domingo, 11 de noviembre de 2007

Mary


Han pasado demasiados años para que todos pretendamos recordar a Mary Astor. Es una celebridad del ayer, pero su saga, llena de escándalo, adicciones y películas geniales, merece un lugar destacado en este blog.
La cara de Mary Astor daba al público de la época la exacta combinación entre glamour y neurosis que necesitaban.
Pero antes de ser Mary Astor, fue Lucile Vasconcellos Langhanke, la chica de Illinois cuyos padres presentaron a los concursos de belleza, decididos a hacerla famosa. Ella, obediente, lo consiguió.

A los catorce años, ya tenía pequeños papeles en Hollywood. Y después encontró a John Barrymore, y su oportuno romance la catapultó. Hizo la transición al cine sonoro, sin complejos, gracias a su inconfundible voz. La década de los treinta fue su gran época.


En medio, está el escándalo del famoso cuaderno azul, relatado en uno de los capítulos de "Hollywood Babilonia", ese vademécum de los chismes confeccionado por Kenneth Anger.
Según cuenta Anger, el segundo marido de la Astor, el Dr. Franklin Thorpe, se llevó una desagradable sorpresa, cuando abrió un cajón de la mesilla de noche y halló el diario secreto de su esposa.
En el cuaderno azul de Mary Astor, se narraba con todo lujo de detalles su pasión desmedida por el escritor y guionista George S. Kaufman ("Cena a las Ocho", "Damas del Teatro").

En un ataque de cuernos, el Dr. Thorpe pidió el divorcio y exigió la custodia de Marilyn, la hija del matrimonio.
Y, en el juicio, salió a la luz el famoso diario de Mary Astor, que la prensa no dudó en difundir. Así, todo el mundo estuvo al tanto de las bondades amatorias de Kaufman ("¡¡Oh, las noches en el desierto!!").


Pese a que pudo arruinar su carrera, Mary Astor salió beneficiada del fiasco y retuvo la custodia de su hija.
Aparecieron entonces sus grandes papeles, con "El prisionero de Zenda", "Tierra de pasión", "Medianoche", "Desengaño" y su oscarizada socialité embarazada de "La gran mentira".
Siempre hacía de la "otra mujer"; aristocrática, gélida y algo antipática, que se revelaba sensible y frustrada en un momento de la película, coincidente generalmente con un ataque de histeria.

Su mejor interpretación llegaría con "El halcón maltés", incorporando a la campeona de las mentiras Brigid O'Shaugnessy. Astor era perfecta para ser esa mujer sufriente de la que es mejor desconfiar.


Su atribulada vida, con tres matrimonios, alcoholismo, un intento de sucidio y persistentes problemas cardiacos, dificultaron la carrera de la Astor en los años siguientes.
La Metro Goldwyn Mayer la consideró ideal para hacer de madre amantísima. Y así la colocaron en clásicos rosáceos tan postineros como "Mujercitas" o "Cita en San Luis".

Sus intervenciones, cada vez más esporádicas, eran siempre dignas de su estatura.
Su última aparición fue en "Canción de Cuna Para un Cadáver", (Hush...Hush, Sweet Charlotte) interpretando a la misteriosa Jewel Mayhew.


Pasó sus últimos años en una residencia para actores, donde moriría en 1987.
La Astor es la perfecta definición de la actriz de la época dorada de Hollywood. Talentosa, propensa al escándalo y revestida de un estilo que no tenía antes de llegar a Los Ángeles.

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