viernes, 12 de febrero de 2010

Al Servicio


Tener dinero conlleva comodidad.
Y, por tanto, olvidar aquellas actividades que otros pueden hacer por mí.


Es decir, abrir la puerta cuando salgo y cuando entro, pulsar el botón del ascensor y servirme la comida tal y como la he pedido.
Requiero también que se conteste al teléfono con la entradilla "Residencia Montez", y que se me abanique cuando tengo calor o cuando me sale de las narices.


Desde los orígenes del tiempo, someter al otro es la mejor muestra de poder. Ya lo recordaba Marx: el hombre es un lobo para el hombre.


Y así aparecieron todos los esclavos, los vasallos, los sirvientes, los prostitutos y los criados, que caminaron y caminan por la vida con la cabeza baja.


La Antigüedad nos devuelve la imagen del esclavo como el gran ejemplo de la cosificación de un ser humano.
Se le despojaba de cualquier entidad jurídica y, así, formaba parte del patrimonio material del privilegiado.


Un esclavo era intercambiable, se podía azotar y se usaba cual muñeco para los trabajos más ingratos.


La mayoría se resignó a la sublevación, pero muchos esclavos fueron más que elementos del decorado y se mostraron decisivos.
Algunos pudieron comprar su libertad, mientras otros disfrutaron infinitamente de su condición de dependencia, trocada en sutil influencia.
Al fin y al cabo, no hay emperador Adriano sin Antinoo.


El señor feudal se elevaba como figura temible sobre sus vasallos, que lo miraban con un temor y una devoción sólo equiparables a la que brinda un Dios castigador.


Porque la gran verdad es que la Tierra se ha sembrado con miedo y por necesidad de supervivencia.
La dedicación o la noción de progreso siempre han estado en un segundo plano.


El trabajo nunca ha cultivado al hombre, sólo lo ha sometido y alienado.
Y ha perpetuado las diferencias entre ricos y pobres de una manera dramática.


La servidumbre es la mejor forma de humillación, esa misma que los masoquistas adoran recrear.
Es decir, que nada sea suficiente para el amo.
Y que, cuando se crea tener al menos su simpatía, ésta sea arrebatada en un instante con un severo "get back to work".


Desde los sirvientes corrompidos y castigados hasta aquellos criados que callaban sus opiniones mientras retiraban la bandeja, las angustias de estos siervos se sofocaban en las cocinas, en las caballerizas, en los trasteros, en los armarios y en los pasadizos secretos.


Recuperar la dignidad de los sometidos siempre fue objetivo preferido de todos los humanistas.
Quizá olvidaron que quien debía recobrar la humanidad eran aquellos poderosos que necesitaban esclavizar y explotar, creando monstruos de sumisión y máquinas de rencor.


Todavía quedan cadenas. Muchos las siguen poniendo, de manera invisible, pero igualmente efectiva.
Y la mayoría de los encadenados no se dan cuenta. O, simplemente, bajan la cabeza y se retiran.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Solo una pega: te falta Gracita Morales.

mely dijo...

wow!! me encato esta entrada. estoy totalmente de acuerdo cada dia la humanidad se somete mas, de una u otra forma

Josito Montez dijo...

No es bobería eso de nombrar a Gracita, o la mirada "amable" al servicio. Usar la comedia y el estereotipo para justificar que una imbécil sólo pueda ser criada.

Gracias, Mely.