viernes, 23 de diciembre de 2011

Cunas, Retratos y Sepulturas


En el camino del corazón al compromiso, se enlaza la atadura de los sentimientos familiares, quizá los más fuertes y duraderos.
En las familias, se cuece la existencia de los seres humanos, que prefieren contarse a través de las cunas, los retratos y las sepulturas.


La foto familiar es la Historia evocada por las generaciones.
Enlazando apellidos, ocultando pecados, se construyen los árboles vitales, desde las raíces hasta las ramas, de los partos a los funerales.


La familia y el hogar se hacen sinónimos. Allí naces, de allí querrás escapar y allí volverás antes de morir.
La sangre y el matrimonio la fundamentan; la búsqueda de la sensación de pertenencia es lo que explica su extraordinaria vigencia.


El ser humano suele temer a la soledad y opta por vivir con aquellos que lo conocen más que nadie.
Son los que lo entienden incluso sin comprenderlo, lo consideran guapo aunque sea feo y lo defenderán hasta cuando no lo merezca.


Hay quien se proclama independiente, pero los caminos del mundo lo llevarán de vuelta a sus padres, sus hermanos, sus hijos y su extensa parentela.
No se conoce nada más valioso que un primo dispuesto.


La sangre es más espesa que el agua, y la familia sabe mucho de sangre.
Al fin y al cabo, es la que te puso la tirita en la pueril herida y la misma que vengará tu muerte.
Son los que te lloran y celebran, sin temor a desfallecer.


La familia se dice antropológica, pero sus diferentes tabúes, normativas y patrones de funcionamiento son culturales.


Cada época, cada poblado establece su ley familiar, donde unos mandan y otros obedecen, donde unos deben marcharse y otros han de permanecer.
En cada casa, se impone un libro de estilo particular.


La familia se ha vivido como una cuestión racial, de orgullo, de protección. Ante la agresión, cierra filas y se agrupa frente a la tragedia, vestida de negro, maquillada de silencio.
Denunciar a un hijo, un padre o un hermano puede ser lo correcto moralmente, pero se siente como una traición.
Ese es el lado terrible del sentimiento familiar; el vínculo atroz que une a los seres con sus congéneres, hasta cuando debería separarlos.


Como antónimo de soledades, la familia es la ingerencia constante sobre la persona. Se mete donde no la llaman, opina de todo y propicia conflictos de personalidad.
La envidia es la reina de las relaciones familiares. ¿Por qué él sí pudo y yo nunca llegué?
De la misma camada, nacimos iguales pero crecimos distintos.


Aunque la familia defina al individuo, no lo puede precedir.
Grandes artistas, buenas personas, desastres emocionales, perfectos ausentes, pistoleros de instituto. Quizá todos recibieron amor, quizá ninguno.
La familia es el caldo; el ambiente exterior, la chispa eléctrica. El azar del mundo implicará si una cosa enciende la otra.


La disfuncionalidad es tendencia general en todas las familias, porque los papeles están hechos para perderlos.


Hasta las más armónicas llegan a conocer cierto grado de caos, que sólo expresa la verdad. La familia, como la vida, es una especulación.
Sus valores son una verdad a medias.


Pero todos piensan en ella antes de morir. La familia es el retrato donde se enmarca la vida, porque nace con el corazón. Y como éste, no hay más razón que su sinrazón.


En tiempos fugaces, construyamos familias allá donde vayamos. La mesa a la que mejor estemos sentados, el calor donde nos sintamos seguros.
Seamos tú y yo familia, ya que nos queremos bien, nos envidiamos y mataríamos por defendernos el uno al otro.
Sin más razón que la sinrazón, cenemos Navidad y vivamos calurosos, peleones, inescapables.
Juntos, lo que alcance la vida o lo que dure este brindis.


Feliz y familiar Navidad a todos los lectores del blog de 'Josito Montez'.

2 comentarios:

Mar dijo...

Feliz Navidad,Josito.Tu blog esta muy bueno.

Josito Montez dijo...

Igualmente y muchas gracias, Mar.