viernes, 30 de noviembre de 2007

Plumas


Guarda esa mano en el bolsillo, baja la cabeza y borra esa mirada aviesa. ¿No ves que tienes pluma? ¿Quién te has creído que eres? ¿Bette Davis, acaso? ¿O una invitada del sofá de "Tómbola"?
Pero quizá lo mejor para ti es que no me hagas ni puñetero caso.
A ti, locaza, que tu vida es la mano suelta y el cruce de piernas, que te sientas derechita y en el filo del sofá. Educada, gentil, sociable, extrovertida y emocional. ¿Qué sería del mundo sin ti? (Y sin mí, que, a pesar de todo, sigo siendo la más taquillera).


Apartada del celuloide, la pluma en las películas de Hollywood era anecdótica y puntual. Pero ahí están esos dos pioneros: Bambi y Sabú.
De nombre único y ambiguo, el cervatillo de Disney y el niño de la Orientalia Warner daban un nuevo sentido a la palabra "vivacidad".
Después estaban los villanos, misóginos y sadistas, del tipo George Sanders o Clifton Webb, que portaban la boquilla como un apéndice de su maldad upper class y amanerada.

Pero el nicho de lo gay en el cine clásico se encuentra en la comedia de enredo, porque la loca era motivo de mofa. A veces, sin ninguna clase. Otras, divertídisima, como en "Con Faldas y a Lo Loco" (Some Like It Hot).
Y otras, definitivamente curiosa, como el caso de Rock Hudson en "Confidencias a Medianoche" (Pillow Talk), haciéndose pasar por lo que realmente era.


Con la paulatina aparición de homosexuales en la pantalla, la loca fue desterrada a un segundo lugar, porque sólo se estaba dispuesto a aceptar al gay seriote; es decir, al que no se le nota. Injusto remiendo intermedio para la intolerancia.
Pero el homosexual fascinado con las divas, el de la cadera suelta y el que se lanza a la pista de baile, borracha o no, ha vuelto y ha recuperado su sitio.
Desde el Emory de "Los Chicos de la Banda" hasta el David Fisher de "Six Feet Under", soltar la mano es sinónimo de reconocerse y aceptarse.


En cualquier caso, la loca todavía debe ser reivindicada; sus plumas vuelan por encima de sus seres queridos y sus dardos malvados se clavan en sus enemigos.
No hay nada más humano que perseguir un sueño de trascendencia y divinidad.
Y qué importa lo que digan los demás, ¿eh?

jueves, 29 de noviembre de 2007

Daniel Craig


Estábamos ciegos y ciegas antes de "Casino Royale". O quizá el traje de James Bond tiene más efecto del que imaginábamos.
En cualquier caso, Daniel Craig merece un jueves, tanto como el mundo necesita amor.


Especialista en miradas turbias y personajes complejos, Craig tenía una carrera notable antes de ser el último espía al servicio de su Majestad.
Había aparecido en títulos tan importantes como "Camino a la Perdición" o "Munich", pero, definitivamente, debíamos estar mirando para otro lado. Si no, no lo entiendo.


Daniel fue toda una elección sorpresa para sustituir a Pierce Brosnan en la interminable saga de 007. Un Bond rubio, que podría haber sido elegido perfectamente para incorporar al arquetípico villano.
Los productores de la franquicia querían renovar por completo la imagen y la esencia de una serie que había perdido lustre, y Daniel Craig se convertiría en el aliado perfecto.

Y el resultado fue que "Casino Royale" se reveló como la más exitosa e interesante película de James Bond. Y Daniel, más cerca de Steve McQueen que de Roger Moore, es mejor actor y más espectacular físicamente que cualquiera de los 007 anteriores.


Además, este año, hemos visto a Craig como un ideal Perry Smith para Truman Capote en la brillante "Infamous" y ha encadenado dos estrenos con Nicole Kidman, mientras se prepara "Bond 22".


