot no se lo podían creer. Ni tampoco el público, que llenó los cines para ver el último milagro de Spielberg.
Echar a correr al Tiranosarius Rex fue la excusa para el fenómeno exprés de 1993.


Los que acusaban a Steven de frívolo debían asistir a su otra película del año, "La Lista de Schindler".


El director aseguró que no le importaba la carrera comercial de ésta última. Sin duda, porque "Parque Jurásico" ya se encargaba de pagarla.
La historia de un empresario que descubre su conciencia era ideal para este oscarizable turning point spielbergiano.


En su visión del Holocausto, Spielberg estuvo todo lo sentimental e ingenuo que se podría esperar, pero esa fotografía no dejó indiferente a nadie, y Ralph Fiennes era el perro nazi más hermoso de la Historia.


Los amigos de Steven también querían ponerse serios, acorde con los tiempos, tan sofisticados, tan de thriller de Sharon Stone, musicado por UB40.


A lo que íbamos. Tom Hanks había sido despedido de manera improcedente, vivía en Philadelphia - donde hace mucho frío -, era homosexual, le gustaba la ópera y se moría de SIDA.


Hollywood demostraba con semejante historia que adoraba el gran tema. Y también quedó claro que quería reclutar a Antonio Banderas.


A la Casa Blanca, llegó Bill Clinton, decidido a resolver los problemas heredados de Bush padre; es decir, las armas de Iraq.


Clinton contraatacó a Sadam, mientras en casa, todo era niña Chelsea y buenas intenciones.
Consiguió que Rabin y Arafat se dieran la mano. Pero delante de la White House, no le quites el mérito.


El divorcio fue de terciopelo para Chequia y Eslovaquia, que empezaron el año separándose pacíficamente. Eran casi los únicos.


Un total de veintitrés escenarios de violencia se vivían en el planeta. Pero las noticias ya habían elegido su guerra favorita.


Las brutalidades de Bosnia alcanzaron lo insoportable a raíz del genocidio de Srebrenica.
¿Qué puede pasar para llegar a ese extremo de miseria? Spielberg tampoco lo sabía, te lo puedo asegurar.
Lo que quedaba prístino y claro es que había gente en el mundo que no necesitaba del cine para echarse a llorar.


La Europa occidental se hacía la loca, y firmaba el Tratado de Maastricht, decidida a unirse y ganar dinero a espuertas. Para eso, siempre prestos.


Un fan de Steffi Graff apuñaló a Monica Seles durante un partido de tenis en Hamburgo.
En Nueva Zelanda, el piano arrastraba a Holly Hunter al fondo del océano.


En otros lugares, lo apropiado era seguir comprando y estar atento al televisor.
El reino era de Nirvana, pero Withney Houston no paraba de gritar en la radio que siempre te amaría.


A nadie le gustó "El Guardaespaldas", pero la banda sonora fue compra inexcusable.


Gloria Estefan aprovechaba la nostalgia miamesca de la Cuba perdida con su exitoso "Mi Tierra", mientras esos dos protofrikis llamados Beavis y Butt-Head aparecían por primera vez en la MTV.


Para los amantes del dulce, Jane Seymour era pionera del Oeste y "Doctora Quinn".


Mulder y Scully le daban a lo misteriosísimo en las primeras emisiones de "Expediente X".


"Cheers" se despidió con ochenta millones de espectadores, y el adorable Frasier Crane abría consulta radiofónica dando calor a Seattle.


El mismo Seattle que no tenía sueño, gracias a Tom Hanks y Meg Ryan.


Porque nadie quería dormir en 1993.
Stephen Hawking publicó "Una breve historia del tiempo", donde nos contaba cosas sobre el Big Bang y los agujeros negros.


Es decir, empezamos con una explosión y acabaremos en la nada. ¿A que sí, Tiranosaurio?

5 comentarios:

El Malvado Ming dijo...

Sam Neill, bello.

Ernesto dijo...

Para mí, cinéfilamente hablando, 1993 será el año en el que empecé a comprarme el Fotogramas. Dos números me faltan desde entonces.

chika migraña dijo...

No había notado que buen año fue el 93
Ya hablaremos de esto la próxima semana porque Jossie, está casi confirmado que la chika migraña--- cruza el charco!!!

xD

Josito Montez dijo...

Qué suerte tienes, Chika, que vas a a conocer a toda una estrella.

Pati Difusa dijo...

Doctora Quinn era uno de mis placeres culpables en los noventas.

Y sí, qué bueno que estaba el perro nazi de Fiennes.

¡Migraña, tráeme un autógrafo!