viernes, 18 de marzo de 2011

El Silencio Perseguido


El silencio es la ausencia de sonidos, total o relativa. Sucede cuando se cierra la boca, cuando se hacen oídos sordos o cuando se encuentra la tranquilidad.
Buscar el silencio absoluto es una utopía. Por mucha soledad y quietud, dentro nos queda el ruido inmisericorde de la voz interior, el recuerdo y la conciencia.
El silencio equivale a la paz, y nosotros no nacimos para la paz.


Es una coma en la conversación social. Si se extiende como un punto y aparte, puede resultar incómodo; especialmente, entre la gente que no para de hablar.


La gente parlanchina y antisolitaria es la gran temerosa del silencio, porque son alérgicos a escuchar a los otros y a sí mismos.
Hablan para aplacar otros ruidos y parlotean para escapar de su mediocridad, esa que le recuerdan sus pensamientos antes de dormir.


Pedir silencio implica asegurar la concentración ajena. Se calla en las bibliotecas para que el estudiante no se distraiga.
Y cuando irrumpe la gravedad y el ceremonial, ¡sht!.
En las salas de espera, los únicos ruidos tolerados son los buenos días de los recién llegados y el pasar de las hojas de las revistas.
Si la religión se pone muy seria, se pide a los feligreses que cierren la boca, en señal de respeto.


En la diplomacia, el silencio es señal de inteligencia. El que calla ante la estulticia ajena y lo dice todo con la mirada suele quedar como un gran elegante.


Pero el silencio se puede usar también como coacción.
Cállate o te mato. Los maltratadores no quieren oír una palabra más, los mafiosos te perseguirán si decides testificar y los cobardes se callarán cuando otros te victimizen.


Existen pactos entre amigos para guardar secretos y viven familias que ocultan sus indignidades haciendo chitón.
Mutis por el foro, bocas cerradas. Todo emplazado a otros ruidos, los profundos.
Las caras de los silenciosos se convierten en la punta del iceberg.


Cuando estás detenido, tienes derecho a guardar silencio. Porque todo lo que digas, puede ser utilizado en tu contra.
Sé inteligente, calla, porque el punto en boca es efectiva defensa. Nadie matará al mudo.


Las posibilidades dramáticas del silencio han sido especialmente explotadas por el cine moderno, en general, y por Bergman y Antonioni, en particular.


El silencio se vuelve un cristal de inquietud.
Las palabras, los diálogos, las conversaciones, las confesiones son incapaces de expresar el sentimiento contradictorio, la idea equívoca o la absoluta locura.


Cuando se conmemora la desgracia, cuando se está triste o cuando no hay palabras, los minutos transcurren silenciosos.
El silencio tan buscado terminó por resultar la señal inequívoca de la desgracia. Y, entonces, recuperar el habla significa recobrar las ganas de vivir.


Quizá hoy sea el día para hallar el silencio que tú y yo deseamos. Sabes de lo que hablo.
Ese silencio que echamos de menos todos los días, el que dejamos atrás cuando nos atrevimos a crecer.


Desconectaremos de mensajes, letras, voces y otras furias.
De lo que nos queda por hacer, de lo difícil del amor, de lo poco que soportamos a la gente, de lo exhaustos que estamos.


Y descansaremos, descansaremos por fin, de noticias, de mundos funestos, de expectativas que no se cumplen y de futuros sombríos.


Y justo cuando hayamos encontrado ese silencio, seremos capaces de emitir un solitario grito ante el desastre.


Sólo para callar otra vez.

2 comentarios:

Athena dijo...

Precioso texto. Muy emocionante al final. Gracias, poeta.

Josito Montez dijo...

Gracias a ti, bella.