martes, 13 de noviembre de 2007

40 Años del Mito Camp (6): Todos somos Anne


"Yo quería un matrimonio como el de Papá y Mamá. Pero antes tenía que ver otras caras, conocer otro ambiente. Lawrenceville estaría allí para siempre".
Así arranca "El Valle de las Muñecas", con el viaje en tren de Anne Welles desde su nevado pueblecito de Nueva Inglaterra hasta la Quinta Avenida de Nueva York.


El punto de vista de la película es, por tanto, la provinciana idealista, bien educada y discreta, que llega a Nueva York para trabajar como secretaria en una agencia de espectáculos.
Y no sólo asiste estupefacta a la lenta degradación de sus nuevas amigas, Neely y Jennifer, sino que se enamora fatalmente de Lyon Burke, representante de estrellas y escritor en ciernes. Un conquistador nato que nunca querrá casarse con ella.
La obsesión de Anne por Lyon a través de los años es la columna vertebral de la historia de "El Valle de las Muñecas".
Cuando él desaparece y la abandona, Anne se convierte en una cotizada modelo, que publicita Gillian, la línea de productos para el cabello.
Su contención la salva de adicciones, pero Lyon vuelve y comienzan a vivir juntos en Los Ángeles. Aparece el fantasma de las dudas cuando Lyon se ausenta más de la cuenta.
Y, sobre todo, cuando Lyon se deja acompañar por Neely O'Hara, convertida en una malvada depredadora.
Un frasco de píldoras sobre la mesa. El apartamento de la playa de Malibú se convierte en la prisión estupefaciente de Anne.


Para Barbara Parkins, esta fue su primera aparición en el cine, aunque el público americano ya la conocía por ser Betty en "Peyton Place", el primer serial de lujo televisivo. En cualquier caso, fue una elección arriesgada.
La interpretación de la Parkins define gran parte del tono indeciso de la película. Inexpresiva, distanciada y ofreciendo un falso lirismo debajo de una cabellera volumétrica.
La carrera de Barbara nunca fue notoria y desapareció pronto del mapa. Era el paradigma de la mujer chic de los años sesenta, que murió inevitablemente con la década.
Pero la Parkins nos ha vuelto a conquistar, cuando ha tenido el suficiente sentido del humor para participar decididamente en la edición especial en DVD de "El Valle de las Muñecas". Asistió al acto de presentación, fue aplaudida y reiteró su sorpresa ante la nueva calificación de culto que se le ha dado a la película.


Los "momentos Anne" son inolvidables. Ya nombré su deslumbrante anuncio de la Chica Gillian en el artículo sobre la "Estética Valley".
Otro de los grandes es cuando abre la ventana en Nueva York, recién llegada y se deja contagiar por la brisa liberadora. Ha conquistado su independencia, que tendrá que vender pronto.
Pero ella está allí porque: "No sé quién soy ni lo que quiero, pero tengo que averiguarlo como sea".
Porque Anne es como todos y todas. Con los ojos bien abiertos y sin perder los modales ni la capacidad de asombro.
También merece la pena citar la secuencia en que Neely llega borracha y drogada a la casa que comparten Anne y Lyon.
La bizarra O'Hara suelta su speech furioso y sentimentaloide. La siempre delicada Welles le contesta: "Neely, estás actuando de una manera detestable".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí, yo me siento muy identificada con Anne. Pero sobre todo por ligarse al buenorro de Lyon Burke. Es tan "atracativo" y tan interesantón, aaay! que hoombre...