miércoles, 1 de junio de 2011

Pasos de Busby


Se hizo inconfundible desde la primera toma.
Saludado como el pionero del musical, Busby Berkeley fue también uno de los grandes artistas del cine de la Depresión.


Sus lunáticas coreografías desprendían unas imágenes suntuosas y extravagantes, completamente apartadas de toda lógica y concebidas para aislar al espectador de la realidad.


Entre la ensoñación kitsch y el arrebato de genialidad, nació y vivió el estilo de Berkeley, emblema inequívoco de los años treinta.


Orquestando los números musicales de un puñado de películas, se convirtió inmediatamente en el principal atractivo de todas ellas.


Eran melodramas backstage, donde los protagonistas pasaban de los harapos a la riqueza.
Y, de ese modo, las películas comenzaban en un ambiente vulgar para culminar en el restallante universo art-decó de las chicas de Berkeley.


Piernas generosas, brazos alargados y sonrisas eternas; así eran las mujeres que componían los coros de Busby.
Formando caleidoscopios y figuras geométricas, se deslizaban por el escenario de manera ordenada y rígida.


El ritmo paramilitar de las chicas de Busby venía heredado de los propios inicios del coreográfo.
Durante la Primera Guerra Mundial, el teniente Berkeley se encargó de orquestar gran número de procesiones militares.
Dirigió también pequeñas obras teatrales para las tropas, y esa demostración de talento lo llevaría a los escenarios de la Gran Manzana en cuestión de diez años.


En 1933, "La Calle 42" supuso la entrada de Busby en Hollywood.


Diseñó tres números tan insólitos y espectaculares, que concedieron la categoría de hito a la película.
A partir de entonces, todos los musicales de la Warner Bros. fueron cosa de Berkeley.


Las posibilidades del cine intensificaron la bizarría, desplegando figuras geométricas cada vez más costosas y jugando con la posibilidad del escenario improbable.


Una de las películas más fascinantes se llamó "Vampiresas 1933".
La osadía erótica se acentuaba, bordeando la atención de la censura con arriesgadas tomas de la anatomía de las bailarinas.
Y cierta crítica social se sugería en dos números clave.


Se llamaban "We're In The Money", donde las chicas iban vestida de moneda, y "Remember My Forgotten Man", sentida oda a los hombres que lucharon por ese mismo país que ahora no les daba crédito.


La fama de perfeccionista de Busby bordeaba lo dictatorial.
Se cuenta que el personaje de Warner Baxter en "La Calle 42" se basaba en el propio Berkeley.


Es decir, un obsesivo director, completamente desesperado por la perfección; cuando consiga el aplauso del opening night, sólo sentirá cansancio.


La Metro Goldwyn-Mayer pondría en nómina a Busby Berkeley como socorrido director de stravaganzas musicales durante los años cuarenta.


Pero la magia embrionaria, casi improvisada, de los primeros tiempos se había perdido, y la moda por el estilo Berkeley terminó desde el momento en que las cuentas del país empezaron a cuadrar.


Aún así, su reputación lo mantuvo ocupado durante largo tiempo, mientras cedía necesariamente el testigo a nuevos talentos de la coreografía, como Gene Kelly.


Busby Berkeley se casó seis veces y estuvo a punto de ser encarcelado por asesinato, tras un fatal accidente de tráfico.
Sobrevivió a estruendos y glorias, y moriría a los ochenta años en Palm Springs.


Observó el esplendor tras la pobreza, como si la vida siguiese el guión de una de sus películas.
Él mismo definiría su trascendencia:
"En una época de racionamientos, depresiones y guerras, intenté alejar a la gente de toda su miseria... hacerlos pensar en otra cosa. Quería hacer a la gente feliz, aunque fuese sólo durante una hora".

1 comentario:

Mae dijo...

A mí me gustó La Calle 42..
Y esas coreografías, que luego se pasaron por agua con Esther Williams y más tarde se hicieron olímpicas