sábado, 24 de noviembre de 2007

Dipsomania


Ay, borrachito de fin de semana. Apegado a la cerveza, al vino tinto y a los licores espiritosos. A las tres horas, has perdido la visión y has recuperado la sonrisa de cuando eras niño.
Tus amigos son más amigos que nunca. El futuro está claro. Nadie te puede vencer con cuatro copas entre pecho y espalda. Y vas al cuarto de baño con la sensación de que tienes más glamour que la Garbo pedo en "Ninotchka".
La sociedad te lo permite.

Siempre y cuando no te levantes al día siguiente con cierto temblor y la necesidad imperiosa de echarte otro trago al coleto para calmar los nervios. Ahí empieza el problema. Has entrado en el reino de Dipsomania. Estás jodido.

¿Bloqueo creativo? ¿Crisis existencial de escritor? ¿Un scotch bien cargado para terminar "Suave es la Noche"? ¿Tres Pernods para finalizar "Ancho Mar de los Sargazos"? Mira a Scott Fitzgerald y a Jean Rhys. No se tenían en pie. Tanto talento apurado en vasos de cristal.


Quizá te entre la nostalgia, la melancolía, y entonces sea el momento de llorar. Habría que aprender de Van Heflin, el cogorza cinematográfico por excelencia, de mano temblona, lagrimita larga y chupito rápido.
Tal vez haya motivos freudianos. ¿Problemas sexuales?
Como dice el borrachísimo Robert Stack de "Escrito sobre el Viento", la cuestión no es verter el vaso, sino hacer que lo viertes. Buena máscara para tu impotencia.
Cuando te has matado a beber como Nicolas Cage en "Leaving Las Vegas", cuando tu mujer es más alcohólica que tú tras tantos "Días de Vino y Rosas", es hora de la rehabilitación.


A gritar por un trago en el sanatorio de desintoxicación, con la cara desencajada y la mente animalizada. Nunca más te quedarás frito en el jardín, se acabaron tus compañías de pedo y es recomendable que lances la petaca al río.

En las reuniones de Alcohólicos Anónimos, te encontrarás con las chicas de la televisión.
Allí estarán Abby Lockhart y Alison Parker. E incluso Bree Van de Kamp, que ha traído una cesta de muffins mientras se aguantaba las ganas de servirse un Chardonnay.


Con tiempo y voluntad, te recuperarás y pedirás perdón. Ya no te llamarán Sue Ellen en el barrio.
Tu imagen ya no será aquella de las gafas de sol y la bolsa del Lidl con la botella de whisky. Ganarás peso y reconducirás tu vida. Eso sí, procura no encontrarte con una malvada Gene Tierney que te deje el carrito de bebidas a la vista, al estilo de "El Filo de la Navaja".
Porque se ha acabado la fiesta para siempre. Ni una sola gota.


3 comentarios:

Eduardo Fuembuena dijo...

Querido Josito,

La copa es la imagen de la vida...

Bebe de ella mientras quede dentro una gota. Apura la copa de la vida... Toca el acme de la honrosa decadencia...

Pero solo si tu acto es sincero y tú mirada limpia.

¡De todas formas no dejes nunca de tomar tú cocktail de las 7!

Lord Alfred Abbandonato.

Anónimo dijo...

pues a mi m estan dando ganas de una cervecita..."tu cáyate Rosita!"

Anónimo dijo...

En España se mira con horror y marcado desprecio a los borrachos