Daniel Craig, de atractiva imperfección, de orejas comestibles y morros peculiares, es magnetismo, es sexo. Verlo salir del agua replantea la existencia de Dios en nuestras mentes agnósticas.

martes, 27 de noviembre de 2007

40 Años del Mito Camp (8): La Falsa Secuela


Las tres películas más vistas del año 1968 fueron "El Graduado", "Adivina Quién Viene Esta Noche" y "El Valle de las Muñecas".
Al contrario que las dos primeras, nuestro mito camp fue desterrada de los Oscars más importantes. Sólo conseguiría una nominación a la mejor banda sonora original; la primera de las innumerables que recibiría John Williams.
Sin embargo, para la arruinada Fox, la fórmula show biz 'n' pills parecía todo un filón.
Así, se le encargó a Jacqueline Susann que redactara el borrador de una secuela de las aventuras de sus queridas muñecas.
Tras dos intentos, el estudio, insatisfecho, decidió prescindir de la Susann.

Russ Meyer tuvo el sentido de la oportunidad para hacerse con la realización de "Más Allá del Valle de las Muñecas" en 1970.
El guión, co-escrito con el popular crítico de cine Roger Ebert, dejó claro que no se trataba de una segunda parte, sino de una parodia en toda regla.

La decisión de la Fox de aceptar una película tan tremenda como ésta sólo se entiende por su situación de franca decadencia, que le llevaba a olvidarse de su proverbial conservadurismo y contratar a un personaje tan suis géneris como Meyer. La entrada de éste en una major de Hollywood estuvo a la altura de lo esperado.


"Más Allá del Valle de las Muñecas" también habla de tres chicas y sus experiencias en el show-business.
Pero sin melodrama; Russ prefería la música rock, el humor absurdo y las voluminosas delanteras al aire de sus queridas megavixens.
Colorida y divertidísima, Roger Ebert la definió como "el fruto de que los locos se hagan con el control del manicomio".

La picante y desprejuiciada aventura de tres chicas en fiestas y orgías de Hollywood acaba consiguiendo el efecto contrario que su modelo.
Si "El Valle de las Muñecas" se tomaba tan en serio que terminaba por resultar risible, su falsa secuela era una comedia que se revelaba más profunda de lo que pareciera.

Probablemente, por la masacre que da término a la película.
No estaba en el guión original, pero fue introducida a última hora, al pairo de la brutal irrupción de los Manson en la fiesta de Los Ángeles en la que muriera Sharon Tate.


El resultado de "Más Allá del Valle de las Muñecas" dejó al público un tanto desconcertado, aunque pronto ganó el mismo seguimiento de culto que la película original.
En los setenta, la Fox lanzó una sesión doble de ambos films, que se convirtió en un duradero exitazo en las sesiones golfas de Estados Unidos.

Aunque objetivamente es mejor película, nunca ha conseguido desterrar al "Valle" original de los corazones de los adoradores del trash.
En resumidas cuentas, se suele decir que la película de Robson es la gay y la de Meyer, la hetero. Por algo será.


lunes, 26 de noviembre de 2007

El Trabajo es...


- La putadita que comienza todos los Lunes.
- El castigo que Dios dio a Adán por excederse en las consecuencias de su relax.
- Un derecho y un deber.
- Condena y aliena al hombre.
- Horas perdidas para siempre.
- Dinerito a día primero de mes.
- El proceso que necesita cualquier cosa para ser conseguida.
- La mejor manera de ocupar la mente y olvidar que somos unos infelices y unos insatisfechos.
- El capitalismo y el comunismo coinciden en que es imprescindible.


- Si te esfuerzas, puedes mejorar tu situación laboral... o no.
- En otras épocas y otros países, destrozaba el cuerpo. Ahora y aquí, destroza la mente.
- Antes, era antítesis de nobleza. Ahora es sinónimo de estatus.


- Si no lo tienes, te quejas. Si lo tienes, también.
- Di lo mucho que has trabajado siempre en un programa de televisión. Aplauso asegurado.
- Una forma de masoquismo. Al jefe sólo le falta la fusta.
- Es como el amor. La dignidad y el orgullo mejor te los tragas.
- El mundo del currículum vitae, el café de máquina, el escaqueo y el finiquito.


