miércoles, 7 de septiembre de 2011

El Fin del Mundo


Caía la noche sobre 1938.
Una voz en la radio interrumpió la programación habitual para ofrecer un boletín especial de noticias.
Sin anuncios, con la formalidad de los reporteros, se contó el fin del mundo.


En la sociedad industrial, el Apocalipsis ya no era cosa de ángeles exterminadores, venidos de parte de Dios.
Ahora sería culpa de viciosos extraterrestres, con necesidad de fuentes de energía, ansias de poder o ganas de diversión.
Los aliens ya eran la perfecta metáfora de la civilización occidental; hipertecnológica, insaciable y rastrera, que se gana su propio final por joder tanto a los demás.


La leyenda cuenta que muchos oyentes de 1938 se creyeron lo que se narraba en las ondas.
Envidiosa del poder de influencia de la radio, la prensa del día siguiente exageró lo ocurrido y habló de un pánico generalizado en Estados Unidos.


En plena retransmisión, muchos habían huido en dirección contraria, otros se habían armado hasta los dientes, y la mayoría se apresuró a abrazar a sus más queridos.
Todos, con el alma en vilo, resignados a la llegada del fin del mundo.


En cualquier caso, la emisora CBS se había apresurado en anunciar que todo se trataba de una broma de Halloween, antes de terminar el relato.
Detrás del escándalo, estaba Orson Welles, cuya envolvente voz fue la protagonista de su versión de "La Guerra de los Mundos", novela de H. G. Wells.


Muchos criticaron a Orson Welles por el experimento de "radio-realidad" que había perpetrado, y otros tantos lo odiaron por semejante susto.
Pero fue el primer peldaño de la fama de aquel niñato espabilado, díscolo y jodidamente talentoso.


La retransmisión radiofónica de "La Guerra de los Mundos" puso a prueba la psicología de las masas.
Oyen algo en las noticias de su medio de comunicación predilecto y se lo creen, aunque sea completamente descabellado.


Aquellos eran tiempos para temer. No había marcianos en 1938, pero sí nazis.
Hitler hacía de las suyas en Europa, y la Segunda Guerra Mundial no tardaría más de un año en comenzar.
Muchos de los asustados por la emisión de "La Guerra de los Mundos" confundieron la ficticia invasión marciana con una real ocupación alemana.


Entender "La Guerra de los Mundos" como la venida del nazismo puede explicar el interés de Spielberg por volver a esa historia, muchas décadas después.


Holocausto, poder depravado y triunfo final del espíritu humano; ingredientes que hacen la boca agua al señor Steven.


Tras su artificiero y divertido espectáculo de 2005, Spielberg ha ofrecido una discreta reversión televisiva, de nombre "Falling Skies", quizá la serie más decepcionante del año.


Finales del mundo hubo muchos como el de 1938.
En 1945, el hongo de humo en el cielo de Hiroshima inició nuevas fobias y actualizó los refugios.


El búnker, repleto de provisiones y a salvo de gases nocivos, fue el lugar a construir por las sociedades más paranoicas.


Según un miedo más lógico que la venida extraterrestre, el fin del mundo se concibió entonces como una cuestión de secretas cúpulas políticas, que calentarían la Guerra Fría con sólo pulsar el botón rojo.


Ahora las amenazas que aparecían en la ciencia-ficción yanqui tenían un evidente aroma comunista, como la que contaba "La Guerra de los Mundos", versión 1953.


La ciencia-ficción, que se nutre de los miedos de la sociedad ante las previsiones del futuro, sigue viviendo al compás de lo que ocurre.
La imaginería del Apocalipsis se concentra ahora en ciudades solitarias, desastres epidémicos y crisis malthusianas.


En todas, el penúltimo ser humano camina sin más equipaje que la culpa, el silencio de Dios y la esperanza de que el mundo comience de nuevo, justo donde acabó.


Por siempre, deseando que una voz anuncie que se trate de una broma pesada, como aquella noche de radio en 1938.

1 comentario:

Mar dijo...

Maravilloso Orson Wells.Un adelantado a su época.