miércoles, 17 de marzo de 2010

1967


El espacio a conquistar, las radios con el estruendo de la novedad, el verano vestido de amor y de disturbio.


No había límites, porque todo se expresaba con colores y previsiones de mejoría.
Y, así, se requería romper con el pasado para pagar esas deudas que solicitaba el futuro.


La vida pendía de un hilo. Y era emocionante.
Triunfarían las revoluciones, la música seguiría sonando, los Beatles durarían para siempre, y no habría días suficientes para leer "Cien Años de Soledad".


Porque el mundo brillaba en 1967.
San Francisco vivía sus días grandes, decidido a enfrentarse a la guerra, llenando la ciudad con la decisión de los foucaltistas, escribiendo a la izquierda, viviendo deprisa.


La burguesía era decadente, clamaban. Mirad a la Belle de Jour, que es puta sólo por aburrimiento.


Desde Colombia, llegaban las palabras de los Buendía, que llegaron a Macondo huyendo de los rabos de cerdo, de Prudencio Aguilar y de los espejismos de la selva.
Les robaron el sueño, vivieron en soledad y Rebeca llegó con los huesos de sus padres y la necesidad de comer tierra para saciar la sed de amor.


Volaban los americanos, enamorados de la Luna, mientras en tierra, el Sudeste asiático era un laberinto selvático donde se perseguían las alucinaciones lisérgicas de los campos de fresa.


Oh, "Sgt. Peeper's Lonely Hearts Club Band".


Sobre todo, la Señora Robinson.
Benjamin dormía con la madre, pero se enamoraba de la hija.
Nadie se perdió "El Graduado", donde la generación descubrió que debía follarse y faltarle el respeto a los mayores, al mismo tiempo.


¿Quién era consciente de las mentiras del matrimonio?


Quizá Stanley Donen, que nos entregó la bellísima "Dos en la Carretera", o cómo los sueños se rompen en pedazos para una pareja que no se soporta.
Y cómo se recomponen al día siguiente al ritmo de Henry Mancini.
Porque de amor, también se pudre uno.


Volvieron la mirada las muñecas, las tres señoritas del escándalo y la adicción. Allí estaban, por fin en la pantalla.


El glamour se asociaba con sordidez y triunfó "El Valle de las Muñecas". Era tan mala como divina, pero la crítica antepuso lo primero y la acribilló.


Acribillada terminó Grecia, tras el golpe de los coroneles, mientras otros tiros acababan con el Che Guevara en Bolivia.


El corazón pudo latir en la primera operación de transplante, gracias al Doctor Barnard.
La hija de Stalin se escapaba y llegaba a Estados Unidos, con la determinación de contarlo todo sobre el legendario déspota.


¿He hablado de la música de 1967? The Doors, Aretha Franklin, Creedence Clearwater Revival, Procol Harum.


El rey Elvis se casaba con su Priscilla en Las Vegas, mientras el emperador Jimi Hendrix se abría paso con su guitarra inmortal.


A Sidney Poitier había que llamarlo Mr. Tibbs, mientras lo afroamericano hacía arder Detroit y Newark.


Quizá todo acabaría. Quizá nunca resolvieran quién mató a Kennedy, ni pudieran evitar que volviera a suceder.


Quizá el espacio no significase nada. Quizá todas las intenciones del año eran ingenuas y utópicas. Quizá habría que pasar página y olvidarlo, bebiendo otro cóctel con la Señora Robinson.


Pero, 1967, definitivamente, tú eras la vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Barbarella no es del 67? Igual me equivoco... Dos en la carretera es una de mis grandes favoritas de todos los tiempos.

Josito Montez dijo...

Acabo de comprobar y "Barbarella" es del 68... ;)