lunes, 26 de diciembre de 2011

Nombres y Miradas del Hollywood 2011


Natalie Portman se exigió el año desde el primer momento.
En cuestión de dos meses, anunciaba compromiso con su instructor de danza, lucía bella maternidad y se alzaba con el Oscar a la mejor actriz.


La culpa la tuvo "Black Swan", híbrido psicoespectáculo que encantó al público y le permitió brindar lo mejor de sí misma.


La Academia apostó nuevamente por lo conservador y su decisión sumaria señaló a "El Discurso del Rey", al compás de un predecible reparto de galardones y otra tediosa ceremonia.


"El Discurso del Rey" se mostraba retrófila, emotiva e inspiradora; tríada de encanto y producto consecuente del gusto por recontar el pasado.
Tendencia aun más acelerada en este 2011, donde la hegemonía de lo antiguo en temas y estilos ocupa tanto el cine como la televisión.


Era en televisión donde se cocía la crónica de un despido anunciado. Como en todo buen escándalo, el protagonista era un autodestructivo nato.


Charlie Sheen se iba de juerga a Las Vegas, sin temor a resacón, y provocaba la ira definitiva de Chuck Lorre, creador y productor ejecutivo de "Dos Hombres y Medio".
Al filo de la cancelación, se buscó reemplazo en Ashton Kutcher y la audiencia permaneció fiel.


Ashton protagonizaba una sólida vuelta a la primera plana, más allá de sus labores twitteras y su relación con Demi Moore.
Ésta le daba puerta, tras presuntas deslealtades, y así se finiquitaba un matrimonio quasiclásico de la jungla hollywoodiense.


La pequeña pantalla también presenciaba el retorno de Jessica Lange, a golpe de "American Horror Story".


La renovación por el interés en Jessica desvelaba que lleva dos años separada de Sam Shepard, compañero de amores, hijos y fatigas desde 1983.
Pareja bella, inteligente y, sin duda, sumamente discreta.


Discreto ha sido el catálogo de películas ofrecidas por la gran maquinaria durante 2011.
Hollywood sigue apegado al espectáculo toyetic, ahora sazonado con envoltorios vintage, que no logran encubrir la rampante holgazanería.


Las sagas del superheroísmo son menos súper, a medida que las ideas se diluyen en la desorientación creativa.
El fondo y la forma se hipotecan a las virguerías de la imagen 3-D, aun no desterrada de los títulos más costosos.


Las intenciones de respuesta, con películas dramáticamente más ambiciosas como "Super 8", no han sido más que evidencias del desmaño general del cine norteamericano.


Ha habido sitio para la sorpresa mayúscula, como "Rise of the Planet of the Apes", título de apariencia derivativa pero poderosa ejecución.


Steven Spielberg volvía por sus fueros y entregaba "The Adventures of Tintin".
Buen ejemplo de cómo manejar las dos modas cinematográficas - nostalgia e ilusión tridimensional - dentro de un entretenimiento más que digno.


2011 ha sido un año de estrellas pelirrojas.
Amy Adams era elegida para ser Lois Lane en el próximo Superman, mientras tres nombres bermellón han cantado con fuerza en las mejores agendas de Hollywood.


No hay duda de que Emma Stone, Michael Fassbender y Jessica Chastain recordarán 2011 como el año que lo cambió todo.


Jessica Chastain era pieza imprescindible de "El Árbol de la Vida", monumental excentricidad de Terrence Malick, que espantó a unos y fascinó a otros.
Para quien esto escribe, la película del año. Y de largo.


Otra bendita osadía de director omnipotente se llamó "Drive", pastiche art-house trufado de laconia, que jugaba a la memorabilia de una manera más ambiciosa que la acostumbrada.


Tanto "El Árbol de la Vida" como "Drive" cosecharon un seguimiento notable.
El público no es mucho más listo; simplemente está mejor informado, desea verlo todo y puede hacerlo gracias a la multiplicidad de soportes.


No hay vida sin adioses. Los fallecimientos de este año nos han hecho vestir de negro de manera puntual.


Morían directores como Sidney Lumet o Ken Russell, y actores como Cliff Robertson o el entrañable Peter Falk.


También nos despedíamos de Jane Russell, Susannah York, el compositor John Barry y los grandes actores secundarios Michael Gough y Pete Postelthwaite.
La lágrima se nos soltaba especialmente con el injusto fallecimiento del joven y guapísimo Andy Whitfield.


Y, por supuesto, Liz.
2011 fue el año del fallecimiento de esa navegante de vidas, películas, errores y matrimonios llamada Elizabeth Taylor.
La definición más exacta de una estrella de Hollywood, tanto para lo bueno como para lo malo.


Ahora los ojos de Hollywood son un poco menos violetas.
Para que no se vuelvan grises, quizá sea hora de que el cine norteamericano mire hacia el futuro y apueste por vestidos con olor a nuevo.
Nosotros, su público, los primeros. Porque esta época debería pasar a la posteridad por algo más que la era de la rememoración continua.


Como gatas sobre tejados de zinc ardientes, el venidero 2012 debería ser el momento de saltar hacia delante.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buena entrada, gracias por esta entrada.