- Aguanta, aguanta, cotiza, cotiza.
- Compra un boleto de lotería todos los días.
- Lo que define a los ciudadanos de verdad.
- Provoca adicción.
- ¡Igualdad laboral YA!
- Cada vez está peor, si alguna vez fue bueno...
- Donde todas las emociones se disparan, especialmente las más bajas.
- El trecho que va desde la civilizada entrevista hasta el despido improcedente.
- El estado en el que se valoran el fin de semana, las vacaciones y el ocio.
- Espera a tener 65 años.


- A lo que Larry Durrell (el protagonista de "El filo de la navaja") se negaba.
- A lo que Paris Hilton es negada.


- Es una lata. Todos los días te tienes que levantar (Luis Aguilé)
- Bah, yo nací para estar panza arriba. ¡Viva el dolce farniente!

sábado, 24 de noviembre de 2007

Dipsomania


Ay, borrachito de fin de semana. Apegado a la cerveza, al vino tinto y a los licores espiritosos. A las tres horas, has perdido la visión y has recuperado la sonrisa de cuando eras niño.
Tus amigos son más amigos que nunca. El futuro está claro. Nadie te puede vencer con cuatro copas entre pecho y espalda. Y vas al cuarto de baño con la sensación de que tienes más glamour que la Garbo pedo en "Ninotchka".
La sociedad te lo permite.

Siempre y cuando no te levantes al día siguiente con cierto temblor y la necesidad imperiosa de echarte otro trago al coleto para calmar los nervios. Ahí empieza el problema. Has entrado en el reino de Dipsomania. Estás jodido.

¿Bloqueo creativo? ¿Crisis existencial de escritor? ¿Un scotch bien cargado para terminar "Suave es la Noche"? ¿Tres Pernods para finalizar "Ancho Mar de los Sargazos"? Mira a Scott Fitzgerald y a Jean Rhys. No se tenían en pie. Tanto talento apurado en vasos de cristal.


Quizá te entre la nostalgia, la melancolía, y entonces sea el momento de llorar. Habría que aprender de Van Heflin, el cogorza cinematográfico por excelencia, de mano temblona, lagrimita larga y chupito rápido.
Tal vez haya motivos freudianos. ¿Problemas sexuales?
Como dice el borrachísimo Robert Stack de "Escrito sobre el Viento", la cuestión no es verter el vaso, sino hacer que lo viertes. Buena máscara para tu impotencia.
Cuando te has matado a beber como Nicolas Cage en "Leaving Las Vegas", cuando tu mujer es más alcohólica que tú tras tantos "Días de Vino y Rosas", es hora de la rehabilitación.


A gritar por un trago en el sanatorio de desintoxicación, con la cara desencajada y la mente animalizada. Nunca más te quedarás frito en el jardín, se acabaron tus compañías de pedo y es recomendable que lances la petaca al río.

En las reuniones de Alcohólicos Anónimos, te encontrarás con las chicas de la televisión.
Allí estarán Abby Lockhart y Alison Parker. E incluso Bree Van de Kamp, que ha traído una cesta de muffins mientras se aguantaba las ganas de servirse un Chardonnay.


Con tiempo y voluntad, te recuperarás y pedirás perdón. Ya no te llamarán Sue Ellen en el barrio.
Tu imagen ya no será aquella de las gafas de sol y la bolsa del Lidl con la botella de whisky. Ganarás peso y reconducirás tu vida. Eso sí, procura no encontrarte con una malvada Gene Tierney que te deje el carrito de bebidas a la vista, al estilo de "El Filo de la Navaja".
Porque se ha acabado la fiesta para siempre. Ni una sola gota.


jueves, 22 de noviembre de 2007

Ewan McGregor


El primer rubio de nuestros maromos. Ewan ha conquistado el jueves, este Día Glorioso que, si no existiera, habría que inventarlo.
Como muchos de los actores de los que hemos hablado en este blog, McGregor es otro ejemplo de la nueva estrella.
Un talento incuestionable, un físico estupendo y su nombre encima del título de la película. Pero la vida privada, los pequeños pecados y los grandes escándalos quedan estrictamente reservados.

