lunes, 14 de marzo de 2011

Tiempos de Helena


A mediados de los noventa, cierta prensa cinematográfica la emprendía con la actriz británica Helena Bonham-Carter, dentro de una inquina que resultaba lamentablemente contagiosa.
Muchos cinéfilos siguen odiando a Helena sin tener ninguna gran razón para ello.


El ataque no se debía ni al morrito de suficiencia ni a la sobredosis de corsé.
Esa misma prensa que atacaba a Helena era la misma que deseaba promocionar hasta la saciedad a Winona Ryder, su variante norteamericana.


Tantos años después, la Bonham-Carter sobrevive con mucha tranquilidad.
Ya ni se acuerda de los que la consideraban encasillada en los dramas de época, de los que dudaban de su carisma o de los que nunca detectaron su camaleonismo.


Durante largo tiempo, Helena fue identificada con el mundo de James Ivory e Ismael Merchant, responsables de aquellas very british miradas al siglo XIX, que adaptaban venerables obras literarias.


Las más sonadas apariciones de Helena al respecto se llamaron "Una Habitación con Vistas" y "Regreso a Howards End".
Su cara de niña antigua la hizo ideal para universos de corpiño, sombrilla y aires novelescos.


Por entonces, se la consideró una de las mejores actrices jóvenes de Gran Bretaña.
Pero gran parte de la crítica no fue demasiado benévola ni con el estilo Ivory/Merchant ni con la Bonham-Carter, de quien dudaban que trascendiese el look prerrafaelita.


Los detractores de Helena encontraban un gran festín poco después, a raíz de su desastrosa aparición en "Frankenstein" de Kenneth Branagh, errónea reversión del mito.
Fue promocionada con una foto presuntamente sexy de su pareja protagonista; por entonces , también amantes en la vida real.
El resultado no calentó ni butacas ni taquillas.


Pero cayó de pie, como las mejores.
Mientras otras se desvanecían con la década, Helena no la terminaría sin ofrecer dos pruebas de contundencia.
Nadie podía olvidar que, para decimonónicas, seguía siendo la mejor. Conseguía así su primera nominación al Oscar por "Las Alas de la Paloma".


Y, por otro lado, demostró que podía ser moderna y funcionar en una película tan niñata y puntera como "El Club de la Lucha".


A propósito, decía entonces: "Odio mi imagen de eduardiana recatada. Quiero sorprender a todos".


En 2001, la Bonham-Carter encontraba un alma gemela, con quien combinar outfits extravagantes, cabellos disparatados y películas atrezzadas.


Helena y Tim Burton llevan diez años juntos. Ella se ha hecho una presencia tan habitual en los films burtonianos como Johnny Depp.


Para Burton, ha sido desde chimpancé inteligente hasta vieja loca, pasando por despótica Reina Roja.


Su debilidad por el disfraz ha quedado fuera de toda duda en las películas de Burton y fuera de ellas.


Mientras otras actrices persiguen la estela audreyhepburnesca y viven más preocupadas de arrear traje que desfilar personalidad, ahí aparece Helena Bonham-Carter.
Es la estrafalaria prima inglesa, decidida a animar el pretencioso cotarro con estilo piñata y feminismo.


En "The King's Speech", está perfecta, sin más aspaviento que el guante bien doblado, y conocedora de que la función pertenece a Colin Firth.


Su discurso de aceptación, cuando triunfó en los últimos premios BAFTA, es una prueba de su inteligencia y también la evidencia de que se trata de una mujer realmente peculiar, auténticamente rara.


Algunos dirán que Helena Bonham-Carter es una cabezona y una antipática, pero muchas grandes actrices no han sido precisamente ni perfectas ni adorables.


Los más intuitivos ya han sabido detectar el poder del helenismo.
Pero, para intuición, siempre la suya. Esta sabelotodo de la escena jamás ha recibido una clase de interpretación.

3 comentarios:

Groupiedej dijo...

Nadie duda o nadie debería dudar (y menos a estas alturas) que es una estupenda actriz.
Ahora bien, a mi enerva, ella misma, su cara, su pose... no se qué es, pero no la soporto.

Matías dijo...

A se me antoja genial. Tiene algo "raro" que Tim Burton sabe explotar. Buen blog, saludos.

Josito Montez dijo...

Muchas gracias, Mr. Dupin, y bienvenido!