jueves, 9 de junio de 2011

'Beefcake'


El erotismo comercial se concibe según cuerpos explosivos. Ellas marcan curvas; ellos enseñan músculos.
"Tenemos muchas cosas que vender", impreca la publicidad, "mejor quítese la camiseta".


Como ya dijimos, el desnudo masculino siempre ha sido un recurso muchísimo menos utilizado que el despelote femenino.
Su generalización como reclamo es bien reciente.


Pero, desde los primeros tiempos de Hollywood, muchos actores guapos se prestaban a enseñar torso y motivar al personal.
Se las llamó fotos beefcakes.


La necesidad del descamisamiento se incrementaría a finales de los cincuenta.
Esas imágenes de señores esculpidos pretendían expresar los beneficios del deporte, la vida al aire libre y y demás felicidades del progreso.


En realidad, definieron cómo debía lucir un hombre desnudo en la pantalla.
Y, de paso, abrieron las aguas para la incipiente pornografía homosexual.


En aquella época, las revistas de fitness eran la única posibilidad de consumir fotos de muchachos atractivos.
La legalización del porno gay a finales de los sesenta mató los magazines beefcakes, pero jamás olvidaría sus imágenes.


A este respecto, la década de los setenta vería el nacimiento del genial pornógrafo Tom of Finland.
Éste estilizó lo beefcake, curiosamente a través de su concienzuda explotación.


Sus recordados dibujos de hombres descomunales en todos los sentidos cuentan instintos básicos y atracciones elementales.


El deseo se revelaba materialista y, por ello, más significaba más.
Quizá la prueba indiscutible de que un nene gimnasiado arrasaba tanto como una rubia pechugona llegaría de la mano de cierto muchacho.


En aquellos tiempos noventeros, el hoy seriote Mark Wahlberg se hacía llamar Marky Mark, y lo marcaba todo para Calvin Klein.
Junto con las fotos de Antonio Sabato Jr., nada sería lo mismo.


Los cachas se hacían los elegidos para campañas de moda, calendarios vistosos y todas las variantes de seducción de objetivos.


Bajo ese canon, todo actor que se quiera en primera plana debe levantar pesas necesariamente.
El chico de gimnasio se ha hecho tan habitual en la pantalla, que la visión de un hombre de aspecto normal resulta hasta trangresora.


Pero lejos quedan los tiempos de Marky Mark.
Como la propia década de los noventa, el problema de muchos cachas es su manifiesta inexpresividad.


Valen para una paja, pero el febril deseo que despertaban en otros tiempos murió junto a su novedad.


Ahora los modelos deben ser un tanto actores y lucir cierta personalidad.
No basta con levantar pesas; hay que adoptar una pose convincente o morir.


¿Están los musculines en crisis?
El público gay ahora persigue más barbas que bíceps, bajo la urgencia de buscar al macho natural.
Para muchos y muchas, el cachas se ha hecho la garantía de lo inefable y termina por resultar kitsch.


Aún así, sigue vendiendo, gustando y llamando la atención de una manera inmediata.
Buena prueba, cuando el público se queda mudo ante pectorales caballeros como Joe Manganiello o Jason Momoa.


¿Los preferimos naturales o musculosos? ¿Quemamos el gimnasio o nos vamos a vivir allí?
Quizá lo recomendable no sea delimitar gusto propio, sino encontrarle el encanto a todo.

1 comentario:

Athena dijo...

Me quedo con Rock ;)