Han pasado once años desde "Trainspotting", la película que lo dio a conocer en todo el mundo. Desde entonces, un vistazo a su filmografía deja la boca abierta a cualquiera. Porque Ewan no ha parado ni lo piensa hacer.
Su Renton que paliaba la apatía de su pueblo de Escocia con vistosas alucinaciones heroinómanas supuso una de esas interpretaciones intuitivas y arriesgadas que tanto nos gustan.

Abonado a la ambigüedad, Ewan no tenía problema en desnudarse para Peter Greenaway o en convertirse en una sexualizada estrella del rock glam para "Velvet Goldmine".


La industria hollywoodiense lo llamaría a bocinazos para que se tranquilizase y participase en la nueva trilogía de "Star Wars". Así, Ewan fue el joven Obi Wan Kenobi, con trencita y espada láser. Su llegada al blockbuster nunca lo ha apartado de papeles interesantes.

Cuando se tiñe el pelo, está aún más bueno. Y ahí está su encantador Christian de "Moulin Rouge" o su empresario playboy de la tontita "Abajo el amor".


No se le resiste ni el vestuario de época ni los directores personales. Va de Tim Burton a Woody Allen sin ningún problema. Pasa del chándal zarrapastroso al impecable smoking dejando atrás los complejos.
La televisión nunca le ha gustado, aunque los fans de "ER" no lo podemos olvidar en su aparición en uno de los grandes episodios de la serie, como el chico escocés que atraca una tienda de ultramarinos en la que se encuentra Julianna Margulies.

Sexy y tierno como pocos, Ewan es adorable, simpático y sólo se puede pensar en él en términos pecaminosos. ¡Viva Escocia!

miércoles, 21 de noviembre de 2007

El Sexo según "Shortbus"


Ya deberíamos saberlo todo sobre el sexo y las relaciones. Tendríamos que ser a la fuerza máquinas perfectas de amor. Es lo que nos corresponde históricamente. Pero los protagonistas de "Shortbus" no lo tienen tan claro.
Sofia no ha tenido un orgasmo en su vida, pese a los polvos brutales que echa con Rob, su marido.
Severine se prostituye, mientras anhela el contacto real.
James llora cuando se corre. Su novio Jamie piensa en reciclar su relación y abrirla a otros.
Y Caleb los espía desde la ventana de su aburrido piso.


Todos se encuentran en el mismo lugar, un local clandestino llamado "Shortbus", donde se practica el sexo libre, mientras se debate sobre los sentimientos, el arte, la música y la diplomacia relacional. Observar es participar.


Sofia, la anorgásmica (que, irónicamente, es terapeuta sexual) se ve incapaz de decidir. Porque, al final, descubre que no se trata de una decisión consciente, sino de un impulso vulgar y envolvente que provoca la sensación sublime y momentánea que tanto buscaba.


Quizá el sexo no es la solución definitiva, pero sus aportes de disfrute definen gran parte de la felicidad de nuestra vida. Teorizarlo es perder el tiempo, aventurarse en él nos hace humanos.
Todavía hay ataduras, todavía hay insatisfacción. Y sobre todo, una profunda desorientación. Pero sacralizado o no, el cuerpo está para ser entregado.
Y, como dice el maestro de ceremonias, se trata de conectar con una energía universal.
La frigidez emocional en el caso del suicida James es mejor olvidarla.
Cuestión de electricidad. Es la respuesta que nos da John Cameron Mitchell.
John Cameron Mitchell ya nos había encantado con "Hedwig and the Angry Inch", el musical heterodoxo que él mismo protagonizó.
"Shortbus" es mucho más ambiciosa, pero parte de una intención honesta, radiografiando el sexo de manera inconexa y casi documental.
Explícita hasta la pornografía, pero con la miga dramática y el sentido del humor que nunca ha tenido ésta, "Shortbus" es una película para buscarse en ella e identificarse.
Porque nos suena muchísimo todo de lo que habla.

martes, 20 de noviembre de 2007

40 Años del Mito Camp (7): Mark Robson, Valor Seguro


"El Valle de las Muñecas", la novela más escandalosa que los norteamericanos habían devorado, resultaba para la Fox todo un reto.
Porque se tenía que conservar el aspecto depravado de la historia, que era lo que la hacía atractiva para el público. Pero evidentemente, se requería contención y clasicismo.
La "modernidad" en su justa medida, pensaba Hollywood.

El elegido fue Mark Robson, un veterano director que había iniciado su carrera como asistente de montaje de Robert Wise en "El cuarto mandamiento", de Orson Welles.
Su éxito en la RKO, bajo el amparo de Val Lewton, le permitió realizar dos aclamados dramas pugílisticos, "Más Dura Será la Caída" y "Champ".


En el instante de la producción de "El Valle de las Muñecas", Robson ya no era el que se formó en la RKO de los años cuarenta.
Ahora era un cineasta Fox, especialista en adaptaciones de best-sellers polémicos.
Su mayor éxito había sido "Peyton Place", la adaptación cinematográfica de la controvertida novela de Grace Metalious.
La ilustración de los traumas sexuales y los esqueletos en los armarios de la sociedad provinciana americana fue debidamente rebajada.
"Peyton Place" es un melodrama colorido, con Lana Turner como protagonista, pero sin la subversión ni el riesgo estilístico de los grandes títulos de Sirk.


Ahí está la clave del cine de Robson. Es absolutamente impersonal y gris. Casi siempre era eficiente, y tiene títulos estimables, pero, en la época, era ejemplo del "anti-autor".

Nominado al Oscar en dos ocasiones, por "Peyton Place" y por "El Albergue de la Sexta Felicidad", los jerarcas de la Fox contrataron a Mark Robson como valor seguro para trasladar el universo de Anne, Neely y Jennifer a la pantalla, con las convenientes restricciones.
Viendo el desastre final, cuesta atribuir la culpa a una persona determinada de entre el equipo creativo de la película. Pero, aún así, gran responsabilidad se debe a su director.
La escenificación de Robson es inexplicable, y su dirección de actores, definitivamente intrigante.

La puesta en escena está perdida en la indefinida línea de producción por la que se optó.
Así, el contenido sórdido de la historia queda inapropiado en medio de unas secuencias concebidas en suntuoso Panavisión. Es decir, la dirección es benigna, clásica, cuando debía ser maliciosa y potente. El desajuste explica parte de la sensación de ridículo que proporciona la película.

Y en torno a la dirección de actores, está el ya nombrado asunto de Patty Duke.
Como Robson, la oscarizada Duke se suponía, de antemano, garantía de calidad. La realidad fue muy distinta.
En el set, fueron sonadas las peleas entre director y actriz.
Porque ninguno de los dos llegó a entender al personaje de Neely O'Hara. Y se evidencia de manera notoria en esa Patty Duke completamente desorientada; un muestrario de histrionismos que contrasta brutalmente con sus compañeras de reparto, tan peripuestas e inexpresivas.


Pese al varapalo crítico que recibió Mark Robson, el taquillazo de "El Valle de las Muñecas" le permitió continuar su carrera en la Fox sin ningún problema, aunque la decadencia del estudio a finales de los sesenta espació los proyectos.
Su último exitazo fue a ritmo de Sensurround y cine de catástrofe en "Terremoto".
Evidentemente, Orson Welles y Val Lewton quedaban ya muy lejos del horizonte robsoniano.

lunes, 19 de noviembre de 2007

La Televisión es...


- El súper electrodoméstico.
- La enemiga íntima del Cine.
- Justo lo que el ser humano se merece.
- La mejor manera de enterarse de que nada cambia.
- Informativos, series, publicidad, deportes y programas de entretenimiento.
- La salvación del show-business.
- Ese fenómeno que permite neutralizar golpes de Estado y contemplar guerras internacionales en directo.


- El lugar donde todos desean secretamente aparecer.
- El placer culpable por excelencia.
- Ese púlpito humeante donde vale más el volumen de la audiencia que la calidad del discurso.
- La rapidez, lo efímero.
- Aquel aparato que gusta de esclavizar a sus usuarios.
- Antes era aburrida, ahora es estúpida.


- Concentra todo lo mejor y lo peor de la industria audiovisual.
- Maneja como nadie el morbo, el escándalo y el suspense.
- El arma política y propagandística más importante del siglo XX.
- Lo que los intelectuales aseguran despreciar.


- Dinero, dinero, dinero.
- Proporciona compañía a los solitarios e ideales a los mitómanos.
- El mundo de la entrevista en directo, del micrófono impuesto y de la falsa interactividad con el espectador.


- Aliada del marketing, inventora de inutilidades, promotora de modas.
- Enemiga del tedio, adicta a la repetición.
- Hipnótica, paralizante, mesmérica. Le encantan los pasivos.
- El largo trecho que va desde la boda de Fabiola de Bélgica hasta el Caso Malaya.
- El escaparate donde hacer el ridículo es la ciencia más valorada.
- El Tribunal de la Santa Fe.
- El lógico fruto de la estulticia de sus empresarios.
- Los que crecimos con ella puesta, somos sus criaturas.
- La más grande unidad de reciclaje de basura jamás concebida.
- Su propio desarrollo tecnológico es su mayor verdugo. La diversidad contradice su espíritu alienante.
- El jacobinismo.
- El sitio al que Massiel y Ana Obregón pertenecen por méritos propios.


- Donde la unidad de medida es la "temporada".
- La próxima e inminente víctima de Internet.
- Más allá del circo, del Valle de las Muñecas, de la Puerta de Tannhauser y de la paciencia de cualquiera.
- Esa primera novia que nos enseñó tantas cosas.


- Su futuro ya lo adelantan algunas cadenas locales: Tarot, porno y contactos a través de sms.
- Sin dramatismos: es un pasatiempo y punto.
- Mi padre todavía confía que alguna vez se digne a programar conciertos de música clásica.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Matt Dillon


Recibimos a Matt Dillon en el Día del Maromo. Y podríamos darle un premio a la durabilidad. Porque, como ninguno, Dillon ha estado bueno toda la vida. Y, como casi todos, mejora con los años.
Ya impresionó desde muy pronto, convirtiéndose en el (anti) héroe de suburbio por excelencia. Así apareció en las tres adaptaciones de las novelas de Susan Hinton: "Over the Edge", "Rebeldes" y "Rumble Fish".
Matt era el símbolo del chico problemático que tanto juego daría en los dramas y comedias de los ochenta. Y además, la cámara empezó a adorarlo. Pocos rostros han sido tan idilícamente fotografiados.


Viendo en retrospectiva la irregular pero fascinante "Rebeldes", Matt Dillon destaca sobre sus compañeros de reparto, tanto en talento como en look.
Matt era entonces un angelito insolente y melancólico, con una de las mejores bocas de la historia.


A medida que fue creciendo, a Matt Dillon le empezó a crecer la frente y el cuerpo, cada vez más machote. Comenzaron sus esfuerzos por hacer una buena transición a la madurez artística.
Gus van Sant le permitió ser su "Drugstore Cowboy", que supone su mejor y más arriesgada interpretación.


Sin embargo, y salvo ese papel, los primeros noventa fueron bastante pobres para Dillon, que parecía abonado a la mediocridad.
Habría que esperar a 1995, cuando inició una racha de éxito tras éxito, que no se ha detenido ,y cuyo fruto final ha sido su nominación al Oscar por "Crash" el pasado año.
En su provechosa segunda mitad de la década, Matt demostró que tenía sentido del humor en "To Die For" y en "Algo Pasa con Mary", se mostró arrebatador en "Beautiful Girls" y apareció súper sexy en la reivindicable "Juegos Salvajes".


Cada vez más valorado como actor, su versatilidad le permite desde ser un villano para Lindsay Lohan y su Herbie hasta desazonar como escritor autodestructivo en "Factótum".
Continúa imparable y parece feliz con su asegurada posición en Hollywood, tanto en el cine comercial como en el independiente.
Ha vencido a su propia imagen, riéndose de sí mismo. Ha demostrado que tiene más luces de lo que parecía. Y aún sigue provocando suspiros. ¿Cuándo querrá casarse conmigo?